DOMINGO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Vámonos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí; que para eso he venido» Mc 1, 38.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada y cuando todavía estaba muy oscuro, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron a buscarlo y al encontrarlo le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a los pueblos cercanos, para predicar también allí; que para eso he venido». Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Aquel día por la mañana, en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús había liberado a un hombre poseído por un espíritu impuro. Luego sale de la sinagoga y se dirigió a la casa de Simón y Andrés donde los discípulos interceden por la salud de la suegra de Pedro, que estaba postrada y con fiebre.

La suegra de Pedro simboliza la situación de exclusión que sufrían las mujeres ancianas y enfermas. Jesús se acerca y rompe con el prejuicio cultural y religioso de la época; la coge de la mano, se produce un contacto físico, la sana, la proyecta en su dignidad como hija de Dios. Finalmente, también la hace discípula, porque después ella le sirve.

En este pasaje, como manifiesta Enrique Martínez Lozano: «Jesús articula admirablemente la actividad y el recogimiento, el encuentro y la soledad, la palabra y el silencio. Los textos nos dicen que solía retirarse “de madrugada, a un lugar solitario, a orar”. Nos gustaría conocer cómo vivía esos tiempos de silencio y de oración. Con todo, no parece difícil imaginar que para alguien que se sabe uno con el Padre (“El Padre y yo somos uno”: Jn 10, 30), el silencio no sería sino la experiencia de abismarse en aquella Unidad que todo lo trasciende y, a la vez, todo lo abraza».

Y después de la oración, Jesús se dedicaba a enseñar, a acoger, a curar enfermos, y a liberar a la gente de las causas que provocaban sus males. Sus manos y su sola presencia eran instrumentos de divinidad.

Luego, Jesús fue encontrado en un lugar apartado por la gente que buscaba retenerlo; pero, Él, consciente de su misión, les señala que el anuncio de la Buena Nueva debe extenderse a otros pueblos. Este es el espíritu profético de la lectura.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo muestra el poder total que tiene sobre las enfermedades y el mal. Quien se acerca a Él, es perdonado, sanado, liberado y recupera la dignidad de hijo de Dios. Así mismo, Jesús espera que quien sea sanado, levantado o liberado, se ponga al servicio de la causa del Reino, lo cual es parte de la identidad cristiana, tal como lo hizo la suegra de Pedro.

Nuestro Señor Jesucristo fundó la Iglesia, que es el canal por el que Dios hace llegar la gracia a cada hombre que se incorpora a su Reino. Todos somos miembros de la Iglesia, nos une la gracia del Espíritu Santo. Como decía San Agustín, la misión de Jesús es la que hoy desempeña la Iglesia.

Hoy, muchas personas quebrantadas física y espiritualmente esperan nuestra ayuda, extendamos nuestras manos para servir a Nuestro Señor a través de ellas. Este debe ser el eje de nuestra evangelización porque a las puertas de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo.

Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña la importancia de la oración al comenzar toda jornada misionera. Por ello, en medio de nuestra acción misionera, busquemos el silencio para la oración que restaura y aquieta el alma para que brote en nosotros la sabiduría.

Respecto a la oración, Maurice Zundel nos dice: «La oración nos permite estar rodeados por una presencia vivificante y sostenidos por una ternura infinita, con la posibilidad de transformar sin cesar nuestra dependencia en oblación de amor. Hace de nuestra vida un don y nos sitúa en una relación filial con nuestro creador».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Buscamos momentos para orar y dialogar con Dios? ¿Somos conscientes de la misión que tenemos en nuestras vidas? ¿Somos solidarios con el dolor humano?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a desatar los nudos del pasado que liberen nuestra capacidad de amar y de servir; así mismo, nos ayuden a orar y agradecer a Dios por los dones recibidos.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

A ti, Dios Padre no engendrado, a ti, Hijo único del Padre, a ti, Espíritu Santo paráclito, santa e indivisa Trinidad, te confesamos con todo el corazón y con los labios, te alabamos y te bendecimos, ¡Para ti la gloria por los siglos de los siglos!

Padre eterno, te rogamos, Señor, que guardes con incesante amor a tu familia santa, que tiene puesto su apoyo sólo en tu gracia, para que halle siempre en tu protección su fortaleza.

Amado Jesús, ayúdanos a convertir nuestra plena disposición a seguirte, en testimonio vivo de tu Palabra; que nuestras vidas sirvan para glorificarte a través de nuestras acciones diarias, en especial, en favor de nuestros hermanos más necesitados.

Espíritu Santo, que tu santa luz ilumine nuestros corazones para ser sensibles al llamado que Nuestro Señor Jesucristo nos hace a través de sus enseñanzas.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y recíbelas en el Reino; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Bernardo de Claraval:

«¡Qué gran condescendencia de Dios, que nos busca, y qué dignidad la del hombre así buscado! ¿Qué es el hombre para que le hagas caso, para poner tu atención en él? Quisiera saber por qué Dios ha querido venir hasta nosotros y por qué no hemos ido nosotros hacia él, ya que somos nosotros los interesados en el asunto. No es costumbre de los ricos ir hacia los pobres, ni siquiera cuando tienen intención de hacerles algún bien.

Nos tocaba a nosotros ir hacia Jesús. Pero un doble obstáculo nos lo impedía: nuestros ojos estaban ciegos y él habita en una luz inaccesible. Nos encontrábamos postrados, paralizados en nuestra camilla, incapaces de llegar hasta la majestad de Dios. Por esto, nuestro buen Salvador y médico de nuestras almas bajó de su altura y escondió ante nuestros ojos enfermos el esplendor de su gloria. Se revistió como de una linterna, quiero decir, del cuerpo purísimo, sin mancha, que asumió».

Queridos hermanos: pidamos continuamente al Espíritu Santo la gracia de orar continuamente y la inspiración para cumplir nuestra misión en nuestras familias, comunidades, centros laborales, como habitantes de nuestra casa común.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.