DOMINGO DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?» Lc 18, 7-8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso la siguiente parábola:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: “Hazme justicia frente a mi enemigo”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, para que no venga continuamente a molestarme”».

Y el Señor añadió: «Fíjense en lo que dice el juez injusto; entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?»

Palabra del Señor.

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Hoy meditamos la parábola del juez injusto y la viuda, con la que Jesús desea que comprendamos que todos podemos alcanzar la justicia divina clamando a Dios Padre con fe y confianza filial.

Los temas fundamentales del pasaje evangélico de hoy son la oración, la fe y la justicia como rostros de la misericordia y del amor de Dios.

La viuda representa a todas las personas que, viviendo en la pobreza, son golpeadas por la injusticia de una sociedad indolente, basada en el utilitarismo. La viuda alcanza justicia gracias a su insistencia y fe. El juez, preocupado por su prestigio, mostró misericordia, aunque no temía a Dios ni respetaba a los hombres.

De esta manera y desde una perspectiva superior, Jesús quiere que todos comprendamos cuánto más podemos esperar de la misericordia y del amor de Dios. Finalmente, Jesús pregunta si la humanidad espera al Hijo del hombre en medio de todas las corrientes contrarias a su amor, que son promovidas por el rey de la mentira y de la maldad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos hace ver que la justicia es uno de los rostros de la misericordia y del amor de Dios; lo cual implica, no solo practicar la justicia, sino también defender y alzar nuestra voz ante la injusticia de la que son objeto muchas personas.

Así mismo, a través de la parábola y de sus comentarios posteriores, Nuestro Señor Jesucristo nos pide perseverancia en la oración, con la fe puesta en el amor de Dios Padre por la humanidad.

En el Evangelio de San Lucas, Nuestro Señor Jesucristo nos da ejemplos de su oración permanente a Dios Padre. Podemos citar algunos de los momentos de oración: cuando es bautizado por Juan Bautista; durante los cuarenta días en el desierto; cuando participaba los sábados de las celebraciones en las sinagogas; antes de elegir a sus apóstoles; en la transfiguración; cuando ora por Pedro; en la Cena Pascual; en el Huerto de los Olivos; cuando clama al cielo por quienes los crucifican; a la hora de su muerte, cuando dice a Dios Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, entre otros pasajes.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Nuestra oración es perseverante y con fe? ¿Practicamos y defendemos la justicia, aun en los momentos más difíciles?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que es preciso que oremos siempre con fe, sin desanimarnos; así, como a practicar la justicia.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, te pedimos por todas las personas que claman justicia en el mundo, para que encuentren a quienes los defiendan y apoyen en sus dificultades.

Espíritu Santo, te suplicamos sigas guiándonos, en especial, cuando atravesamos tribulaciones y riesgos, para que invoquemos a Dios Padre con confianza filial.

Espíritu Santo, te pedimos que inspires a los padres y educadores para que imploren, día tras día, la sabiduría de Dios y así puedan orientar a los niños y adolescentes en el camino de la verdad, honestidad y la hermandad.

Espíritu Santo, te pedimos inspires y fortalezcas a todos los consagrados, consagradas y fieles de la Iglesia, para que anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida eterna.

Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, en especial, a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través un escrito de Santo Tomás de Aquino:

«Hay una diferencia que distingue la petición hecha a Dios de la que se hace a una persona humana. La petición hecha a un hombre necesita de antemano cierta familiaridad para tener acceso a la persona a quien se le pide algo.

En cambio, la oración dirigida a Dios nos convierte, por sí misma, en familia de Dios. Nuestra alma se eleva hacia Él y lo adora en espíritu y verdad.

Esta intimidad nacida de la oración conduce al hombre a entregarse lleno de confianza a la práctica de la oración. Por esto nos dice el salmista: “Yo te invoco, oh Dios, porque tú me respondes”. Acogido en la intimidad de Dios por una primera oración, el salmista ora luego con una confianza crecida. Así, en la oración de Dios, la asiduidad o la insistencia en la petición no es una actitud inoportuna, sino al contrario, es agradable a Dios. Porque hay que orar sin cesar, dice el Evangelio; y en otro lugar el Señor nos invita a pedir: “Pedid y se os dará, buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá”».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de orar con fe y perseverancia, en todo momento, pidiendo siempre que el Espíritu Santo nos otorgue sus santos dones para poder actuar con justicia en nuestros quehaceres cotidianos.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.