VIERNES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN VICENTE, DIÁCONO Y MÁRTIR

En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso y se fueron con él. E instituyó a Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios. Mc 3, 13-14.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 13-19

En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso y se fueron con él. E instituyó a Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios: Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes puso por nombre Boanerges – es decir, los hijos del trueno -, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San Vicente es uno de los tres grandes diáconos que dieron su vida por Cristo. Junto con Lorenzo y Esteban Corona, Laurel y Victoria, forma el más insigne triunvirato. Este mártir es celebrado por toda la Cristiandad.

El pasaje evangélico de hoy también se ubica en el capítulo 10 de Mateo, versículos del 1 al 4, y en el capítulo 6 de Lucas, versículos 12 al 16. En la lectura, Jesús llama a los Doce para una doble misión: la primera, formar su comunidad, la Comunidad de Jesús y la Iglesia, compartiendo con Él su vida. La segunda, para llevar una vida orante, proclamar el evangelio, curar enfermos y luchar contra el poder del mal.

En Lucas, se narra: «Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles». La elección de los doce apóstoles estuvo precedida por una noche de oración y soledad por la importancia de la elección. El número doce evoca la constitución del pueblo de Israel con las doce tribus y los doce patriarcas. A los doce los llamó apóstoles, que significa en griego “enviados”, y representan la restauración del pueblo por parte de Jesús, quien lo conduce a través de un nuevo “éxodo” desde la esclavitud del pecado y la muerte, hacia la liberación y la vida eterna.

Los apóstoles eran hombres simples, gente de alma abierta, decididos y tímidos al mismo tiempo. No eran ricos, ni famosos, ni ilustrados; la mayoría de ellos carecía de educación. Eran pescadores, pastores, recaudadores de impuestos, había un adolescente (Juan), algunos eran mayores; unos solteros, otros casados. Eran doce diamantes en bruto; sin embargo, hubo entre ellos un traidor, Judas Iscariote.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra de que las decisiones trascendentes deben estar precedidas por la oración, en un espacio íntimo de encuentro con la Santísima Trinidad.

Nuestro Señor Jesucristo siempre elige de acuerdo con la voluntad divina y no en función de las capacidades y conocimientos humanos. Él capacita a los elegidos a través de su Santo Espíritu; en este sentido, sigámoslo sin miedo ya que él nos proveerá de todo lo que necesitemos para cumplir nuestra misión en nuestras familias, comunidades, trabajos y como ciudadanos globales. Él nos llama, nos sana, nos libera, nos instruye y fortalece con los dones de su Santo Espíritu, no importa la edad ni los conocimientos académicos, solo basta que dejemos que fluya la fuerza interior del llamado. Es la gratuidad de la llamada.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, recordemos las veces que hemos experimentado el amor de Dios y respondamos: ¿Seguimos a Jesús en nuestras actividades diarias? ¿Agradecemos a Dios por tanta bondad? ¿Acudimos a la oración cuando empieza el día, cuando iniciamos nuestras labores y al término del día? ¿Somos conscientes que nuestras capacidades humanas son un don de Dios?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser mejores discípulos de Nuestro Señor Jesucristo durante toda nuestra vida.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, Pastor de pastores, te pedimos que continúes asistiendo y enriqueciendo a tu Iglesia con el don de las vocaciones. Te suplicamos que sean muchos los que acojan tu llamado con la generosidad y fidelidad de sus respuestas.

Amado Jesús, te pedimos por el Santo Padre, por los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y misioneros; fortalécelos con tu Santo Espíritu para que lleven tu Palabra y ejemplo a todos los confines de la tierra.

Amado Jesús, modelo de la caridad pastoral para todos los tiempos, concédenos la gracia de contemplar el misterio de amor de tu entrega con absoluta gratuidad por la salvación de la humanidad.

Espíritu Santo: libéranos de todas las ataduras del pecado y danos la fortaleza para ser apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege, del enemigo, a las almas de las personas agonizantes.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Cipriano de Cartago sobre la unidad de la Iglesia:

«Debemos mantener y defender con toda energía esta unidad, especialmente los obispos, que hemos sido puestos al frente de la Iglesia, para probar que el mismo episcopado es uno e indivisible.

Nadie engañe con mentiras a los hermanos, nadie corrompa la pureza de la fe con una pérfida prevaricación. Como el episcopado es único, y cada uno participa de él por entero, así es única la Iglesia, que se extiende sobre muchos por el crecimiento de su fecundidad. Muchos son los rayos del sol, pero una sola es la luz; muchas son las ramas del árbol, pero uno solo es el tronco clavado en la tierra con fuerte raíz; y cuando de un solo manantial fluyen muchos arroyos, aunque aparezcan muchas corrientes desparramadas por la abundancia de las aguas, con todo una sola es la fuente en su origen.

Si separas un rayo de la masa del sol, no subsiste la luz a causa de la separación; si cortas la rama del árbol, no podrá germinar la rama cortada; si atajas el arroyo aislándolo de la fuente, se secará. Del mismo modo, la Iglesia del Señor esparce sus rayos, difundiendo la luz por todo el mundo, y esa luz que se esparce por todas partes es, sin embargo, una y no se divide la unidad de su masa. Extiende sus ramas frondosamente por toda la tierra, y sus arroyos fluyen con abundancia en todas direcciones. Con todo, uno solo es el principio y la fuente, y una sola la madre exuberante de fecundidad. De su seno nacemos, con su leche nos alimentamos, de su espíritu vivimos».

Hermanos: pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine con la luz de sus dones para que llevemos adelante nuestra vocación según el estado de vida que tengamos. Nuestro Señor Jesucristo nos llama a servirlo desprendiéndonos de todo para poner nuestras capacidades humanas a su servicio, por medio de la Iglesia y para la mayor gloria de Dios. Busquemos su voz en el silencio y la oración, sabiendo que su Santo Espíritu nos guiará y fortalecerá siempre.

Ayudemos a las personas que aún no conocen a Dios a acercarse a Él y que experimenten su acción sanadora y liberadora.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.