LUNES DE LA SEMANA XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN VICENTE DE PAUL, PRESBÍTERO

«El más pequeño de ustedes es el más importante» Lc 9,48.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Porque el más pequeño de ustedes es el más importante». Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu Nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir». Jesús le respondió: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La Providencia de Dios no nos faltará nunca mientras nosotros no faltemos a su servicio». San Vicente de Paul.

Hoy celebramos a San Vicente de Paul, vivió entre los años 1580 y 1660. Fundó en 1625 la Confraternidad de la Misión para atender a los más necesitados, con la certeza de que Jesús y los pobres son los tesoros más valiosos para la Iglesia. En una época en la que se marginaba a la mujer, fundó en 1633 la congregación de las Hijas de la Caridad. Fue proclamado santo en 1737 por Clemente XII. Hablar de San Vicente de Paul, es hablar de la caridad.

El pasaje evangélico de hoy se encuentra después del segundo anuncio de la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y está integrado por dos textos: el primero se denomina “¿Quién es el más importante?” y el segundo, “El exorcista anónimo”.

En el texto encontramos dos enseñanzas: en la primera, la lógica evangélica de Jesús coloca en el centro al servicio. La segunda está relacionada con los que predicaban y realizaban signos en nombre de Jesús, que no eran cercanos a Jesús, pero sí habían comprendido el origen divino de la fuerza que los acompaña. Sin embargo, los discípulos evidencian que han entendido muy poco sobre la realidad del reino de los cielos. Mientras tanto, Jesús corta los deseos de vanagloria de sus discípulos y resalta que el poder divino para la liberación de las personas del mal se extiende más allá de los apóstoles. Nuestro Señor Jesucristo expresa la universalidad del evangelio con una mentalidad ecuménica.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El pasaje evangélico de hoy nos ilumina, ya que Nuestro Señor Jesucristo pone en alto relieve la humildad, la inocencia y la transparencia de un niño como modelo a seguir.

En este mundo, la búsqueda de los primeros lugares es una realidad humana; el más importante es aquel que tiene poder, dinero, cargos. En cambio, para Jesús, el más importante es aquel que no se encuentra en el catálogo mundano: los marginados, los perseguidos y despreciados que vuelven sus ojos a Nuestro Señor Jesucristo.

Así mismo, la ambición por el poder va de la mano con la intolerancia que lleva a marginar a los destinatarios de las bienaventuranzas. En cambio, la salvación llega con la humildad, la inocencia y el amor integrador que tienen los niños.

Como se aprecia, el criterio de Jesús para medir la grandeza personal es contrario a las reglas mundanas. Los más pequeño son su opción preferencial; y el que los sirve, y no el que manda, es el más grande.

Hermanos: con estas reflexiones y consideraciones es conveniente que proyectemos la lectura a nuestra vida y respondamos de corazón: En nuestro medio, ¿contribuimos a convertir la competitividad en cooperación? ¿Buscamos el reconocimiento y los puestos humanos o somos servidores fieles de Nuestro Señor Jesucristo? Que nuestras respuestas sirvan para que, con la ayuda del Espíritu Santo, podamos ver a nuestros hermanos con los ojos de Nuestro Señor Jesucristo, a la luz de la Palabra.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que llenaste de virtudes apostólicas a san Vicente de Paul para la salvación de los pobres y la formación del clero, te rogamos nos concedas que amemos como él amó y podamos practicar sus enseñanzas.

Amado Jesús, tú que quieres que acojamos, por tu amor y misericordia, a los más pequeños y humildes, sánanos de la soberbia y del egoísmo para que te sigamos con humildad.

Espíritu Santo, luz que penetras las almas, haz que nuestro corazón comprenda que la fe, la esperanza, el amor, la misericordia y la humildad son los valores fundamentales para nuestra vida cristiana.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen al banquete celestial.

¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un extracto de la Encíclica Ecumenismo de San Juan Pablo II:

«“Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu Nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir” (Lc 9,49).

El ecumenismo trata precisamente de hacer crecer la comunión parcial existente entre los cristianos hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad. Pasando de los principios, del imperativo de la conciencia cristiana, a la realización del camino ecuménico hacia la unidad, el Concilio Vaticano II pone sobre todo de relieve la necesidad de conversión interior. El anuncio mesiánico “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” y la llamada consiguiente “convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1,15), con la que Jesús inaugura su misión, indican el elemento esencial que debe caracterizar todo nuevo inicio: la necesidad fundamental de la evangelización en cada etapa del camino salvífico de la Iglesia. Esto se refiere, de modo particular, al proceso iniciado por el Concilio Vaticano II, incluyendo en la renovación la tarea ecuménica de unir a los cristianos divididos entre sí. “No hay verdadero ecumenismo sin conversión interior” (Unitatis redintegratio, 7) …

Cada uno debe pues convertirse más radicalmente al Evangelio y, sin perder nunca de vista el designio de Dios debe cambiar su mirada. Con el ecumenismo la contemplación de las “maravillas de Dios” se ha enriquecido de nuevos espacios, en los que el Dios Trinitario suscita la acción de gracias: la percepción de que el Espíritu actúa en las otras Comunidades cristianas, el descubrimiento de ejemplos de santidad, la experiencia de las riquezas ilimitadas de la comunión de los santos, el contacto con aspectos impensables del compromiso cristiano.

Por otro lado, se ha difundido también la necesidad de penitencia: el ser conscientes de ciertas exclusiones que hieren la caridad fraterna, de ciertos rechazos que deben ser perdonados, de un cierto orgullo, de aquella obstinación no evangélica en la condena de los “otros”, de un desprecio derivado de una presunción nociva. Así la vida entera de los cristianos queda marcada por la preocupación ecuménica y están llamados a asumirla».

Queridos hermanos: en este mes de la Biblia, renovemos el compromiso de que la Palabra de Dios sea una fuente de luz para nuestro camino. Que la lectura orante de la Palabra sea parte de nuestro alimento celestial de todos los días.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.