SÁBADO DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO B

SAN ISIDRO LABRADOR

«Les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo dará. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que la alegría de ustedes sea completa». Jn 16, 23b-24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo dará. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que la alegría de ustedes sea completa. Les he hablado de esto en parábolas; pero ahora ya no lo haré así, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi nombre y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que el mismo Padre los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San Isidro Labrador nació en Madrid hacia el año 1080 en el seno de una familia humilde. Desde pequeño era piadoso y lleno de bondad. Se convirtió en labrador cuando quedó huérfano en la adolescencia. Se casó con santa María de la Cabeza.

San Isidro fue un modelo de vida cristiana en la familia y en el trabajo, siguiendo a Nuestro Señor Jesucristo a través de los sacramentos y siendo un ejemplo luminoso al combinar las labores diligentes del campo con la obediencia y una caridad fecunda. Es celestial patrono de Madrid y de los agricultores. Tan grande fue la confianza de este buen hombre en Dios, que, en todos los asuntos, aun siendo grandes y difíciles, se mantenía seguro y esperanzado. Dios puso de manifiesto los méritos y santidad de San Isidro con muchos y grandes milagros durante su vida. Fue beatificado por el papa Paulo V, el 14 de junio de 1619 y canonizado el 12 de marzo de 1622.

El pasaje evangélico de hoy, Jesús deja en claro que sus discípulos también son amados por el Padre; por lo tanto, tienen acceso directo a Él, porque han creído en Jesús y en su procedencia divina. Los exhorta a confiar en el Padre, señalando que lo que le pidan en nombre de él, el Padre lo concederá, porque el Padre ya los ama y por ello lo recibirán con inmenso gozo en el corazón.

Esta lectura es un adelanto del pronto inicio del tiempo del Espíritu Santo, en el que Jesús se manifestará mediante el Espíritu, hasta el fin del mundo.

Como dice Alfred Loisy: «En su estado glorioso, Cristo no pedirá por los suyos; pedirá con ellos y a través de ellos en su Iglesia. Llegamos aquí a lo más profundo de la mística cristiana». Pidamos, entonces, a Dios Padre, en el Santísimo Nombre de Jesús, una vida bienaventurada.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos hace una promesa que nos llena de esperanza, de la que Él es el garante: todo lo que le pidamos al Padre, en su Santísimo Nombre, nos será concedido, siempre y cuando esté en el plan de vida que tiene para nosotros.

Oremos en nombre de Jesús y experimentemos la misma identidad que compartimos con Él, para decir con Él: «El Padre y yo somos uno»; oración cuya respuesta contiene en sí todo anhelo cristiano.

Hermanos: Jesús eleva nuestra naturaleza humana hasta el cielo; Jesús vive en el corazón de cada uno de nosotros y somos amados por Dios Padre como hijos muy queridos.

Meditando la lectura, respondamos: ¿Cómo tomamos la promesa de Nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas? ¿Pedimos a Dios Padre las cosas que necesitamos para crecer espiritualmente?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a amar y confiar más en la Santísima Trinidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, Dios nuestro, que, en la humildad y sencillez de san Isidro, labrador, nos dejaste un ejemplo de vida escondida en ti, con Cristo; concédenos que el trabajo de cada día humanice nuestro mundo y sea, al mismo tiempo, plegaria de alabanza a tu nombre.

Amado Jesús, concédenos el coraje de dejarlo todo para seguirte. Haz que, impulsados por tu amor, aceptemos sin dudas embarcarnos contigo en cualquier travesía que nos propongas. Enséñanos a no turbarnos durante tus silencios, y profundiza nuestro entendimiento para escoger tus caminos. Haz pura y consistente nuestra oración para pedir a Dios Padre, en nombre de tus méritos, con la certeza de que vamos a recibir con alegría y gozo. Concédenos la fe para creer que tú puedes intervenir en cualquier momento, con tu poder, para librarnos de todo peligro. Tú que eres Dios y vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Amado Padre celestial, que los agonizantes y los difuntos, libres de la esclavitud de la corrupción, entren en la libertad gloriosa de tu reino.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una homilía de Pseudo-Macario:

«Todos los que desean convertirse en coherederos de los santos no deben amar nada por encima de Dios, de suerte que sean encontrados bien aceptados en el momento de la prueba por haber custodiado perfectamente su amor por el Señor. Por eso hace falta siempre mucha fe, paciencia, lucha, perseverancia, fatigas, hambre y sed del bien, ardor, coraje, discernimiento, inteligencia.

A lo largo del camino se nos presentan tentaciones, numerosas pruebas, tribulaciones, luchas y sudores, a fin de que se haga manifiesto quién ha amado verdaderamente al Señor hasta la muerte, con toda su voluntad y con todas sus fuerzas. Por eso justamente entran en el Reino de los Cielos los que se han negado a sí mismos según la Palabra del Señor y han amado al Señor más que a su propia respiración, y por eso serán recompensados por su excelso amor con los dones excelsos del cielo.

Las promesas y la gloria están ocultas en las tribulaciones, en los padecimientos, en la paciencia y en la fe, del mismo modo que el fruto está escondido en la semilla echada en la tierra. Dice el apóstol: “A través de muchas tribulaciones podemos entrar en el Reino de los Cielos”. Y dice el Señor: “En el mundo tendréis tribulaciones” (Jn 16,33). Hace falta solicitud, vigilancia, fervor e insistencia a la hora de orar al Señor para poder pasar a través de las insidias de los deseos terrenos, de las tempestades del mundo. En consecuencia, es necesario que cada uno de nosotros combata, que se comprometa con todas las virtudes y crea con fe».

Hermanos, manifestemos nuestro amor a Cristo amando a nuestros hermanos y, así, convertirnos en canales de gracia y bien en el nombre de Jesús, para la mayor gloria de Dios. Dispongamos, pues, nuestro corazón y mente para aceptar el amor de la Santísima Trinidad; respondamos con alabanzas y mediante acciones de gracias, realizando obras de misericordia, meditando la Palabra, participando en la Santa Eucaristía, rezando el Santo Rosario y desarrollando actividades inspiradas por el Espíritu Santo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.