LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA 2 DE PASCUA – CICLO A
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; hizo lo mismo con el pescado y les dio todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Jn 6, 11-12.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea (o Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde compraremos panes para dar de comer a toda esta gente?». Lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un pedazo de pan».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Digan a la gente que se siente». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; hizo lo mismo con el pescado y les dio todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron, y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
La gente, entonces, al ver la señal milagrosa que había hecho, decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para reclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, Él solo.
Palabra del Señor.
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El pasaje evangélico de hoy narra la multiplicación de los panes, que se puede leer en los cuatro evangelios y, en Mateo y Marcos, se encuentra por duplicado. Jesús da de comer hasta saciarse a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
El texto de hoy va más allá del solo hecho de la multiplicación de los panes y de los peces; el mensaje transita por el gesto amoroso y solidario de Jesús de curar a los enfermos y de compartir el pan y los peces con una multitud, que representa a toda la humanidad.
El mensaje de hoy también se convierte en una hermosa prefiguración de la Santa Eucaristía, que es el alimento que Jesús multiplica para todos, y que nos sacia divinamente y para siempre.
En la Eucaristía, por acción del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Santísimo Cuerpo y la preciosísima Sangre de Cristo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
La lectura de hoy tiene como objetivo que toda la humanidad comprenda que Jesús no abandona jamás a quiénes lo siguen. Nuestro Señor Jesucristo siempre estará cerca, dispuesto a cambiar nuestro desierto por un lugar de amor, misericordia y esperanza; pero, especialmente, por un lugar en el que nos brinda el alimento de vida eterna.
En la multiplicación de los panes, Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra fehaciente de la economía divina, multiplicando nuestras pequeñas ofrendas en amor y alimento abundante.
El mensaje de hoy es también una hermosa prefiguración de la Santa Eucaristía, que es el alimento que Jesús multiplica para todos, y que, sacramental o espiritualmente, nos sacia divinamente y para siempre.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Tenemos los sentimientos de compasión, misericordia y solidaridad por nuestros hermanos más necesitados material y espiritualmente? ¿Recibimos la comunión sacramental o espiritualmente?
Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a focalizar nuestro seguimiento a Dios, a través del prójimo más necesitado y de la recepción de Nuestro Señor Jesucristo en nuestros corazones.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno y misericordioso, tú que nos otorgas la salvación que nos libra de nuestros enemigos a través de Nuestro Señor Jesucristo, te suplicamos que recibas en tu Reino a las benditas almas de las personas que están muriendo en esta crisis sanitaria de la humanidad.
En este camino de la Pascua de Resurrección a Pentecostés, amado Jesús, fuente de la luz eterna, tú que iluminas y despejas las tinieblas de todos los que se acercan a ti, otórganos la gracia de ser compasivos y misericordiosos con las personas más necesitadas.
Amado Jesús: no permitas que nos alejemos jamás de ti; otórganos la gracia de seguirte sin desánimo y que tu alimento que recibimos en la Eucaristía sacramental y espiritual sea para nosotros fuente de fortaleza espiritual para cumplir tus preceptos y ayudar a todos nuestros hermanos, especialmente, a aquellos que han perdido toda esperanza.
Espíritu Santo, dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras, y haznos dóciles a tus inspiraciones.
Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: aunque muchos no podemos recibir la comunión sacramentalmente por la pandemia del coronavirus. Contemplemos el Santísimo cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo con la siguiente oración de Santo Tomás de Aquino:
“Dios todo poderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de vuestro Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia; ciego, a la luz de la claridad eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del cielo y de la tierra.
Imploro, pues, vuestra misericordia, vuestra inagotable bondad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades, limpiar mis suciedades, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez; para que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes, al Señor de señores con toda reverencia y humildad, con toda mi contrición y devoción, con toda la pureza de mi fe, con toda la firmeza de mis propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi alma.
Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, sino también toda la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh, Dios lleno de dulzura!, concédeme recibir de tal modo el Cuerpo de vuestro único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cuerpo adorable que Él recibió de la Virgen María, y que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contado entre sus miembros.
¡Oh, Padre lleno de amor!, concédeme que, a este Hijo vuestro, muy amado, al que me preparo a recibir, ahora bajo del velo que conviene a mi estado de peregrino, pueda un día contemplarlo cara a cara y por la eternidad, a Él que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén”.
Queridos hermanos: invocando siempre la inspiración y la protección del Espíritu Santo, realicemos obras de misericordia en favor de aquellos hermanos más necesitados material y espiritualmente, compartiendo los bienes que el Señor nos ha otorgado.
Recordemos que cuando nosotros compartimos nuestro pan con quien lo necesita, no solo aliviamos la necesidad ajena, sino que contribuimos a fortalecer su fe en nuestro Dios providente y misericordioso, nos convertimos en instrumentos de su amor. Seamos instrumentos del Señor. Acudamos a la comunión espiritual si es que no podemos recibirla sacramentalmente.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.