MARTES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» Jn 11, 27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta, lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. En cambio, Marta estaba atareada con todo el trabajo de la casa; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude». Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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En el pasaje evangélico de hoy, Jesús, camino a Jerusalén, se hospeda en casa de Marta y María. La hospitalidad de ellas presenta dos conductas bien marcadas: la de Marta, que preparaba el alimento para Nuestro Señor Jesucristo, y la de María, que escuchaba maravillada las enseñanzas de Jesús.

En un momento, Marta reclama a Jesús para que María le ayude, considerando tal vez que las labores domésticas eran más importantes que escuchar las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Quizá, porque Marta tenía un crecimiento espiritual que combinaba su servicio con una vida en presencia de Dios.

Esta interpretación se desprende del evangelio de San Juan, de una conversación previa entre Marta y Jesús, antes de que Jesús resucite a Lázaro, lo cual ocurrió antes de la visita de Jesús a la casa de Marta.

En dicho diálogo, ubicado en Juan, capítulo 11, versículos 21-27, en la parte final del mismo, Jesús le dice a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?», y Marta, haciendo una profesión de fe, similar a la de Pedro, responde: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el pasaje evangélico del día de hoy, el tema central es la hospitalidad; específicamente, tener a Jesús como huésped en nuestros corazones y en nuestras vidas. Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo muestra su amor y ternura en la intimidad de una familia.

Las dos actitudes, la de María y de Marta, son complementarias. En la misión de llevar el amor y la misericordia de Dios, son necesarias ambas actitudes: la de escuchar con fe la Palabra y la de cumplirla, en íntima comunión con Dios. Ambas son necesidades reales, vitales para la acción misionera de las comunidades y de todos nosotros en nuestra existencia cotidiana. De esta manera, Jesús nos enseña que debemos vivir una profunda unión entre la vida contemplativa y activa.

Los afanes de la vida, muchas veces, nos van alejando de la lectura de la Palabra, de la contemplación y de la acción evangelizadora. Estemos atentos a estas situaciones, ya que el mundo promueve, precisamente, este alejamiento.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿En nuestra vida, otorgamos tiempo a la escucha de la Palabra de Dios y a la acción evangelizadora a través de nuestras propias vidas?

Que las respuestas a esta pregunta nos permitan complementar la escucha con fe de la palabra, con la acción evangelizadora inspirada por el Espíritu Santo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, Santo de los santos, que te dignaste encarnarte por nosotros y a ser alimentado por quienes tú mismo enriqueciste, otórganos la gracia de complementar siempre la escucha y lectura de tu Palabra, con las obras de misericordia que nos inspire siempre tu Santo Espíritu.

Espíritu Santo: fortalece al papa Francisco, a los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que, en unión íntima con Nuestro Señor Jesucristo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, puedan convertir en acción la Palabra y afrontar con alegría las fatigas de su ministerio.

Padre eterno, tú, que eres el amor y la misericordia, conduce a las almas de los difuntos al cielo, en especial a aquellos que partieron sin conocerte y en momentos de falta de lucidez espiritual.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos también a nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un texto de André Louf:

«Había dos hermanas, y Jesús amaba a las dos. Marta ofrece su trabajo a Jesús; María, su presencia dulce y amorosa. Hasta ese momento, todo va como una seda. Jesús no regaña a Marta porque trabaje, y menos todavía a María porque se siente junto a él. Pero he aquí que Marta pierde la paciencia. Le gustaría que Jesús alejara a su hermana de él y le asignara un trabajo.

Marta se muestra ingenua y conmovedora en su celo por el trabajo bien hecho, pero está menos inclinada a esperar al amor, a expresar su amor, a quedarse tranquila en la alegría del amor. En un determinado nivel, el amor es por sí mismo la obra más importante; se basta a sí mismo, es lo único necesario. En un determinado nivel, se tiene derecho a elegir el amor, sin condiciones, a dejar todo lo demás y dedicarse a él para siempre, porque es la parte que nunca nos será arrebatada, que dura para la eternidad. En un determinado nivel, el amor se vuelve gratuito. Allí donde ve esta gratuidad, Jesús se queda maravillado. Lo asume, se convierte en su defensor. No hay nunca nada más urgente que el amor, ni tampoco nada más eficaz.

Volvemos a encontrar a esta Marta y a esta María, inseparables, también en nosotros mismos. Son como las dos caras de nuestro ser cuando se abre a Jesús. La mayoría de las veces es Marta la que empieza por ponerse delante. Cuando descubrimos a Jesús, nos sentimos impulsados a hacer grandes cosas por Él, a consagrarle las mejores de nuestras energías y de nuestras actividades. Ahora bien, Marta tiene una hermana en nosotros que se despierta a veces tarde. Es María, en nuestra intimidad. Ella querría olvidarse del tiempo, quedarse junto a Jesús, ensimismarse en Él, reposar en Él, alcanzar su mirada, embriagarse con su palabra. De inmediato, y algunas veces durante mucho tiempo, Marta se le opone y quiere retenernos en el exterior, en los trabajos que le preocupan: un conflicto que puede prolongarse a veces durante toda la vida. Sin embargo, poco a poco, María va tomando las de ganar. Es el amor por sí mismo: da gusto amar y quedarse allí junto a aquel a quien amamos. Con todo, los trabajos no desaparecen. Con frecuencia son necesarios. Pero quedan transformados. Ya no sofocan al amor, sino que son sostenidos por su aliento».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de leer e interiorizar diariamente la Palabra de Dios y convertirla en acción evangelizadora a través de nuestra vida, en nuestra interacción con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, de estudios; en nuestras comunidades y por donde vayamos. Así mismo, dejemos que Nuestro Señor Jesucristo actúe en nuestras vidas a través de su Santo Espíritu.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.