LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
MEMORIA OBLIGATORIA DE SAN BERNARDO, ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA
«Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos» Mt 22, 14.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, de nuevo Jesús tomó la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó a los servidores para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar servidores, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Vengan a la boda”. Los invitados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; otros agarraron a los siervos y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus ejércitos, que acabaron con todos aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda”.
Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de invitados. Cuando el rey entró a saludar a los invitados, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a San Bernardo de Claraval, llamado “el cazador de almas y vocaciones”, que vivió entre los años 1090 y 1153. Religioso del Císter, consiguió que alrededor de 900 monjes hicieran su profesión religiosa. Para San Bernardo, el verdadero conocimiento de Dios se fundamenta en el encuentro personal con Nuestro Señor Jesucristo, experimentando su amor a través del prójimo. Dios le regaló una admirable sabiduría de las cosas divinas y humanas, y una capacidad admirable para fascinar a las almas y llevarlas hacia Jesús.
Hoy meditamos la parábola del banquete de bodas que se ubica después de las parábolas de los dos hijos y de los viñadores malvados.
La parábola del banquete de bodas está llena de mucho simbolismo: el rey es Dios Padre y su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Los servidores del rey son sus discípulos, que son los mensajeros de la invitación, que es la Palabra. La boda es la Nueva Alianza de Dios Padre con la humanidad a través de su Hijo.
La invitación a la Nueva Alianza es rechazada por los primeros invitados que, incluso, matan a algunos mensajeros. Desde entonces, Dios Padre lanza una invitación permanente a toda la humanidad. Algunos responden y asisten a la boda, preparados, con traje de fiesta. Pero hay un invitado que no estaba preparado, que no era digno de participar, y fue echado de la fiesta, es decir, no fue admitido al Reino de los cielos, porque nada manchado entrará en el cielo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
La invitación a participar en las Bodas del Cordero es permanente y se extiende a todos, indistintamente. La mesa del Señor está dispuesta para todos aquellos que quieran asistir correctamente. Dios Padre no se cansa de invitarnos a través de la Iglesia. Por ello, agradezcamos a Dios Padre por tan grande y hermoso llamado, y aceptemos su invitación.
Vistamos nuestro corazón con un traje de arrepentimiento, de amor y misericordia, y vayamos presurosos al encuentro de Nuestro Señor Jesucristo a través de su Palabra, de la Santa Eucaristía, de la adoración del Santísimo Sacramento y de la oración, teniendo como gran intercesora a Nuestra Santísima Madre. Vistámonos con el traje de la caridad, realizando obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados, aquí y ahora.
Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Acudimos presurosos a las múltiples invitaciones que nos hace el Señor para participar en nuestra parroquia o comunidad? ¿Podemos ser portadores también de la invitación de Dios Padre y llevarla a los hermanos que están alejados de los preceptos cristianos?
Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a vestirnos de gala y ser dignos participantes de la Boda del Cordero, es decir, del reino de los cielos.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Dios mío, Padre eterno, infunde en mi alma el deseo y una inspirada avidez de tu santo amor para que siempre seamos obedientes a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, y abrir los ojos que la desobediencia habían cegado.
Amado Jesús, que nosotros, tu pueblo y ovejas de tu rebaño, te sigamos por medio de ti y hacia ti, porque tú eres el camino, la verdad y la vida.
Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.
Madre Santísima, Reina universal, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios a través de San Bernardo de Claraval, con un texto de Jean Leclercq:
«El fin del hombre es el reconocimiento de la verdad, que es Dios, lo que implica el conocimiento de la relación del hombre con Dios, que es una relación de indigencia. Como el obstáculo es el orgullo, el remedio es la humildad; la condición es la gracia, el encuentro con Dios en Cristo. El resultado es la estima del hombre por su dignidad recuperada de imagen de Dios: mientras que la ignorancia de sí y el orgullo disminuyen el valor del hombre, la humildad, reconocimiento de la necesidad de Dios, pero también de la capacidad de Dios que hay en el hombre revela a éste lo que él mismo es.
De este modo, “sale” de él mismo y se eleva, crece, “se extiende” a nuevas dimensiones, las del amor a Dios y al prójimo. El ser humilde se vuelve manso, misericordioso. Así, la fe vivida y, por así decirlo, transformada en humildad, en caridad, hace, según los modos de hablar de nuestro tiempo, salir al “mí mismo” del “yo”: despierta al yo a la libertad del “mí mismo”, le hace convertirse en persona en presencia de Dios, en comunión de solidaridad con todos.
En Bernardo está siempre presente este mensaje de gloria, condicionado por su mensaje de humildad, este realismo extremo en la consideración de la miseria del hombre, y esta confianza indefectible en la gloria que está ya en él y no espera más que manifestar sus efectos. La función de la expresión literaria será hacer ver un poco de esta luz oculta que percibe la mirada de la fe. En Bernardo, como también en otros grandes espirituales que fueron escritores, la intensidad de la experiencia explica el carácter ferviente, apasionado de la expresión y, por consiguiente, la parte de exageración que ésta pueda tener: tanto si evoca las profundidades de nuestra bajeza o la sublimidad de las visitas del Verbo, parece ir a veces demasiado lejos, rebasar los límites de lo razonable y, en todo caso, de lo normal y de lo habitual.
A decir verdad, se limita simplemente a revelar, a propósito de él mismo, lo que puede ser el caso de todos. Sus escritos manifiestan un pensamiento a la vez contemplativo y tan comprometido cómo es posible. Cada uno de ellos empezó siendo un acto bien preciso, pero en cada uno de ellos alcanza Bernardo lo universal. Cuanto más lúcido es un ser sobre sí mismo, más ilumina a los otros sobre ellos mismos».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de testimoniar a Nuestro Señor Jesucristo mediante la realización de obras de misericordia en favor de las personas que están alejadas de Dios.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.