«El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo
se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de mí que soy un pecador"» Lc
18, 13-14.
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«El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo
se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de mí que soy un pecador"» Lc
18, 13-14.