JUEVES DE LA SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

«Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria, la de su Padre y de los santos ángeles» Lc 9, 26.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día la fiesta en honor de Santa María, Virgen de la Merced, que significa “misericordia”, “liberación”. Los ángeles se alegran y alaban al Hijo de Dios.

Esta advocación se remonta al siglo XIII cuando la Virgen se le aparece a San Pedro Nolasco y lo anima a seguir liberando a los cristianos esclavos. En esa época los moros saqueaban y se llevaban a los cristianos como esclavos a África. En esa terrible condición, muchos perdían la fe al pensar que Dios los había abandonado.

Pedro Nolasco, ante esta situación, vendió su patrimonio para liberar a los cautivos. Formó un grupo para organizar expediciones y negociar redenciones. Cuando se acabó el dinero, pidieron limosna. Sin embargo, las ayudas también se terminaron. Nolasco pide a Dios que le ayude. En respuesta, la Virgen se le aparece y le solicita que funde una congregación para redimir cautivos.

Nolasco le preguntó: “¡Oh, Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?” Y María respondió: “No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos cristianos y serán signo de contradicción para muchos”. Ante este deseo, se funda la orden de los Mercedarios en 1218 en Barcelona, España, y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General por el Papa Gregorio IX.

En el año 1696, el Papa Inocencio XII fijó el 24 de septiembre como la Fiesta de la Virgen de la Merced para toda la Iglesia.

El pasaje evangélico de hoy se ubica después del texto de la “misión de los Doce”. En la lectura de hoy, las predicaciones y milagros de Jesús, así como los resultados prodigiosos de la misión de los Doce, llegan a oídos del tetrarca Herodes Antipas, quien se inquieta por ello.

Esta inquietud de Herodes no es por un tema de fe, ni de conciencia, sino que se debía a los comentarios que escuchaba de Jesús y sus discípulos.

Herodes Antipas gobernó Galilea entre los años 4 y 39, después del nacimiento de Cristo; era hijo de Herodes el grande, que gobernó Palestina entre los años 37 antes de Cristo, hasta el año 4 después del nacimiento de Cristo. Fue quien mandó matar a los niños de Belén. Posteriormente aparece Herodes Agripa, que gobernó Palestina entre los años 41 y 44 después de Cristo y que mató al apóstol Santiago.

Herodes Antipas no puede situar a Jesús, ya había mandado matar a Juan Bautista y sus indagaciones eran sinónimo de amenaza porque era un hombre sediento de poder.

Circulaban muchos rumores sobre Jesús; muchos coincidían en señalarlo como un nuevo profeta, no tenían una percepción clara sobre su identidad, estaban muy lejos de conocer la verdad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Madre Santísima, Virgen de la Merced: encomendamos a tu corazón inmaculado a todo el género humano; condúcelo al conocimiento del único y verdadero Salvador, Jesucristo; aleja de la humanidad los males del pecado y concédele la paz en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor.

Hermanos: en la actualidad, son muchas las personas que desean saber de Nuestro Señor Jesucristo, que desean conocerlo y vivir una experiencia de cercanía plena con él.

Estos deseos de nuestros hermanos, muchas veces intensos y otras veces frágiles, precisan de nuestro testimonio de que Nuestro Señor Jesucristo es la respuesta a todas nuestras búsquedas y a toda situación que vivimos, incluyendo las más difíciles.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, respondamos: ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo actuamos cuando estamos cerca de personas que, en sus búsquedas, desean conocer a Nuestro Señor Jesucristo?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan contribuir a que, solidariamente y con misericordia, contribuyamos a que otras personas conozcan a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Señor, Dios nuestro, que en tu admirable providencia quisiste que la Madre de tu único Hijo experimentase las angustias y los sufrimientos humanos; por la intercesión de María, consuelo de afligidos y libertadora de cautivos, concede a los que sufren cualquier modo de esclavitud la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Padre eterno, te suplicamos ilumines a los difuntos que yacen en tinieblas y en sombras de muerte y ábreles las puertas de tu Reino. Protege Señor a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a tu Reino.

Padre eterno, protege a los que se han consagrado en el mundo al servicio de la humanidad para que, con libertad de espíritu y sin desánimo, puedan alcanzar sus ideales cristianos.

Amado Jesús, deseamos conocerte más, amarte más, queremos seguirte con fidelidad y transmitir tu mensaje de amor y misericordia a todos nuestros hermanos en el mundo. Otórganos los dones del Espíritu Santo para no desfallecer, especialmente, en los momentos de tribulación. No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor, pues de ti procede el perdón.

Madre Santísima: Templo de la luz sin sombra y sin mancha, intercede ante tu Hijo unigénito, mediador de nuestra reconciliación con el Padre, para que perdone todas nuestras faltas y aleje de nosotros toda discordia, dando a nuestros ánimos la alegría de amar.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Santísima Madre, Virgen de la Merced, con un escrito de Ricardo de San Lorenzo:

«Aunque ahora reina en el cielo, es ella la que obtiene siempre para todos los fieles la misericordia. Ya leemos en el evangelio que intercedió ante su Hijo en favor de los hombres: “Hijo, no tienen vino” (Jn 2,2). Como si hubiera querido decir: Hijo, los hombres, hambrientos y sedientos, necesitan tu misericordia y tu amor, para que de ahora en adelante el vino de la gracia lleve alegría a los que hasta ahora había entristecido el sabor insípido de la observancia legal.

Cristo, por las oraciones y los méritos de su madre, sigue cambiando todavía el agua de los pecados en el vino de la gracia, y el agua de las miserias en el vino de los consuelos. Esta madre intercede, en efecto, por nosotros con gemidos inenarrables: ella es la que nos obtiene, por su bondad, llorar nuestras culpas e impetrar con la oración el perdón».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu para conocer más los misterios de amor de Nuestro Señor Jesucristo, y ayudar a que nuestros hermanos que lo buscan por lugares equivocados encuentren su amor y misericordia. Pidamos siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.