MARTES DE LA SEMANA III DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA III DE PASCUA – CICLO B

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed». Jn 6, 35.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35

En aquel tiempo, la gente preguntó a Jesús: «¿Y qué signo vemos que haces Tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». Jesús les replicó: «Les aseguro que no fue Moisés quién les dio el pan del cielo, es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

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La lectura de hoy también forma parte del discurso eucarístico de Jesús, que comprende los versículos del 22 al 66 y cuya primera parte meditamos ayer. Para lograr una mejor comprensión del sentido eucarístico de las expresiones de Jesús, se recomienda leer todo el texto.

En el pasaje evangélico de hoy, versículos 30 al 35, nuevamente, mucha gente exige como condición para creer en Jesús la realización de signos prodigiosos, semejantes a la provisión del maná, cuando los judíos deambularon en el desierto. Ante este concepto equivocado de aquel grupo de personas, Jesús se identifica como el emisario celeste, el verdadero pan divino, el alimento del alma; no como el maná, que simplemente nutría al cuerpo.

Jesús se presenta como el verdadero pan que alimenta el espíritu y lleva a la vida eterna, trascendiendo toda posibilidad humana. Pero para entender esta transformación, es imprescindible la fe.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuevamente, Nuestro Señor Jesucristo insiste amorosamente en la purificación de nuestro seguimiento, sin separarlo de la Eucaristía y sin separarlo de todos los prodigios y milagros que Dios hace en nosotros, empezando por nuestras vidas.

Él siempre está presente a nuestro lado, algunas veces escondido, otras veces se muestra amorosamente en cada uno de esos signos vitales y otras veces en las circunstancias providenciales de tiempo y del espacio en las que se manifiesta directa o indirectamente.

Nuestro Señor Jesucristo nos invita a ir a Él cuando nos dice: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed». Él es accesible a toda persona, cualquiera sea su creencia, incluso si no tiene creencia, y cualquiera sea el estado de su alma. Él es el pan de vida, la luz del mundo, el buen pastor, la resurrección, la vida eterna. Bendito y alabado seas amado Señor.

Queridos hermanos, reflexionando en la intimidad de nuestros corazones, respondamos: ¿Cuáles son las razones que nos impulsan a buscar a Jesús? ¿Sentimos la necesidad de una plena cercanía con Dios?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acudir confiadamente a Jesús, a creer en Él y a aceptar su alimento de vida eterna, sacramental o espiritualmente.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

«Señor, danos siempre de ese pan».

Padre eterno, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del espíritu, acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que, purificados ya de sus pecados, alcancen todas tus promesas.

Amado Jesús, danos del pan de vida eterna, fortalece nuestra fe con los dones del Espíritu Santo para que seamos portadores de tu amor, un amor que se entregue a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que se han alejado de ti y necesitan de tu amor en estos tiempos difíciles.

Amado Jesús, recibe en tu reino, por tu infinita misericordia, a las almas de nuestros hermanos que han partido a tu presencia sin el auxilio espiritual.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed», dice el Señor.

Amado Jesús, que te hiciste pan de vida para que en ti tengamos vida eterna, tú inspiras un gozo desbordante en nuestras almas cuando estamos ante el Santísimo Sacramento y en la Eucaristía, aun de modo virtual, porque nos devuelves la dignidad de hijos de Dios.

Amado Jesús, llenas nuestras vidas de paz, porque tú caminas siempre con nosotros, no nos abandonas a pesar de nuestras infidelidades, antes bien, llenas los vacíos de nuestras almas con tu amor incondicional y nos asistes con tu Espíritu Santo.

Amado Jesús, te entregamos nuestra libertad y nuestra vida entera, es lo único que podemos darte en medio de nuestras limitaciones, sé que tú aceptarás nuestra ofrenda en tu infinita misericordia, no nos abandones jamás, no deseamos una vida fuera de ti, Dios nuestro, Señor y Rey nuestro.

Amado Jesús, nos comprometemos a comunicar a nuestros hermanos el infinito amor que nos tienes a cada uno. Tanto amor, que entregaste tu propia vida para nuestra salvación. También, Señor, deseamos unir nuestra fe a la Eucaristía, donde estás siempre presente.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.