JUEVES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO

«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré». Mt 11, 28.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga, ligera».

Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen del Carmen, cuya fiesta tiene su origen en el monte Carmelo, ubicado en una cadena montañosa de Galilea. Es un monte santo, un lugar de la oración, donde vivió Elías.

Allí, algunos de los cruzados venidos de Occidente dedicaron, a comienzos del siglo XIII, una iglesia a la Virgen María, poniendo bajo su protección la Regla de vida que les había dado Alberto, patriarca de Jerusalén y tomando el título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

El Carmelo ha contemplado en María a la Virgen purísima y Madre espiritual, y ha recibido como don, para extenderlo o todos los devotos, el escapulario, signo de protección y de alianza, prenda de salvación eterna.

Se celebra el 16 de julio porque el 17 de julio del año 1274, el segundo Concilio de Lyon decidió la permanencia de la orden. Benedicto XIII en 1726 extendió la fiesta a toda la Iglesia.

En el evangelio de hoy, Jesús hace un llamado universal para que, cuando nos sintamos cansados y agobiados, lo busquemos.

Además, Jesús insiste en la humildad como virtud esencial para el seguimiento cristiano. Jesús señala que debemos aprender de él, haciendo referencia a su misión evangélica en la que demuestra su amor, mansedumbre y humildad de corazón, hasta el extremo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Acerquémonos confiadamente a Nuestra Santísima Madre porque ella nos llevará hacia Jesús. Llevemos con nosotros el escapulario de la Virgen del Carmen como signo de devoción al amor maternal de Nuestra Santísima Madre que no deja de interceder por la humanidad y los difuntos.

Pidamos a ella para que el Señor nos otorgue la gracia de reconocer el dolor y agobio que muchas veces sufrimos como fundamento para fortalecer la virtud de la humildad y acercarnos a Nuestro Señor Jesucristo en busca del alivio divino.

Jesús nos enseña que todas nuestras facultades son dones otorgados desde lo alto del cielo; por lo tanto, el agradecimiento debe brotar de nuestro corazón de manera espontánea y con el convencimiento de que Jesús nos protege y alivia de todo sufrimiento en cualquier circunstancia de nuestras vidas.

Nuestra Santísima Madre nos invita a acercarnos a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo y, por más cansancio y penurias que tengamos, él no nos rechazará, sino que nos acogerá amorosamente. Es más, Jesús nos invita a imitarlo.

Hermanos: en el mundo hay muchas personas que viven apesadumbrados por las conductas que promueve el enemigo del amor; Jesús no rechaza a nadie. En este sentido y a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Nos acercamos realmente a Jesús cuando nos sentimos cansados y agobiados? ¿Ayudamos a otras personas, que se encuentran apesadumbradas, a acercarse al alivio espiritual de Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser plenamente conscientes de que Nuestro Señor Jesucristo no excluye a nadie, que su misericordia, amor y alivio están muy cerca de toda la humanidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, te suplicamos, Señor, que nos asista con su intercesión poderosa la Santísima Virgen María, Madre y Reina del Carmelo, para que, guiados por su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo.

Amado Jesús, otórganos humildad y mansedumbre para acercarnos a tu alivio divino y a tu misericordia y podamos encontrar el consuelo y alivio que solo tú puedes dar.

Santísima Trinidad, libéranos de las pesadas cargas del mundo y haz que podamos llevar el yugo suave y la carga ligera que nos propone Nuestro Señor Jesucristo.

Madre del Monte Carmelo, Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos, con un texto de Isabel de la Trinidad, la humildad y entrega total de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, la Virgen del Monte Carmelo:

«Tras Jesucristo, y sin duda a la distancia que media entre lo infinito y lo finito, hubo también una criatura que fue una magna alabanza de gloria a la Santísima Trinidad, que respondió plenamente a la elección divina de la que habla el apóstol. Ésta fue siempre “pura, inmaculada, irreprensible” a los ojos del Padre tres veces santo. Su alma es tan sencilla y los movimientos de su espíritu tan profundos que no podían ser advertidos. Parece reproducir en la tierra la vida propia del ser divino, del Ser simple. Al mismo tiempo, es tan transparente y luminosa que podría ser comparada con la luz. Con todo, no es más que el “Espejo” del Sol de justicia, Speculum iustitiae.

“La Virgen conservaba estas cosas en su corazón”. Toda su vida puede resumirse en estas pocas palabras. Vivía en su corazón. A tal profundidad, que la mirada humana no puede seguirla. Cuando leo en el evangelio que María “recorrió a toda prisa las montañas de Judea” para ir a cumplir su ministerio de caridad junto a su prima Isabel, la veo pasar enormemente bella, con gran calma y majestuosa, recogida por completo en sí misma con el Verbo de Dios.

Su oración, como la de él, también fue siempre ésta: “Ecce – Aquí estoy”. ¿Quién? “La esclava del Señor, la última de las criaturas”, ella misma, su Madre. Se mostró tan verdadera en su humildad porque se olvidó siempre de sí misma y fue siempre libre de sí misma, y por eso podía cantar: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. En adelante, las naciones me proclamarán bienaventurada”».

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue la humildad y la mansedumbre de Nuestro Señor Jesucristo, para seguir y poner en práctica sus enseñanzas, ayudando siempre a otras personas a acercarse a su alivio divino.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.