JUEVES DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN JUAN PABLO II, PAPA

«Yo he venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? ¡No, sino división!» Lc 12, 49-51.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo he venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? ¡No, sino división!

Desde ahora, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y a nuera contra la suegra».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Juan Pablo II. Karol Wojtila nació en 1920 en Wadowice. Desde muy joven, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajaba como obrero, pero en su corazón latía fuertemente su vocación sacerdotal.

Fue ordenado sacerdote en 1946; en 1958 fue consagrado obispo auxiliar de Cracovia. Participó en el Concilio Vaticano II. En 1978 fue elegido papa. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia, duró casi 27 años.

Ejerció su ministerio con incansable espíritu misionero y con una caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Juan Pablo II promovió el diálogo interreligioso, convocando a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís. Bajo su guía, la Iglesia celebró el Gran Jubileo del año 2000. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo. Dejó como legado múltiples documentos.

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005. El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011 y el Papa Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

El pasaje evangélico de hoy está referido a las consecuencias que ocasiona la radicalidad del seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo: división y conflictos. Esto porque algunos defenderán la fe a ultranza y otros la rechazarán, incluso con odio.

Nuestro Señor Jesucristo se encarnó en Nuestra Santísima Madre, la Virgen María, para traer el fuego de su amor divino a la tierra. En el camino a Jerusalén, Él mismo iba revelando el bautismo por el que tenía que pasar. Así mismo, describía los conflictos que generará en las familias porque algunos lo seguirán y otros no.

El fuego se relaciona con la Verdad que purifica y renueva, se propaga con rapidez y fuerza. Con el bautismo, Jesús se refiere a su “nuevo nacimiento”, haciendo referencia a su pasión, muerte y resurrección, que allana el camino de la salvación del mundo. Así mismo, Jesús sentía angustia porque se avecinaba su bautismo de sangre en la cruz.

En cuanto a la división que generará en las familias, Jesús nos señala que debemos amarlo a Él por encima de todo, incluso de nuestras familias.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo desea que el fuego de su amor divino nos inflame y que nosotros, de manera decidida y valiente, lo sigamos, por encima de cualquier amor humano, incluso el amor familiar. Quienes hemos vivido una experiencia cercana del amor de Dios, podemos testimoniar que ningún amor terrenal puede compararse con la inmensidad del Amor de Dios, ¡ninguno!

En la actualidad apreciamos que la Palabra de Dios genera división; por un lado, hay quienes la aceptan plenamente y, por otro lado, hay quienes la rechazan. Muchos de nosotros podemos dar testimonio personal de ello, incluso, en nuestro interior. Muchas veces nos sentimos atraídos fuertemente por las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; pero, otras veces, no estamos dispuestos a cumplirlas. Así mismo, muchos de nosotros, laicos o consagrados, experimentamos el rechazo de algunos miembros de nuestra familia y amistades por haber decidido seguir a Jesucristo.

En la actualidad, el mayor rechazo a la fe cristiana opera a través de la promoción de modos de pensar y conductas que rechazan el amor de Dios; por ejemplo, la ideología de género, la promoción del aborto, la sexualización de la niñez, los actos de corrupción y otros comportamientos.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿experimentamos conflictos en nuestras vidas por seguir a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Cómo enfrentamos esos conflictos?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas despierten en nosotros un anhelo profundo a morir a lo que somos y renazca en nosotros la identidad plena de hijos de Dios, y nos ayuden seguir a Nuestro Señor Jesucristo y a defender con valentía nuestra fe ante los ataques de quienes la rechazan.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, tú que concediste los dones apostólicos a San Juan Pablo II, concédenos a nosotros la apertura de nuestros corazones para que, purificados por tu gracia, te sirvamos con amor.

Padre eterno: te pedimos por el papa Francisco, los obispos, sacerdotes y consagrados, para que, cargando la cruz de su servicio con amor, nos estimulen a permanecer firmes en el seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo, en medio de las alegrías, tristezas y contrariedades de cada día.

Amado Jesús, manso y humilde de corazón, tú que conoces nuestras debilidades, te suplicamos que hagas nuestros corazones semejantes al tuyo. Haz que sintamos en nuestros corazones el fuego de tu amor divino y transformador.

Espíritu Santo: te pedimos que inspires siempre nuestros pensamientos, palabras y acciones, para dar testimonio de Nuestro Señor Jesucristo, especialmente, cuando nos encontremos en medio de los conflictos y tribulaciones.

Madre Santísima, tú que acompañaste a San Juan Pablo II durante toda su vida, protégenos ante las asechanzas del maligno e intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Juan Pablo II:

«“Horno de caridad”. El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y este es amor al Eterno Padre y el amor a los hombres, a las hijas y los hijos adoptivos. El horno, al quemar, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la “zarza ardiente” del libro del Éxodo, en la que Dios se reveló a Moisés. Era una zarza que ardía con el fuego, pero … no se consumía.

Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano del Dios – Hombre, está abrazado por la “llama viva” del Amor trinitario, que jamás se extingue.

Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. El horno, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los viandantes ateridos. Hoy queremos rogar a la Madre del Verbo Eterno para que en el horizonte de la vida de cada uno de nosotros no cese nunca de arder el Corazón de Jesús, “horno ardiente de caridad”. Para que él nos revele el Amor que no se extingue ni se deteriora jamás, el Amor que es eterno. Para que ilumine las tinieblas de la noche terrena y caliente los corazones».

Queridos hermanos: dejemos que el Espíritu Santo nos prepare, con su fuego inextinguible, a través de la lectura orante de la Palabra, para estar fuertes y valientes en medio de las dificultades que se presentan en nuestras vidas, especialmente, cuando experimentemos el rechazo de nuestra fe. Que nuestras obras de misericordia sean siempre el firme testimonio del seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.