LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A
«Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre». Jn 3, 12-13.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 5a. 7b-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Ustedes tienen que nacer de nuevo». El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «Tú eres el maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Te aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»
Palabra del Señor.
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El texto de hoy narra la segunda parte de la conversación de Jesús con Nicodemo, que, como vimos ayer, era un importante personaje entre los judíos, que se encontraba entre los más piadosos y sinceros, aunque no llegaba a comprender lo que Jesús predicaba y hacía. Recordemos que la primera parte de esta conversación pertenece al evangelio de ayer.
El pasaje de ayer trató sobre la fe incompleta de Nicodemo, que no comprende que la acción del Espíritu Santo transforma y permite conocer a Jesús, su Palabra y a Dios Padre por medio de Él.
En la lectura de hoy, Jesús reprende a Nicodemo por su falta de comprensión, aludiendo a la condición de maestro que ostentaba. Además, Jesús hace referencia al conocimiento que tiene del cielo como Hijo del hombre, refiriéndose a las escrituras, específicamente, al libro de los Números, en el capítulo 21, versículos del 6 al 9, con el fin de señalar la forma cómo tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que el creyente tenga vida eterna.
En los versículos siguientes, del 16 al 21, del capítulo 3 de Juan, Jesús sigue hablando explícitamente de la importancia de creer en Él, de la fe, y de la vida eterna.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
En la segunda parte del diálogo con Nicodemo, Jesús expresa que tenemos que dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros para que la fe brote en nuestros corazones y se manifieste en nuestra vida cotidiana. Así mismo, Jesús nos exhorta a escuchar el testimonio vivo y siempre actual de su Palabra.
Si actualizamos las respuestas y exhortaciones de Nuestro Señor Jesucristo al vaivén de nuestros días, nos damos cuenta de que muchas veces somos como Nicodemo, específicamente cuando anteponemos la lógica humana a la lógica divina. Una prueba de ello es la promoción del aborto, de la eutanasia, de la ideología de género, del exitismo y de tantos constructos humanos que están alejados de los preceptos cristianos.
Hermanos, la Palabra del Señor es una fuente de eternidad, en la que Jesús revela una vida nueva, a través de su pasión, muerte y resurrección; y la fe es el fundamento que necesitamos para participar de esta realidad presente y eterna.
Por ello, con la plena conciencia del poder del Espíritu Santo, respondamos: ¿cómo está nuestra fe en la vida nueva presente y futura que Jesús nos promete? ¿La situación que atraviesa la humanidad nos sensibiliza para que el Espíritu Santo actúe en nosotros? ¿Defendemos la fe cristiana ante las corrientes mundanas?
Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a todos y a la humanidad entera, a renovar nuestras vidas aceptando la presencia transformadora del Espíritu Santo para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Dirijámonos al Señor de los Milagros con una oración de la Conferencia Episcopal Peruana:
«Señor de los Milagros, Padre que creaste al hombre con un soplo paternal, Hijo que salvaste al hombre, en el altar de la cruz, Espíritu Santo que iluminas y llamas a la conversión; mira con piedad a tu pueblo y perdónalo en tu bondad, sálvalo de la enfermedad y de la muerte, con tu poder celestial.
Señor de los Milagros, fuente de nuestra unidad, Tú que sosiegas la tierra y ordenas que el mar se calme, te imploramos humildemente, por María, tu Madre y Madre nuestra, detén esta pandemia que aflige a la humanidad, envía a San Miguel Arcángel, Príncipe Celestial, para proteger a tu pueblo de las asechanzas del mal.
Señor de los Milagros, esperanza y alegría de los pueblos del mundo, mira a tus hijos que claman tu ayuda y tu misericordia, escucha el llanto de los niños, de los ancianos y enfermos, protege como siempre lo has hecho, a quien te implora de verdad, a quien a Ti se dirige con fe, confianza y entrega total, perdónale sus pecados y líbralo de este peligro mortal. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén».
Amado Jesús, tú que entregaste la vida dando la mayor prueba de amor por nosotros, renuévanos con el Espíritu Santo para ser dignos discípulos tuyos. Otórganos la gracia de aumentar nuestra fe, de conocerte más y ser testimonio de tu amor en nuestras vidas.
Amado Jesús, fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros y fortalece las vocaciones de quienes desean entregar su vida a proclamar el evangelio a toda la humanidad.
Amado Jesús, te pedimos por el personal sanitario, por los policías, militares, autoridades y por todas aquellas personas que directa o indirectamente están en la primera línea de enfrentamiento a la pandemia mundial; otórgales la fortaleza espiritual y corporal, llénalos con el gozo de tu Espíritu.
Amado Jesús, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos, y que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren también en tu reino.
Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos, en este tiempo de Pascua de Resurrección, contemplemos al amor de los amores, a Jesús, repitiendo durante el día, el versículo 16 del capítulo 3 del evangelio de San Juan:
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para quien crea en Él no muera, sino tenga vida eterna».
Contemplemos a Dios con un texto de Cromacio de Aquileya:
«Nicodemo, que vino de noche al encuentro del Señor, no se marchó sin la gracia de la luz, puesto que había venido al encuentro de Dios, que es la verdadera luz. A fin de difundir en su corazón la luz del nuevo nacimiento, el Señor le dijo: “Es necesario nacer de nuevo”.
Al decir esto, muestra claramente que hay dos nacimientos: uno terreno y el otro celestial; uno según la carne, y el otro según el Espíritu. Y muestra que el nacimiento del Espíritu es muy superior al nacimiento de la carne. Uno viene del hombre, el otro de Dios; uno hace nacer el hombre en el mundo, el otro lo engendra en Dios. Uno entrega al engendrado a la tierra, el otro lo destina al cielo. Con uno se entra en posesión de la vida temporal, con el otro se posee la vida eterna. Uno, por último, hace hijos de los hombres, el otro, hijos de Dios.
En efecto, el nacimiento espiritual se lleva a cabo de un modo totalmente invisible, mientras que el otro es visible. Lo que se realiza en el lavado del bautismo no se ve: sólo la asamblea de los fieles comprende espiritualmente que uno baja pecador a la fuente y sale de ella limpio de todo pecado.
Por consiguiente, es feliz y verdaderamente celestial el nacimiento que, de hijos de hombres, hace hijos de Dios. Este nacimiento espiritual transforma de viejos en niños. Los que han sido regenerados por el bautismo renacen en la inocencia, tras haber sido despojados del viejo error y de la malicia del pecado. Y es el seno espiritual de la Iglesia el que concibe y da a luz a los hijos de Dios».
Queridos hermanos: sigamos con nuestro corazón dispuesto para lanzarnos a la aventura del Espíritu. En estos momentos difíciles para nosotros y la humanidad, no dejemos de orar para que la humanidad renazca en el Espíritu.
No dejemos de orar, empleemos, incluso, nuestras propias palabras. Dirijámonos a Dios como verdaderos hijos. Aunque Él conoce nuestras necesidades, contémosle con confianza filial nuestras dudas, anhelos, necesidades, alegrías, tristezas y preocupaciones. Pidámosle perdón por nuestros pecados, acudamos con arrepentimiento a su misericordia.
También podemos dirigirnos a Dios con la oración del corazón. Digamos y repitamos muchas veces al día: “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí porque soy un pecador”. También podemos dirigirnos a Nuestra Santísima Madre, por ejemplo, con el Ave María.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.