LECTIO DIVINA DEL VIERNES DESPUÉS DEL MIÉRCOLES DE CENIZA – TIEMPO DE CUARESMA – CICLO A
«¿Pueden acaso estar de duelo los invitados a la boda, mientras novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces sí ayunarán». Mt 9, 15.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15.
En aquel tiempo, los discípulos de Juan el Bautista se acercaron a Jesús preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso estar de duelo los invitados a la boda, mientras novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces sí ayunarán».
Palabra del Señor.
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El pasaje evangélico de hoy se ubica después del llamado de Jesús a Mateo o Leví y trata sobre el ayuno. Los judíos practicantes hacían ayuno, ya que con esta acción pedían la presencia de Dios y la escucha de su oración; por eso, también los fariseos y escribas preguntaban por qué los discípulos de Jesús no ayunaban.
De la misma manera, los discípulos de Juan Bautista, que practicaban el ayuno para apresurar la llegada del Reino de los cielos, estaban todavía aferrados a la tradición. En cambio, Jesús hace referencia al inicio de los tiempos nuevos de la salvación.
En este sentido y simbólicamente, Jesús se compara con el novio de una boda, mientras que sus discípulos y seguidores son los invitados. Así mismo, Jesús hace alusión al momento de la persecución del novio y de su cruz que ya se aproxima.
La respuesta de Jesús a la pregunta de los discípulos de Juan Bautista es muy clara, no se puede mezclar el gozo con la tristeza; mientras el novio, que es Él, esté con sus discípulos, estos no practicarán el ayuno; cuando el novio ya no esté con ellos, allí empezarán a realizar ayunos. De esta manera, Jesús anticipa la última cena, empleando el simbolismo nupcial para describir la relación entre Él y su pueblo, la Iglesia.
Por estas razones, Jesús da un vuelco a la motivación del ayuno, por eso no lo exige, porque para Él lo más importante no es aparentar la externamente la piedad, sino vivir de manera práctica e intensa el amor de Dios y dirigirlo al prójimo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Como afirma Basilio el Grande: “El verdadero ayuno consiste en permanecer exento de vicios. Perdona al prójimo todas las injurias que te haya dirigido y perdónale igualmente sus deudas”.
En la actualidad ocurre una situación similar a la que narra el pasaje evangélico; las personas que se aferran a los esquemas mentales y espirituales que promueve el mundo tienen muchas dificultades para incorporar a Nuestro Señor Jesucristo en sus vidas.
La búsqueda del éxito económico, de los honores humanos, del culto a la persona, de la acumulación de bienes materiales y financieros, así como el seguimiento a ideologías materialistas y antinaturales, son algunas de las conductas que promueve el mundo y que son totalmente contrarias a las enseñanzas de Jesús.
El seguimiento a Jesús requiere dejar de lado los esquemas mundanos, precisa de la renovación total de la persona, la que puede lograrse con oración, plena disposición a la conversión y pidiendo la gracia de Dios. Por lo tanto, la Buena Nueva debe ser recibida e interiorizada después de una renovación total de la persona para que, así, se pueda conservar, tanto el alma de la persona, como la novedad divina.
Es importante precisar que Nuestro Señor Jesucristo nos pide que seamos seguidores alegres, solidarios y portadores de su paz. En este sentido, es importante recordar que el ayuno, en la tradición antigua, era una acción penitencial para invocar la presencia de Dios en medio de su pueblo. Sin embargo, Jesús no prioriza las acciones externas para invocar su presencia, sino que, en primer lugar, nos pide que manifestemos su presencia en medio de nosotros a través del cumplimiento cabal de los mandamientos del amor cristiano.
Meditando la lectura de hoy, respondamos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Cuáles son los pecados dominantes que deseamos eliminar de nuestros comportamientos? ¿Cuáles son las conductas y esquemas que nos impiden recibir plenamente la gracia de Dios?
Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a recibir, en plenitud, la luz restauradora de Nuestro Señor Jesucristo y nos convierta en buenos hijos de Dios y buenos hermanos de nuestro prójimo.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno: acepta como sacrificio, oh, Señor, nuestros corazones quebrantados y nuestros espíritus arrepentidos. Ilumina nuestros corazones para que, desde nuestro interior, se refleje tu amor hacia las personas más necesitadas de paz interior en el mundo.
Amado Jesús, con plena disposición a seguirte, concédenos la gracia de superar las apariencias de este mundo y que nuestro comportamiento diario sea coherente con tus enseñanzas en nuestras familias, comunidades, trabajos y por donde vayamos. Que a través de nuestras vidas podamos atraer a más personas hacia ti.
Espíritu Santo, que tu santa luz entre hasta el fondo del alma de todas las personas para que todos reconozcamos que Jesús es el Señor de señores, que Él es el Rey de reyes, que Él es el Amor de los amores.
Amado Jesús, misericordia pura, concede a almas del purgatorio la Gloria de tu Reino y protege a las personas moribundas en el tránsito hacia la vida eterna.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito del monje italiano Enzo Bianchi:
«La vida cristiana engendrada por la fe conoce un cambio en su comienzo, un cambio llamado «conversión» en todas las Escrituras. La conversión marca un antes, caracterizado por la idolatría, el pecado, la esclavitud, por situaciones de tinieblas y muerte, y un después: la vida cristiana, la experiencia de liberación, el servicio al Dios único y vivo, la vida verdadera, la luz.
En consecuencia, para ser cristianos, para poder revestirnos de la misma vida de Cristo y llevar una vida cristiana, se impone la conversión, que recibe su autenticación en el bautismo, y asunción de una incesante dinámica de retorno a Dios, de modo que vivamos la vida cristiana como desarrollo de la gracia bautismal, como crecimiento hasta llegar a la estatura de Cristo.
En suma, una vida cristiana debe ser capaz de mostrar la diferencia cristiana respecto a la vida del que no es cristiano. No por una voluntad de diferenciación, sino porque, al haber sido iniciada, comenzada por Jesucristo, es, de hecho, diferente, otra vida, distinta a la vida mundana.
El cristiano se compromete, en efecto, en una lucha terrible contra el pecado mortífero, contra las tentaciones y los deseos que habitan en él, comprometiendo todo su ser: cuerpo, mente y espíritu. Hoy, en el mundo cristiano occidental, de antigua cristiandad, nos resulta más difícil experimentar esta dimensión pregnante de la conversión. El clima de homologación cultural y de «indiferencia» que ha llevado a nuestra sociedad a perder el sentido del discernimiento riguroso, de la elección necesaria, de la capacidad de decir «no», y que alimenta la ilusoria libertad del «todo es posible y conciliable», del embotador, del seductor «todo y enseguida», hace verdaderamente problemático vivir la dimensión elemental de conversión que es el distanciamiento «de los ídolos falsos para servir al Dios vivo y verdadero». Sin embargo, la fe cristiana, que es «martirial», tiende por sí misma a convertirse en testimonio: aparece el signo de lo nuevo, de lo inaudito, de lo imposible a los hombres, aunque posible paro la gracia, la epifanía del amor, del ágape, de la caridad».
Queridos hermanos: hoy, viernes, después del miércoles de ceniza, hagamos ayuno de aquellas cosas que nos alejan de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Con plena conciencia, identifiquémoslas y esforcémonos por dejarlas de lado con fe y oración. Estemos vigilantes para no caer en las tentaciones que nos propone el mundo.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.