DOMINGO DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían ustedes a ese árbol: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y les obedecería.» Lc 17, 6.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían ustedes a ese árbol: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y les obedecería.

¿Quién de ustedes que tenga un criado arando o pastoreando le dice cuando llega del campo: “Ven, siéntate a la mesa”? ¿No le dirán más bien: “Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú”?

¿Tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Así también ustedes. Cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer”».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de la parábola del rico y Lázaro que meditamos el pasado domingo. En la lectura de hoy meditaremos la última de las tres instrucciones que Jesús dio a sus discípulos, ubicada en los versículos 5 y 6, y de señalar uno de los deberes de un apóstol, que se encuentra en los versículos 7 al 10.

Es importante señalar las tres instrucciones: primero, evitar los escándalos, haciendo una dura advertencia al que los provoque; la segunda, estar en guardia para perdonar siempre al hermano; y, la tercera, la del día de hoy, ante la propia conciencia de los apóstoles de su débil fe, Jesus hace un llamado al ejercicio activo de la fe.

Aludiendo a la pequeñez del grano de mostaza, Jesús hace una referencia clara al don de la fe como fundamento para el crecimiento y los frutos espirituales, ya que de una minúscula semilla brota la vida maravillosa.

En lo que respecta al deber, Jesús hace un llamado a la fidelidad y responsabilidad del discípulo, sin que exija nada a cambio a Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos pide que cultivemos la fe y que las obras que realicemos estén en íntima relación con ella, porque las obras de amor y misericordia que realiza todo cristiano son una demostración de su fe. Y la fe realiza prodigios si se pide a Dios con humildad y confianza.

Cuántas veces nosotros también, al igual que los apóstoles, nos hemos sentimos incapaces de realizar un seguimiento fiel a Nuestro Señor Jesucristo y le hemos pedido que aumente nuestra fe. Y pedir la fe es pedir la fuerza del Espíritu Santo, la misma fuerza que recibieron los apóstoles después de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Así mismo, debemos ser conscientes y cuidar nuestra condición de siervos de Nuestro Señor Jesucristo y estar alertas frente a la tentación de la vanagloria y la soberbia, ya que estas despojan y destruyen los frutos de la fe.

Hermanos: con estas reflexiones, es conveniente que proyectemos la lectura de hoy a nuestra vida y respondamos de corazón: ¿De qué tamaño es nuestra fe? ¿cómo la practicamos? ¿Somos capaces de servir a los demás sin esperar nada a cambio?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aumentar y consolidar nuestra fe a través de nuestra oración al Espíritu Santo y de su ejercicio constante a través del servicio en favor de las personas más necesitadas en nuestras familias y múltiples entornos.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre del cielo: gracias eternas porque, aunque pecadores, somos tus hijos a quienes nos has entregado tu inagotable misericordia a través de tu único Hijo Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, anímanos y concédenos alegrarnos por todas las obras de amor y misericordia que realizamos, para que podamos contribuir, desde nuestra fe, a un mundo más justo.

Espíritu Santo: amor del Padre y del Hijo, otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para mantenernos alejados de las tentaciones de la vanagloria, del orgullo y de hacer las cosas por recibir gratitud.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos el maravilloso amor de Nuestro Señor Jesucristo a través un escrito de San Agustín:

«Antes de la venida del Señor, los hombres buscaban la gloria en sí mismos. Ha venido como hombre para reducir la gloria terrena y aumentar la gloria de Dios. Ha venido sin pecado y nos ha encontrado a todos hundidos en el pecado. Si el Señor ha venido para perdonar los pecados, quiere poner de manifiesto que Dios es magnánimo; toca, pues, al hombre reconocer esa magnanimidad. Porque la humildad del hombre consiste en su gratitud y la grandeza de Dios se manifiesta en su misericordia.

Si, pues, ha venido para perdonar al hombre sus pecados, toca al hombre reconocer su pequeñez y darse cuenta de la misericordia de Dios. “Él debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos”. Es decir, que Él me dé y yo reciba. Es justo que la gloria sea del Señor y yo la reconozca en Él; que el hombre reconozca dónde está su lugar, reconozca a Dios y comprenda lo que dice el apóstol al hombre soberbio y orgulloso que pretende ensalzarse: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si los has recibido ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?”

Que el hombre que considera suyo lo que no le pertenece comprenda, pues, que lo ha recibido y que se humille, porque le conviene que Dios sea glorificado en él. Que el hombre se considere cada vez menos importante para que Dios sea glorificado en él».

Queridos hermanos: reconozcamos que todo lo que tenemos en nuestras vidas son dones que Dios nos ha otorgado gratuitamente, y que nosotros debemos dar gratis. Y pidamos siempre a Dios Padre y a Nuestro Señor Jesucristo que nos envíen y consoliden la fuerza del Espíritu Santo, que es la misma fe.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.