LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, REINA
«El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido». Mt 23, 11-12.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan todo lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos hacen fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos ni siquiera a moverlos con un dedo.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.
Ustedes, en cambio, no se dejen llamar «maestro», porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos. Y en la tierra a nadie llamen «padre», porque uno solo es el Padre de ustedes, el del cielo. No se dejen llamar «consejeros», porque uno solo es su consejero, Cristo. El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre, en la advocación de la Bienaventurada Virgen María Reina. El papa Pío XII, que proclamó el dogma de la Asunción de Nuestra Santísima Madre en cuerpo y alma al cielo, como conclusión del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción, anunció, el año 1954, la fiesta litúrgica de María Reina, situándola el 31 de mayo como coronación del mes de María. La reforma del calendario romano ha fijado la memoria el 22 de agosto, en la octava de la Asunción.
De acuerdo con la constitución del Concilio Vaticano II: “María fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono del Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo”. Como podemos ver, la Asunción de Nuestra Madre nos conduce a su realeza universal.
El pasaje evangélico de hoy forma parte de un texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, ubicado entre los versículos 1 y 36. Hoy meditaremos solo los versículos del 1 al 12.
Las expresiones de Jesús sirven de advertencia para los discípulos de todos los tiempos, ya que siempre estaremos expuestos a recaer en los pecados que aquí condena más severamente: la arbitrariedad de algunas imposiciones; la vanidad y ostentación en la observancia de la Ley; la incapacidad para discernir lo importante de lo accidental y secundario y; fundamentalmente, la falta de coherencia entre la doctrina y la vida.
Desde esta perspectiva, la hipocresía de mucha gente queda desenmascarada. El amor nace en la humildad del corazón, tanto en su dimensión vertical, en la relación con Dios, como en la dimensión horizontal, en relación con el prójimo. Cuando esto no sucede, los preceptos cristianos abruman, asfixian y esclavizan.
Jesús respetó la Ley. Más aún, vino a darle cumplimiento, un sentido profundo y plenitud. Por eso ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. Su crítica la dirigió contra aquellos que, amparándose en ella, burlaban sus profundas exigencias. En este sentido, se necesita purificar el corazón con la Palabra de Dios, con la respuesta dada a la Palabra de Dios desde la fe o desde la obediencia de la fe.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
En Nuestra Santísima Madre, reina, contemplamos a aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, brilla como reina e intercede como madre.
Hermanos: el evangelio de hoy nos interpela e invita a identificar nuestras indiferencias e inacciones, y, muchas veces, la pusilanimidad para defender los valores cristianos y las instituciones esenciales, como son la vida humana desde su concepción hasta la muerte, la dignidad de las personas, la familia, entre otras.
Por ello, cada uno de nosotros, en nuestro corazón, respondamos lo siguiente:
- ¿Somos proclives a priorizar las apariencias antes que el cumplimiento de los mandamientos del amor?
- ¿Buscamos los halagos humanos o las recompensas de Dios Padre, que ve en lo escondido?
- ¿Nos reconocemos pecadores? ¿Nos esforzamos y pedimos al cielo el fortalecimiento de la humildad de nuestros corazones?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestros corazones para ser verdaderos apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.
Como señala San Agustín: “Aceptemos en este mundo el mandamiento de la humildad para que merezcamos conseguir en el otro, la exaltación que nos prometió el que por nosotros se hizo humilde aquí en la tierra”.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Padre eterno, Dios nuestro, que nos has dado como madre y como reina a la Madre de tu Hijo, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria que tienes preparada a tus hijos en el reino de los cielos.
Amado Jesús: límpiame, Señor, purifícame, perdóname, sáname, con tu amor compasivo y misericordioso. Y sana también las heridas que he causado, con mi comportamiento equivocado, en el corazón y la vida de las personas que Tú mismo, en tu infinita bondad, pusiste a mi lado.
Padre eterno, sánanos de toda soberbia y vanagloria, y vístenos de la humildad que nos permita ser discípulos de Nuestro Señor Jesucristo
Amado Jesús, que nuestras obras siempre estén inspiradas en tu amor humilde y misericordioso, para que nunca busquemos los halagos humanos y, más bien, siempre busquemos la rectitud del corazón.
Espíritu Santo, padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.
Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean fieles a la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.
Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.
Madre Santísima, Reina universal, Madre del Amor hermoso, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos contemplemos la realeza de Nuestra Santísima Madre con la siguiente antífona:
«Salve reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros».
Redentor nuestro, admirados y animados por enseñanzas, deseamos, el día de hoy, renovar el propósito de seguirte, defendiendo la vida humana, desde la concepción hasta la muerte, la familia, la dignidad de las personas más vulnerables e indefensas.
Tengamos la osadía, el día de hoy, de realizar obras de misericordia con humildad, solo para la mayor gloria de Dios. No dejemos nunca de invocar a Nuestra Santísima Madre, Reina de todo lo creado.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.