LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
MEMORIA LIBRE DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
«Señor, si quieres, puedes sanarme». Él extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda sano». Mt 8, 2-3.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 1-4
En aquel tiempo, cuando Jesús bajaba del monte le seguía una gran multitud. Un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes sanarme». Él extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda sano». Y en ese instante se sanó de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie; ve a presentarte al sacerdote y, para que les conste, lleva la ofrenda establecida por Moisés».
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
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Hoy celebramos a Josemaría Escrivá de Balaguer. Nació en Barbastro, en Huesca, España, el 9 de enero de 1902 en una familia con profunda formación cristiana. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer su ministerio en una parroquia rural y luego en Zaragoza. En Madrid, en octubre de 1928, Dios le hace ver la misión para la que le venía preparando interiormente, y funda el Opus Dei.
Durante la guerra civil ejerce su ministerio clandestinamente. En 1946 fija su residencia en Roma, desde donde se ocupa con gran intensidad de la formación de los miembros de la Obra y de impulsar su expansión por todo el mundo. Murió en junio de 1975. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992 y canonizado el 6 de octubre de 2002.
Hermanos: luego del Sermón de la montaña, va emergiendo un Jesús que sana. Lo cual se observa a lo largo de una serie narrativa de diez milagros ubicados entre los capítulos 8 y 9, que concluye con un pasaje doctrinal. De esta manera, se completa la imagen de Jesús: profeta y hombre de Dios, poderoso en obras y palabras.
En el relato de sanación se aprecia el siguiente esquema básico: un breve diálogo en el que el enfermo expresa su fe, y luego se produce la sanación. La fe era condición indispensable para que ocurriese el milagro: la firme creencia y confianza en Jesús para disponerse a su gesto liberador. Así mismo, varios de sus milagros confirman y fortalecen esa fe inicial.
Hay que destacar que donde Jesús no encontraba fe, no hacía milagros, tal como ocurrió con sus paisanos, según Marcos 6, 5. Por ello, Jesús repite a los curados: «Tu fe te ha salvado».
Así mismo, Jesús une la acción de los milagros con la acción misionera de sus discípulos y de la Iglesia, cuando en Mateo 10, 7-8, dice: «Y en el camino proclamen que el Reino de los cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen demonios. Lo que gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Cada milagro de Nuestro Señor Jesucristo proclama que Él es la fuente de vida. Que Él es la fuente de esperanza y de libertad para la humanidad. Por ello, todos sus milagros estaban encaminados a testificar, con fe, el mayor de todos ellos: su resurrección, que es la victoria definitiva sobre la muerte y la maldad.
Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que su ejemplo liberador debemos aplicarlo en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que sufren dolor, enfermedad, hambre, miseria y esclavitud.
Postrémonos ante Nuestro Señor Jesucristo con confianza y fe, y digámosle: “Señor, si quieres puedes sanarme; si quieres, puedes liberarme; Señor, si quieres puedes liberar y sanar a mi hermano”.
Meditando el texto de hoy, respondamos: ¿Oramos con fe y confiamos en la acción sanadora y liberadora de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Compartimos nuestra fe? ¿Contribuimos a extender la acción liberadora de Nuestro Señor Jesucristo a nuestro alrededor?
Que las respuestas a estas preguntas y la diaria invocación al Espíritu Santo nos concedan aumentar y compartir nuestra fe para la mayor gloria de Dios.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Dios Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos la fe y la plena confianza en Nuestro Señor Jesucristo para contribuir a la extensión del Reino de los cielos.
Santo Espíritu de Dios, que a través de las obras de misericordia que nos inspiras, podamos siempre hacer la voluntad de Dios Padre.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Crisóstomo:
«Grande es la prudencia, grande la fe de ese leproso que se acerca al Señor. Porque no le interrumpió en su enseñanza, ni irrumpió por entre la concurrencia, sino que esperó el momento oportuno y se acercó al Señor cuando éste hubo bajado del monte.
Y no le ruega como quiera, sino con gran fervor, postrado a sus pies; como cuenta otro evangelista, con verdadera fe y con la opinión que de Jesús se debe tener.
Porque no dijo: “Si se lo pides a Dios”, ni “Si haces oración”, sino “Si quieres, puedes limpiarme”. No dijo: “Señor, límpiame”. No, todo se lo encomienda a Él; a Jesús hace señor de su curación; Jesús atestigua que tiene toda autoridad.
¿Y si la opinión del leproso era equivocada? En ese caso el Señor se la hubiera deshecho, lo reprendía y corregía. Ahora bien, ¿fue eso lo que hizo? De ninguna manera; todo lo contrario. Lo que hace es aceptar y confirmar lo que el leproso le había dicho.
Por ello precisamente no le responde: “Queda limpio”, sino: “Quiero, queda limpio”; con lo que el dogma ya no se fundaba en la mera suposición del leproso, sino en la sentencia misma del Señor.
No obraron así los apóstoles. ¿Entonces cómo? Cuando toda la muchedumbre los rodeaba llena de estupor, ellos decían: “¿Por qué nos miráis a nosotros, como si por propio poder o autoridad hubiéramos hecho andar a ese hombre?”. Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente sin considerar la gloria que le corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar la opinión de todos los que lo admiraban en ese momento por su autoridad? “Quiero, queda limpio”.
En verdad, aunque había hecho tantos y grandes milagros, en ninguna parte parece que haya repetido esa palabra. Sin embargo, aquí, para confirmar la idea que, tanto el pueblo entero como el leproso, tenían de su autoridad, añadió este “quiero”. Y no es que lo dijera y luego no lo hiciera: la obra siguió inmediatamente a la palabra».
Hermanos: como en Marcos 9, 24, digámosle al Señor diariamente: “Creo, pero aumenta mi fe”. Oremos incesantemente para alcanzar este don maravilloso y, con amor, compartamos nuestra fe con los hermanos más necesitados.
Tengamos en cuenta que la adoración al Santísimo Sacramento, la Santa Eucaristía, la Penitencia y el rezo del Santo Rosario son también parte del ejercicio de nuestra fe.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.