DOMINGO DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

Caminando a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red, pues eran pescadores. Les dijo: «Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Mt 4, 18-20.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 12-23

Al enterarse Jesús que habían encarcelado a Juan, se dirigió a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos». Caminando a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red, pues eran pescadores. Les dijo: «Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca reparando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Palabra del Señor.

 

 

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La lectura de hoy está integrada por los textos denominados “Comienzo de la predicación de Jesús” y “Llamado de los primeros discípulos”.

Jesús, el misionero de Dios Padre, elige a Galilea como la plataforma de su revelación, tal como lo había predicho el profeta Isaías en su libro, desde el versículo 23 del capítulo 8 hasta el versículo 1 del capítulo 9. De esta manera, comienza la misión universal de Jesús, de predicar el Evangelio al mundo entero.

Inicialmente, se observa una coincidencia entre la predicación de Juan Bautista con la de Jesús, que pronto se transformará en separación irreducible entre ambos. Mientras Juan Bautista predica a un Dios vengador de las injusticias, Jesús propone un Dios misericordioso y pacífico.

¡Qué admirable pesca la de Nuestro Señor Jesucristo! La llamada a Andrés y Pedro es categórica, y la respuesta fue rápida e incondicional: ellos respondieron al llamado, y dejándolo todo, comienzan a seguirle. De esta manera, se inaugura un nuevo tipo de seguimiento, el seguimiento el cristiano: la vocación irresistible de un discipulado permanente, que comparte la vida y cumple la misión del Maestro: «los haré pescadores de hombres».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo, desde que tomó nuestra condición humana, siempre buscó discípulos, a quienes llamó “pescadores de hombres”. Y desde su gloriosa Resurrección, a través de su Santo Espíritu, sigue llamando discípulos y lo hace en forma amorosa y misericordiosa.

Todos los seres humanos tenemos la vocación de seguir a Nuestro Señor Jesucristo; para ello, es importante descubrir la atracción y la fuerza de su Palabra, y acercarse a Él sin temor. Todos los seres humanos somos capaces de ser multiplicadores de la Palabra de Dios; invoquemos pues al Espíritu Santo para que perfile nuestra vocación de discípulos.

Cuando el Maestro nos dice: “¡Sígueme!” y aceptamos el don inmerecido de este llamado y, con alegría vamos tras de Él, encontramos el verdadero sentido a nuestra vida y se ilumina nuestro presente y futuro. Así mismo, de este llamado y aceptación, se desprende nuestra tarea de llevar a los pies de Nuestro Señor Jesucristo a nuestros familiares, amigos y a cualquier persona, y hacerlo con gozo, porque quien encuentra a Nuestro Señor Jesucristo lo encuentra para todos. Es una vocación irresistible, es el discipulado permanente, es para toda la vida, sea cual sea nuestra circunstancia.

Como manifestó Carlos de Foucauld: «Todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que grita a Jesús, que hace ver a Jesús, que brilla como una imagen de Jesús».

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Aceptamos el llamado de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Lo seguimos realmente? ¿Llevamos otras personas hacia Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aceptar con plena adhesión el llamado de Nuestro Señor Jesucristo y a llevar a Él a nuestro prójimo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos el mismo espíritu que acompañó a los primeros discípulos, para que dejando de lado lo que nos aparta de ti, seamos tus fieles seguidores.

Espíritu Santo, fortalece la perseverancia de las comunidades cristianas para anunciar el Reino de los cielos y seguir con la misión de acercar a la humanidad a Nuestro Señor Jesucristo.

Espíritu Santo, inflama los corazones de todas las personas con el fuego de tu amor para que todos sintamos la vocación irresistible de seguir a Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, envía tu Santo Espíritu para que asista a los gobernantes del mundo, para que orienten las naciones hacia la construcción de una sociedad justa y fraterna.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Santa Madre de Dios, Reina de la paz, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga», dice el Señor.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito de Filoxeno de Mabboug:

«De la misma manera que el ojo sano y puro recibe el rayo luminoso que se le envía, así el ojo de la fe del hombre, con la pupila de la sencillez reconoce la voz de Dios apenas la oye. La luz que emana de su palabra se eleva ante él y la recibe, tal como dijo el Señor: “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen”.

Con esta pureza y sencillez, los apóstoles siguieron la palabra de Cristo. El mundo no se lo pudo impedir ni los retuvieron las costumbres humanas, ni ninguno de los bienes que pasan les fue un estorbo. Estas almas oyeron a Dios y vivieron de la fe, y en ellas nada del mundo predominó sobre la palabra de Dios. Esta no tiene fuerza en las almas muertas; precisamente porque el alma está muerta, la Palabra, siendo poderosa, se hace débil, y la enseñanza de Dios, siendo válida, pasa a no tener en ellas ninguna fuerza. Porque toda la actividad del hombre se concentra allá donde vive. El que vive para el mundo pone todos sus pensamientos y sus sentidos al servicio del mundo, mientras que el que vive para Dios acoge su poderosa palabra en todas sus acciones.

Todos los que han sido llamados han obedecido, en la situación en la que se encontraban, a la voz que los llamaba cuando su alma no estaba pendiente del amor a las cosas terrestres. Porque los lazos del mundo son un peso para la inteligencia y los pensamientos, y los que están atados e impedidos por estos difícilmente escuchan la voz de Dios que los llama. Pero los apóstoles y, antes que ellos, los justos y los padres, no eran así; obedecieron como vivientes y vencieron, porque nada del mundo los privaba de vivir ligeros. Nada puede atar y dificultar al alma que siente a Dios; está abierta y dispuesta, de manera que la encuentra en estado de recibir, cada vez que viene, la luz de la voz divina».

Amado Señor Jesús: nos comprometemos a estar atentos a la luz de tu voz divina y a seguirte como discípulos tuyos en nuestras familias, vecindad, centros de estudio y de trabajo, comunidades y por donde vayamos; así mismo, deseamos conducir hacia a ti a nuestros hermanos que se han distraído un poco y están alejados de ti.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.