VIERNES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA, PRESBÍTERO

«Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta» Mt 13, 57.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 54-58

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?».

Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

Hoy celebramos a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y creador de los ejercicios espirituales. Íñigo López de Loyola nació en Azpeitia, en Guipúzcoa, España, en el año 1491, en el seno de una familia noble en decadencia. Su deseo de gloria humana lo llevó a ejercer la carrera militar. A los treinta años fue herido gravemente en una pierna durante la defensa del castillo de Pamplona, atacado por los franceses.

Durante su convalecencia, la lectura de los libros “La vida de Cristo” y el “Año Cristiano”, que es la historia del santo de cada día, lo impulsó a duras prácticas de penitencia y reparación, durante las cuales escribió la mayor parte de su famosos Ejercicios espirituales.

Luego de abandonar la vida solitaria, estudió en España y en París; en esta última ciudad formó un grupo con seis compañeros con quienes fundó la Compañía de Jesús. Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Los siete hicieron votos de ser pureza, obediencia y pobreza, el día 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de María.

Ignacio murió en Roma el 31 de julio de 1556. Fue canonizado en el año 1622 junto con san Francisco Javier, su compañero de la primera hora.

El pasaje evangélico de hoy es el texto final del capítulo 13 de Mateo, que narra la reacción del pueblo judío ante las enseñanzas y milagros de Jesús. El texto describe el rechazo que Jesús encuentra en su tierra y en su casa.

La gente no niega los hechos prodigiosos realizados por Jesús, pero no cree que Él es el Mesías y considera que su origen humilde es incompatible con su condición de enviado glorioso de Dios Padre. Frente a esta ingratitud, Jesús expresa que sólo en su casa y en su pueblo rechazan a un profeta.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La ceguera de una parte del pueblo judío, en la época de Jesús, también se repite en la actualidad. Muchas veces nos cuesta reconocer la presencia de Dios entre nosotros. Pareciera que esperamos signos prodigiosos para creer en Él.

Él está dentro de nosotros; Nuestro Señor Jesucristo está presente en nuestros hermanos más necesitados y muchas veces lo buscamos en otros lugares.

Siguiendo el ejemplo de San Ignacio de Loyola, seamos contemplativos en la acción, buscando siempre la gloria de Dios antes que los honores humanos.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones y circunstancias en las que reconocemos la presencia de Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a reconocer la cercanía de Nuestro Señor Jesucristo con nosotros.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

San Ignacio de Loyola, intercede ante la Santísima Trinidad para que podamos encontrar el tesoro del Reino de los cielos a través de la contemplación en la acción, tal como tú lo encontraste.

Amado Jesús, tú que te presentaste ante tu pueblo como verdadero Dios y verdadero hombre, concédenos la gracia de mirar al prójimo con los ojos del corazón y no nos guiemos por las apariencias.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tu luz desde el cielo e ilumina nuestras mentes para reconocer a Dios en todas las circunstancias de nuestras vidas.

Padre eterno y misericordioso, te suplicamos que recibas en tu Reino a las almas del Purgatorio; de manera especial, te pedimos por los agonizantes y por las almas que más necesitan de tu misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de san Ignacio de Loyola en Ejercicios espirituales, 23:

«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor, y, mediante esto, salvar su alma. Y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas cuanto para ello le impiden.

Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido. En tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados».

Queridos hermanos: invocando siempre la inspiración y el auxilio del Espíritu Santo, hagamos el propósito de contemplar la acción de Dios en nuestras vidas, reconociendo su presencia a la luz de la Palabra. Siguiendo el ejemplo de San Ignacio de Loyola, seamos contemplativos en la acción.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.