VIERNES DE LA SEMANA XVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XVIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

«Este es mi Hijo amado; escúchenlo». Mc 9,7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,2-10

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados y no sabían lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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El texto de la Transfiguración se encuentra también en Mateo 17,1-8 y en Lucas 9,28-36. La Transfiguración ocurre seis días después de que Jesús realizó el primer anuncio de su pasión, muerte y resurrección.

En este hermoso acontecimiento se desarrollan cuatro diálogos: el primero fue el diálogo de Jesús con Moisés y Elías, con quienes conversa sobre su pasión, muerte y resurrección. Moisés representa la Ley y Elías representa a los profetas, puesto que Jesús fue anunciado por la Ley y los profetas. El segundo diálogo es el de Pedro con Jesús: Pedro se entusiasmó, tal vez pensó que el Reino de Dios ya era una realidad, pero no sabía lo que decía. El tercer diálogo es el de Dios Padre con la humanidad: ocurre cuando aparece una nube luminosa que representa la gracia reveladora del Espíritu Santo. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo». En el cuarto diálogo Jesús les dice a sus discípulos que no teman y les mandó que no cuenten esta visión hasta después de su resurrección.

La Transfiguración pone de manifiesto que en la humanidad de Jesús se revelaba algo enigmático que trasciende lo humano. Pero, no es solamente el momento luminoso y fulgurante de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, es también un hito importante en su camino hacia la entrega total. La transfiguración es una prefiguración de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, es un anticipo de la victoria de Jesús sobre la muerte y sobre el maligno; es también una muestra de la condición de la vida futura. Es un desborde divino en medio de nuestra humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La enseñanza de este evangelio es excepcional: todos nosotros tenemos la posibilidad de retirarnos en oración, subir a la montaña para escuchar mejor la voz del Señor y pedirle por nuestra conversión y así, llevar a nuestros hermanos que sufren enfermedad, injusticia y pobreza material y espiritual, nuestra experiencia de ese encuentro con el Señor. Esa Palabra escuchada debemos guardarla en el corazón y hacerla crecer proclamándola a nuestros hermanos. Esta es nuestra misión, hacer que la gloria de Dios sea conocida y sirva de consuelo a nuestros hermanos que sufren o ignoran su misericordia.

Tengamos presente que en la Transfiguración del monte Tabor, Jesús reveló su identidad divina, manifestándose en una gloria resplandeciente y eterna. En nuestra vida también experimentamos momentos de “transfiguración”, de experiencias gratificantes de Dios. Atesoremos esos momentos y tengámoslos presentes en los momentos de las tribulaciones, que, vividas al lado de Nuestro Señor Jesucristo, serán fuente de gracia.

Ante el maravilloso acontecimiento de la Transfiguración, conviene preguntarnos: ¿Somos capaces de dialogar con las tres personas de la Santísima Trinidad a través de la oración? Dios Padre nos pide que escuchemos a su Hijo, ¿somos capaces de dialogar con Jesús, estando atentos al mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra? ¿Escuchamos a Dios a través de nuestros familiares, amigos, hermanos de comunidad? ¿Nos dejamos transformar, transfigurar por el Señor? ¿Damos a conocer a los demás las manifestaciones de la gloria de Dios en nosotros?

Que las respuestas a estas preguntas sean beneficiosas para seguir a Dios.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Dios Padre, que nos has mandado a escuchar a tu hijo amado, alimenta nuestro espíritu con la Palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Transfigura Señor, transforma nuestra vida para ser verdaderos hijos tuyos.

Padre eterno, te pedimos por el papa Francisco, nuestros obispos, párrocos, sacerdotes, diáconos y consagrados y consagradas, para que, reflejando en sus vidas el rostro luminoso de Jesús, nos ayuden a experimentar su misericordia en este tiempo de conversión.

Amado Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros y otórganos los dones para socorrer a nuestro prójimo, en especial, a los más necesitados.

Amado Jesús, justo juez, misericordia pura, ten compasión de los difuntos, especialmente de aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reyna de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Juan de Ford:

«“Dulce es la luz – dice Salomón – y agradable para los ojos ver el sol” (Eclesiástico 11,7). ¿Qué significa, para los ojos, ver el sol? El esposo es luz y “su rostro brillaba como el sol” (Mt 17,2). En sus ojos, sin embargo, se refleja la fascinación de una belleza sorprendente, que deslumbra con su esplendor, como un astro de luz infinita.

Entonces, ¿por qué no me acerco para calentarme? ¡Oh, tumulto de las preocupaciones humanas! ¿Por qué priváis a mi pobre alma de los ojos de Jesús? Alejaos de mí, quién sabe si podré procurarme, de alguna manera, como a hurtadillas, un poco de este gozo, aunque sólo sea un instante. Y si no se me permite saborear plenamente esta visión bienaventurada, que al menos pueda alegrarme de haberla deseado. El solo hecho de desear esta belleza es como despojarse de la propia fealdad y revestirse de su esplendor.

El que busca ardientemente el rostro de Jesús ya ha llegado, en realidad, a exaltar al Hijo del hombre y ya ha despuntado para él el día de la gloria. Éste es, por tanto, para ti el signo de que has visto verdaderamente a Jesús: si le has glorificado con todo el corazón en la alabanza y en la bendición.

¡Oh rostro más deseable que cualquier otra cosa, que no privas de tu visión a los que te buscan y que glorificas con tu luz a los que te ven! Ahora bien, como dijo el mismo Jesús, esta alegre glorificación dura sólo una brevísima hora y, además, rara vez se concede.

Es ésta una hora feliz, y grande es su ganancia. Es la hora en la que él glorifica, a su vez, a los que le dan gloria. “Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,4). Efectivamente, la visión del rostro de Jesús es, en verdad, portadora de salvación y de vida, pero el hombre no podrá verlo si antes no muere a sí mismo, para vivir sólo para él. ¡Bienaventurados los ojos de todos aquellos que lo han visto!».

Hermanos: en el silencio de nuestros corazones y maravillados por la identidad divina de Nuestro Señor Jesucristo, escuchamos la voz agradable y paternal de Dios Padre, que nos dice: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo».

Padre Eterno, estamos dispuestos y nos comprometemos a escuchar a tu Hijo a través de la lectura orante de la Palabra y, con la ayuda del Espíritu Santo, convertirla en acción evangelizadora por donde vayamos. Queremos también, Padre Eterno, dialogar más contigo, con Nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo a través de la oración del corazón.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.