SÁBADO DE LA SEMANA XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones». Is 42,1.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,14-21

En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se alejó de allí y muchos lo siguieron. Él los curó a todos, advirtiéndoles que no lo dieran a conocer. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña resquebrajada no la quebrará, ni apagará la mecha que apenas arde, hasta implantar el derecho. Y en su Nombre esperarán las naciones».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El pasaje evangélico de hoy describe las reacciones de los fariseos ante la acción misionera de Jesús y detalla cómo Jesús se alejó de ellos para continuar su misión de sanar el cuerpo y el alma de todos quienes les seguían.

Así mismo, el evangelista, inspirado por el Espíritu Santo, señala el cumplimiento de la profecía de Isaías en el texto denominado “Primer cántico del siervo de Yahvé”, donde se prefigura a Jesús, el Mesías. Tengamos presente la siguiente lectura del profeta Isaías 42,1-4.

Como reflexionamos ayer, la hostilidad de los fariseos contra Jesús sigue aumentando hasta llegar al extremo de querer acabar con él. Sin embargo, dicha persecución no causa temor en Jesús; al contrario, lo anima a seguir con fidelidad su misión salvadora, acogiendo a los más necesitados con todo su amor y misericordia.

Nuestro Señor Jesucristo es la puerta de entrada para acceder al conocimiento más lúcido y profundo que puede alcanzar nuestra alma: el amor y la misericordia, la bondad y la humanidad sin fisuras, que son Dios mismo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Hace unos días, Nuestro Señor Jesucristo nos pidió que imitemos su humildad y mansedumbre; así mismo, nos dio con su vida ejemplos de amor y misericordia. Hoy, en esa misma línea conductora, Jesús hace el bien a todos los más necesitados, pidiéndoles suma discreción.

Así mismo, a pesar de la persecución, Jesús no se amilana; todo lo contrario, continúa su misión hasta el extremo, brindando un ejemplo supremo de amor y entrega total. De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo es el Siervo de Yahvé, es el Siervo de Dios Padre y Mesías nuestro.

Hermanos: respondamos con todo el corazón: ¿De qué manera somos siervos y amigos de Nuestro Señor Jesucristo para nuestros hermanos más necesitados?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser verdaderos siervos de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno y bueno, tú, que, por amor, deseas introducir a cada hombre en el día sin ocaso, en el sábado de tu descanso, concédenos comprender que sólo la caridad constituye el camino seguro hacia la meta, y haznos fieles a la observancia del único precepto, el precepto del amor.

Gracias, Padre eterno, glorificado seas por siempre porque Nuestro Señor Jesucristo es el camino, la verdad y la vida para nosotros.

Amado Jesús, fortalécenos con tu Espíritu Santo para que, mediante la práctica de las Bienaventuranzas, podamos acercarnos más a tu amor y misericordia a través de nuestros hermanos más necesitados.

Espíritu Santo, que la profecía de Isaías y el llamado que Dios Padre realiza a los apóstoles, en el monte Tabor, en la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, nos hagan comprender las enseñanzas de Jesús y las podamos llevar a la práctica.

Amado Jesús, que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren en tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo que, con su vida, nos muestra que primero está la voluntad de Dios Padre y luego las reglas humanas, pues el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado. Como dice San Juan Crisóstomo: «Cristo superó la Ley, no como un adversario, como si fuese enemigo del Legislador, sino en unión con el Legislador. Los profetas anunciaron sus viajes y cambios de lugar y la intención con la que actuaría».

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Hipólito de Roma, presbítero y mártir:

«Esta es nuestra fe…: Fue el Padre quien envió la Palabra (Jn 1,1), al fin de los tiempos… Le dijo que se manifestara a rostro descubierto, a fin de que el mundo, al verlo, pudiera salvarse… Sabemos que se hizo hombre de nuestra misma condición, porque, si no hubiera sido así, sería inútil que luego nos prescribiera imitarle como maestro (Jn 13,14.34). Porque, si este hombre hubiera sido de otra naturaleza, ¿cómo habría de ordenarme las mismas cosas que él hace, a mí, débil por nacimiento, y cómo sería entonces bueno y justo?

Para que nadie pensara que era distinto de nosotros, se sometió a la fatiga (Jn 4,6), quiso tener hambre y no se negó a pasar sed, tuvo necesidad de descanso y no rechazó el sufrimiento, obedeció hasta la muerte y manifestó su resurrección, ofreciendo en todo esto su humanidad como primicia, para que tú no te descorazones en medio de tus sufrimientos, sino que, aun reconociéndote hombre, aguardes a tu vez lo mismo que Dios dispuso para él…

Cuando contemples ya al verdadero Dios, poseerás un cuerpo inmortal e incorruptible, junto con el alma, y obtendrás el reino de los cielos, porque, sobre la tierra, habrás reconocido al Rey celestial; serás íntimo de Dios, coheredero de Cristo, y ya no serás más esclavo de los deseos, de los sufrimientos y de las enfermedades, porque habrás llegado a ser dios… Cristo es el Dios que está por encima de todo (cf Rm 9,5) … él es quien renueva al hombre viejo (Col 3,9), al que ha llamado desde el comienzo imagen suya (Gn 1,27), mostrando, por su impronta, el amor que te tiene. Y, si tú obedeces sus órdenes y te haces buen imitador de este buen maestro, llegarás a ser semejante a él».

Queridos hermanos: pongamos toda nuestra esperanza en Nuestro Señor Jesucristo y pidamos al Espíritu Santo los dones para fortalecer nuestra fe en su amor y misericordia. Que la Palabra sea parte de nuestro alimento espiritual. Así mismo, que la oración y las obras de misericordia formen parte del diálogo permanente y diario que tengamos con la Santísima Trinidad.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.