LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15, 7)
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.
Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-10
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y va a los vecinos para decirles: “¡Alégrense conmigo! He encontrado la oveja que se me había perdido”. Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: “¡Alégrense conmigo! He encontrado la moneda que se me había perdido”. Les digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Palabra del Señor.
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El evangelio de San Lucas tiene un atributo especial: muestra la misericordia de Dios Padre y de Jesús en una maravillosa dimensión. La parábola de la oveja perdida, buscada por el pastor, y la parábola de la moneda perdida, son una representación de la paciencia y misericordia de Dios, que nos ayudan a profundizar en nosotros la imagen de Dios.
Jesús dice estas parábolas en medio de los publicanos, que eran considerados despreciables; así mismo, se dirigía también a todos aquellos que estaban alejados de los preceptos de la Ley; por esta razón, los fariseos y los escribas criticaban duramente a Jesús.
Jesús desconcierta a todos porque se alegra Él y todo el cielo por la conversión, por ejemplo, de un ateo que jamás va a la iglesia, que por noventa y nueve personas que son practicantes.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Dios Padre está lleno de ternura con todos y con cada uno de nosotros; su misericordia, su infinito amor y ternura para con toda la humanidad, se manifiesta a través de Nuestro Señor Jesucristo, el buen pastor.
Por ello, la conversión de un pecador tiene un eco celestial, ya que Jesús rescata con su gracia al pecador y le devuelve su dignidad de hijo de Dios.
Cuando nosotros nos extraviamos, al igual que la oveja o la moneda perdida, Jesús sale en nuestro encuentro porque nos ama, porque somos importantes para Él; y, si estamos arrepentidos y lo reconocemos como nuestro salvador, Jesús se alegra, al igual que todo el cielo por nuestro regreso a la casa del padre. Entonces, se produce la fiesta del perdón y de la misericordia en el cielo.
En tal sentido, cada uno de nosotros podemos renacer a partir de aceptar la mirada paciente de la misericordia del Señor; basta que nos abandonemos en el mar infinito de la misericordia de Dios, sin temores, acudiendo al sacramento de la penitencia.
Hermanos: después de analizar el texto, proyectemos su esencia a nuestra vida cotidiana y respondamos de corazón: ¿Acudimos periódicamente al sacramento de la penitencia para acceder a la misericordia divina? ¿Practicamos la misericordia con nuestro prójimo, principalmente, con el más necesitado?
Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser plenamente conscientes de que todos necesitamos el perdón y la redención de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Repitamos durante el día, como en el salmo 135:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia”.
Amado Jesús, envíanos la luz de tu Santo Espíritu, para que, sintiéndonos pecadores, nos dejemos conducir por ti a la casa del padre y, así, sintamos la alegría de tu inmensa misericordia en nuestro corazón.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, derrama tu gracia y tus dones para que toda la humanidad vuelva a Dios, fuente del perdón y de la paz que todos anhelamos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, el buen pastor, con uno de los escritos de Gregorio de Nisa:
«¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey?
Toda la humanidad que cargaste sobre tus hombros es, en efecto, como una sola oveja.
Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna. Muéstrame, amor de mi alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia; de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma para ti.
¿Cómo puedo dejar de amarte a ti, que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño?
No puedo imaginarme un amor superior a éste: el de dar la vida a cambio de mi salvación».
Queridos hermanos: Acudamos periódicamente al infinito mar de la misericordia de Dios, a través del sacramento de la penitencia y acerquémonos a Jesús mediante la lectura orante de la Palabra y también mediante nuestra participación activa en la Santa Eucaristía.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.