VIERNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

FIESTA DE SAN JUAN MACÍAS

«No temas, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino» Lc 12, 32.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 32-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el reino. Vendan sus bienes y den limosnas; hagan alforjas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está su tesoro allí estará también su corazón».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Juan Macías, modelo de entrega a los más pobres. Nació en España el 2 de marzo de 1585; quedó huérfano de padre y madre a los cuatro años. Trabajó como pastor para sustentar a su pequeña hermana y a él mismo; a los veintiocho años se trasladó a Jerez de la Frontera, donde reside por seis años y nacen sus deseos de ser dominico. En 1619 se embarca para América, llegando a Lima e ingresando en la Orden Predicadora, como hermano, en 1623.

Fue amigo íntimo de San Martín de Porres. En su vida religiosa dio ejemplo de todas las virtudes, de oración contemplativa y de caridad con los más pobres y desvalidos, tratándolos con alegría y dedicación. De rodillas, repartía raciones a los pobres, sin que su olla se agotara nunca. Este mismo milagro se reprodujo el 23 de enero de 1949, en el Hogar de Nazaret de Olivenza (Badajoz), cuando la cocinera invocó su nombre sobre una pequeña cantidad de arroz.

Con caridad encendida se entregó también a ayudar a las almas del purgatorio, por ello se le conoce como el “ladrón del purgatorio”. Murió el 16 de septiembre de 1645; fue canonizado el 28 de septiembre de 1975.

San Juan Macías nos invita a santificar nuestras vidas mediante un accionar misericordioso con nuestros hermanos.

El pasaje evangélico del día de hoy, denominado “el verdadero tesoro”, relata uno de los consejos que Jesús hace a sus discípulos, a quienes les llama “pequeño rebaño”. Jesús les señala que no deben tener miedo porque Dios Padre los ha hecho herederos de su reino y les propone un seguimiento a sus enseñanzas, confiando en la providencia divina.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La meta de toda persona debe ser el Reino de Dios, lo cual implica un recto discernimiento sobre las propuestas y realidades de este mundo. En este marco, Nuestro Señor Jesucristo nos invita a poner toda nuestra confianza en los tesoros del cielo, y no en los bienes terrenales, que caducan y pueden conducirnos a la perdición sino los administramos bajo la luz del Espíritu Santo. Nos llama también a confiar en la providencia divina. En este sentido, Jesús es radical: elegimos la luz o la oscuridad.

Nosotros también somos herederos del Reino de Dios Padre. Por ello, Nuestro Señor Jesucristo nos llama hoy orientar la mirada de nuestro corazón a todas las cosas que nos acercan a Dios y a no tener miedo de dejar de lado todas aquellas propuestas del mundo que están alejadas de su amor.

El mundo actual promueve el materialismo, el egoísmo y, con él, la soberbia, el éxito material, los títulos humanos, y trata de incorporar en la conducta humana modelos de vida e ideologías antinaturales alejadas de los preceptos cristianos. Ante toda esta realidad, nuestra fortaleza está en Nuestro Señor Jesucristo, en su Palabra, en todo el amor que nos transmite desde el Padre a través del Espíritu Santo.

Hermanos, en el pasaje evangélico del día de hoy Jesús nos invita a preguntarnos: ¿Cuáles son las cosas y acciones que priorizamos en nuestras vidas? ¿Estas cosas y acciones nos acercan o nos alejan de Dios?

Que las respuestas a estas preguntas nos permitan priorizar, pidiendo la fuerza del Espíritu Santo, aquellas acciones y cosas que nos permitan acumular tesoros en el cielo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

San Juan Macías: intercede ante nuestro Padre eterno para que nos libere de todos los afanes cotidianos que nos propone el mundo de manera incesante, y que nunca olvidemos dónde se encuentran los verdaderos tesoros de nuestra vida.

Padre eterno, te suplicamos envíes tu Espíritu Santo para iluminar nuestra vida y nuestras intenciones con el fin de que siempre pongamos en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Espíritu Santo otórganos la inteligencia para que nuestro corazón esté siempre orientado a amar y a perdonar al prójimo, así como a la realización de obras de misericordia inspiradas en Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Señor Jesús, a quien toda lengua proclamará: Señor para gloria de Dios Padre, recibe en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de toda la creación, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a la divina providencia que proviene de la Santísima Trinidad a través de un texto de Luis Orione:

«¡0h, divina Providencia! ¡Oh, divina Providencia! Nada es mas amable ni adorable que tú, que alimentas maternalmente al pájaro del aire y la flor del campo: a los ricos y a los pobrecitos. Tú abres los caminos de Dios y realizas los grandes designios de Dios en el mundo.

En ti ponemos nuestra confianza, oh, santa Providencia del Señor, porque tú nos amas mucho más que nosotros nos amamos a nosotros mismos. No, con tu ayuda divina, no quiero indagarte más; no, ya no quiero atarte las manos; no, ya no quiero desfigurarte. Solo quiero abandonarme por completo en tus brazos, sereno y tranquilo. Haz que te tome como eres, con la sencillez del niño, con esa fe generosa que no ve límites. “Fe, fe, pero de esa …”, de la fe del beato Cottolengo, que encontraba luz por todas partes y vela a Dios en todo y a través de todo. ¡Divina providencia! ¡Divina Providencia!

Concédeme a ml, pobre siervo y zapatero remendón, y a las almas que oran y trabajan en silencio y sacrificio de vida en torno de los pobrecitos, concede a nuestros queridos benefactores esa amplitud de corazón, de caridad, que no mide el bien con el metro, ni funciona con cálculos humanos: la caridad que es suave y dulce, que se hace todo para todos; que pone su felicidad en poder hacer todo bien a los otros de manera silenciosa: la caridad que edifica y unifica en Jesucristo, con sencillez y candor.

¡Oh, santa divina Providencia! Inspiradora y madre de la caridad, que es la divisa de Cristo y de sus discípulos. Anima, conforta y recompensa ampliamente en la tierra y en los cielos a cuantos, en nombre de Dios, hacen de padre, de madre, de hermanos y de hermanas de los desvalidos».

Hermanos: alabemos a la Santísima Trinidad y agradezcámosle siempre por todos los dones que hemos recibido a lo largo de nuestra vida. Pidamos al Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo, los dones para seguir a Nuestro Señor Jesucristo, ser fieles a su Palabra y ser sus discípulos.

Que la Santa Eucaristía, aun virtualmente en la actual situación, y la Palabra de Dios sea nuestro alimento para permanecer en continua acción de gracias y seguir a Dios de manera firme y decidida, confiando en la divina providencia.

Hermanos: pongamos nuestro corazón en los tesoros del cielo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.