JUEVES DE LA SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» Lc 1, 46-47.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-47

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador».

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos el Santísimo Nombre de María, cuya fiesta se origina el 12 de septiembre de 1683 cuando el polaco Sobietski llegó con sus tropas a Viena y con su victoria, salvó a Europa de un plan de conquista islámico por parte del sultán Mehmet IV.

Aunque el ejército turco superaba en cuatro veces el tamaño del ejército defensor, Sobietski sabía que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de septiembre, muy temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y puso su ejército en manos de Dios.

Sobietski dio todo el crédito de la victoria a Dios. En agradecimiento a Nuestra Santísima Madre por la victoria lograda, el Papa Inocencio XI extendió la fiesta del Dulce Nombre de María a la Iglesia Universal, el 12 de septiembre.

En el libro “El secreto admirable del Santísimo Rosario”, San Luis María Grignion de Montfort cuenta que la Virgen, llevando sobre el pecho la salutación angélica escrita en letras de oro, se le apareció a Santa Matilde y le dijo: “El nombre de María, que significa Señora de la luz, indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astros brillantes, para iluminar los cielos y la tierra”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

María vino al mundo con la misión más elevada jamás encomendada a un ser humano: la de ser Madre de Dios; su santísimo nombre cumple todos esos significados, pues, como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones.

María, joven, mujer, virgen, esposa del Espíritu Santo, recibe al niño Jesús en las condiciones más pobres y difíciles, pero ella, valiente, lo protege de todas las adversidades con su castísimo esposo San José.

Ella es la compañera del camino que intercede ante su hijo en las bodas de Caná; mujer fuerte y valiente con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo, que recibe en sus brazos su cuerpo inerte.

Ella es el fundamento firme de la Iglesia en sus primeros tiempos y hasta la eternidad. María, Inmaculada, Madre de la Divina Gracia, Estrella de la Evangelización.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Acudimos a Nuestra Santísima Madre en nuestra vida cotidiana y como intercesora de nuestras peticiones ante Nuestro Señor Jesucristo y ante Dios Padre?

Hermanos: que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a conocer más a Nuestra Santísima Madre María.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Dios Todopoderoso, te pedimos que a todos los que celebran el Santísimo Nombre de Santa María Virgen, ella les conceda los beneficios de tu misericordia en el Santísimo Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Dulce Madre, María! haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida. No tardes, Madre Santa, en auxiliarme cada vez que te llame. Pues, en cada tentación que enfrente, y en cualquier necesidad que experimente, quiero llamarte sin cesar; ¡María, madre mía!

Amado Jesús, Redentor mío, y Madre Santísima María, cuando llegue la hora de dejar esta vida, concédanme la gracia de decirles: “Los amo, Jesús y María; Jesús y María, les entrego el corazón y el alma mía”.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la oración de San Alfonso María Ligorio a Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María:

«Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos.

Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido.

Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás.

Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia!

Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo.

Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.».

Queridos hermanos: veneremos a Nuestra Santísima Madre, su dulcísimo y Santísimo Nombre, rezando el Santo Rosario diariamente, por las intenciones del Papa Francisco, por la Iglesia, por los consagrados y consagrados, por los laicos, por toda la humanidad y por todas las intenciones que tenemos en nuestros corazones. Que ella sea nuestra gran intercesora ante Nuestro Señor Jesucristo y ante Dios Padre.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.