LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
FIESTA DE SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA
«Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» Mt 9, 13.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, al pasar, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores que habían acudido se sentaron a comer con él y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos la memoria de San Mateo apóstol y evangelista; quien, en la lectura de hoy, él mismo relata el momento en el que da el gran salto espiritual: pasó de ser un odiado recaudador de impuestos al servicio de Roma, a ser apóstol de Jesús. Según Eusebio de Cesarea, predicó durante quince años en Judea, donde escribió su evangelio, alrededor de los años 80.
Mateo, llamado Leví por los otros evangelistas, fue el quinto llamado a ser apóstol. Así como los primeros cuatro, que fueron pescadores, Mateo lo dejó todo y siguió a Jesús. La mirada misericordiosa de Jesús movilizó toda la vocación escondida de Mateo para el seguimiento radical.
Luego de su gran decisión, Mateo invitó a Jesús a su casa, donde organizó un banquete con publicanos y pecadores. A los judíos les estaba prohibido relacionarse y, menos, sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, pero Jesús confraterniza con ellos, convirtiendo dicha cena en un banquete celestial ya que tuvo la ocasión de alimentar espiritualmente a los asistentes y prodigar la misericordia de Dios.
Ante los prejuicios de los fariseos, Jesús respondió: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo conoce la profundidad de nuestros corazones y siempre nos mira compasivamente y con misericordia. Él sabe cuándo cada uno de nosotros está preparado para responder con decisión y de manera plena a su llamado. Él conoce el momento en el que seremos más dóciles a su llamado.
Mateo sigue a Jesús inmediatamente, lo deja todo, lo cual es una expresión de su total vocación. Jesús lo libera de la esclavitud del dinero y lo transporta a la libertad del seguimiento.
Hermanos: la vocación de seguir a Jesús es una forma divina de sanación del alma, y el que es llamado, es perdonado porque se acerca y se une al mar de la misericordia infinita de Dios.
Meditando la lectura de hoy, reflexionemos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Cómo respondemos al llamado de Jesús para seguirle? ¿Cómo caracterizamos nuestra vocación de seguimiento a Jesús? ¿Actuamos con prejuicios frente a algunos hermanos solo porque tienen pecados diferentes a los nuestros?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a dejarnos mirar por el amor y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo en la oración, en la Santa Eucaristía, en la penitencia, en la Adoración Eucarística y en la interacción con nuestros hermanos.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Amado Jesús, tú que llamaste al apóstol Mateo a seguirte, concédenos la gracia de conocerte más, de amarte más, de responder plenamente a tu llamado y de seguirte siempre confiando en tu misericordia y providencia, en nuestras familias, comunidades y por donde vayamos.
Amado Jesús, perdona todos nuestros prejuicios y haz que siempre detestemos el pecado, pero no al pecador.
Amado Jesús, tú que repetiste la enseñanza del Antiguo Testamento, «Misericordia quiero y no sacrificios», concédenos los dones para ayudar a nuestros hermanos a acercarse al océano infinito de tu misericordia, en especial, a aquellos que se han alejado de tu mirada.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Pedro Crisólogo:
«Las riquezas revelaban a Mateo como maestro de la avidez y lo oprimían hasta tal punto con el peso de las bolsas de dinero, que no conseguía levantarse hasta la inocencia, a alzarse hasta la justicia, a impulsarse hasta la virtud.
El hecho de que Cristo hubiera llamado para seguirle a un hombre como él, el hecho de que le hubiera elegido para tareas divinas, si no se investiga más a fondo, suscita una cuestión muy difícil de comprender. ¡Y ojalá suscitara sólo una cuestión y no el escándalo que manifestó en aquel tiempo la acusación de los presentes!
¿Cómo no había de encontrarse en un aprieto la fragilidad humana, al creer que el dinero tenía tanto valor para Cristo, que le concedió su confianza a un hombre deshonesto, su favor a un individuo venal, el encargo de la caridad a un maestro de la codicia, la enseñanza de la santidad a un maestro de la usura, a un publicano del mundo el secreto del cielo? …
Jesús le dijo: «Ven y sígueme». No le dijo llévame, porque buscaba a Mateo. Le dijo: “Sígueme”, es decir, rompe las ataduras, suelta los lazos y sígueme; búscate a ti mismo, abandona la usura para conseguir encontrarte.
Mas el justo pretende juzgar a Dios porque se inclina hacia el hombre, porque vuelve su rostro al pecador, porque esta ávido del penitente, porque tiene sed del retorno del pecador, porque bebe la copa de la piedad.
Hermanos, Cristo vino a la comida, vino al convite de la Vida, para que resucitaran de los sepulcros aquellos que yacían muertos. Se sienta a la mesa de la indulgencia para aliviar a los pecadores con el perdón. La divinidad vino a la humanidad para que la humanidad llegara a la divinidad. Vino el juez a la comida del reo para que el reo consiguiera una sentencia humanitaria; vino el médico entre los languidecientes para restablecer, comiendo con ellos, a los extenuados. El buen pastor inclinó sus hombros pastor para llevar de nuevo al redil saludable y bueno a la oveja descarriada».
Queridos hermanos: pidamos la gracia del Espíritu Santo para poder amar cada día más y seguir con firmeza a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, pidámosle la fortaleza para vencer nuestros prejuicios y tentaciones y dejarnos mirar por el amor y la misericordia de Dios.
Todos tenemos en nuestro corazón la vocación de seguir a Nuestro Señor Jesucristo, de manera consagrada o laical, no retrasemos la decisión de seguirlo en nuestras familias, trabajos, estudios, comunidades y como ciudadanos. Contribuyamos a construir un mundo mejor, un mundo cristiano.
Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.