SÁBADO DE LA SEMANA XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN PÍO X, PAPA

«El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido». Mt 23,11-12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos hacen fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos ni siquiera a moverlos con un dedo. Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Les gusta llevar en la frente y en los brazos citas de las Escrituras y ponerse ropa con grandes borlas; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Ustedes, en cambio, no se dejen llamar “maestro”, porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos. Y en la tierra a nadie llamen “padre”, porque uno solo es el Padre de ustedes, el del cielo. No se dejen llamar “consejeros”, porque uno solo es su consejero, Cristo. El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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San Pío X, cuyo nombre era Giuseppe Sarto, nació el 2 de junio de 1835 en Riese, en Treviso, en una familia campesina. Su madre, viuda con diez hijos, le hizo terminar los estudios en el seminario. Fue ordenado sacerdote a los 23 años. En 1875 era canónigo; en 1884, obispo; en 1893, patriarca, y, por último, el 4 de agosto de 1903, papa. Su lema fue “renovar todo en Cristo”. Se caracterizaba por su pobreza, humildad y bondad. Fundó el Instituto Bíblico. Murió el 20 de agosto de 1914 y fue canonizado por el papa Pío XII en 1954.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, ubicado en Mateo 23,1-36. Hoy meditaremos los versículos del 1 al 12. Las expresiones de Jesús sirven de advertencia para los discípulos de todos los tiempos, ya que existe la tentación de caer o recaer en los pecados que aquí condena más severamente: la vanidad, el orgullo, la ambición, los deseos de estar por encima de los demás y, fundamentalmente, la falta de coherencia entre la doctrina y la vida.

Hay que reconocer que el amor nace en la humildad del corazón, tanto en su dimensión vertical, en la relación con Dios, como en la dimensión horizontal, en relación con el prójimo. Cuando esto no sucede, los preceptos cristianos abruman, asfixian y esclavizan.

Jesús respetó la Ley. Más aún, vino a darle cumplimiento, un sentido profundo y plenitud. Por eso ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. Su crítica la dirigió contra aquellos que, amparándose en ella, burlaban sus exigencias.

En este sentido, el texto ilumina; ayuda a purificar el corazón con la Palabra de Dios desde la fe o desde la obediencia de la fe. Recordemos a Jesús en Mc 10,44: «El que quiera ser el primero, que sea el último».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El evangelio de hoy nos interpela e invita a identificar nuestras indiferencias e inacciones y, muchas veces, la pusilanimidad para defender los valores cristianos y las instituciones esenciales, como son la familia, la vida humana desde su concepción hasta la muerte, la dignidad de las personas, entre otras.

Por ello, cada uno de nosotros, en nuestro corazón, tratemos de responder lo siguiente: ¿Somos proclives a priorizar las apariencias antes que el cumplimiento de los mandamientos del amor? ¿Buscamos los halagos humanos o las recompensas de Dios Padre, que ve en lo escondido? ¿Nos reconocemos pecadores? ¿Nos esforzamos y pedimos al cielo el fortalecimiento de la humildad de nuestros corazones?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a purificar nuestros corazones para ser verdaderos apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.

Como señala San Agustín: «Aceptemos en este mundo el mandamiento de la humildad para que merezcamos conseguir en el otro, la exaltación que nos prometió el que por nosotros se hizo humilde aquí en la tierra».

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa san Pío de sabiduría divina y fortaleza apostólica, concédenos, por tu bondad, que, siguiendo su ejemplo y doctrina, podamos alcanzar la recompensa eterna.

Amado Jesús: límpiame, Señor, purifícame, perdóname, sáname, con tu amor compasivo y misericordioso. Y sana también las heridas que he causado, con mi comportamiento equivocado, en el corazón y la vida de las personas que Tú mismo, en tu infinita bondad, pusiste a mi lado.

Padre eterno, sánanos de toda soberbia y vanagloria, y vístenos de la humildad que nos permita ser discípulos de Nuestro Señor Jesucristo

Amado Jesús, que nuestras obras siempre estén inspiradas en tu amor humilde y misericordioso, para que nunca busquemos los halagos humanos y, más bien, siempre busquemos la rectitud del corazón.

Espíritu Santo, padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos, contemplemos a Dios con un sermón de Isaac de Siria:

«La providencia de Dios, que vela para dar a cada uno de nosotros lo que es bueno, ha hecho dirigir todas las cosas hacia nosotros para llevarnos a la humildad. Porque si te enorgulleces de las gracias que la providencia te ha dado, ésta te abandona y caes de nuevo… Debes, pues, saber que no es propio, ni de ti ni de tu virtud, resistir a las malas tendencias, sino que es solamente la gracia la que te mantiene en su mano para que no temas… Gime, llora, acuérdate de tus faltas en tiempo de prueba para que te veas liberado del orgullo y adquieras humildad. Mientras, no desesperes. Pide humildemente a Dios que perdone tus pecados.

La humildad, aunque sea sin obras, borra muchas faltas. Por el contrario, sin ella, las obras no sirven de nada; nos procuran muchos males. Por la humildad, obtén pues, el perdón de tus injusticias. Lo que la sal es para todo alimento, la humildad lo es para cualquier virtud. Puede romper la fuerza de numerosos pecados… Si la poseemos, hace de nosotros hijos de Dios y nos lleva a Dios incluso sin la ayuda de las obras buenas. Por eso, sin ella, todas las obras son vanas, son vanas todas las virtudes y son vanos todos los trabajos».

Redentor nuestro, admirados y animados por tus enseñanzas, deseamos, el día de hoy, renovar el propósito de seguirte, defendiendo la vida humana, desde la concepción hasta la muerte, la familia, la justicia y la dignidad de las personas más vulnerables e indefensas.

Tengamos la osadía, el día de hoy, de realizar obras de misericordia con humildad, solo para la mayor gloria de Dios. No dejemos nunca de invocar a Nuestra Santísima Madre, Reina de todo lo creado.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.