LUNES DE LA SEMANA XXVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN FRANCISCO DE ASÍS

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla». Mt 11,25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Paz y bien a todos.

«Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres Altísimo. Tú eres Rey omnipotente. Tú eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra. Tú eres Trino y Uno, Señor Dios de los dioses. Tú eres el Bien, todo Bien, el sumo Bien, Señor Dios vivo y verdadero.

Tú eres Amor, tú eres Caridad. Tú eres Sabiduría, tú eres Humildad, tú eres Paciencia. Tú eres Belleza, tú eres Seguridad, tú eres Paz. Tú eres Gozo y Alegría, tú eres nuestra Esperanza. Tú eres Justicia, tú eres Templanza, tú eres toda nuestra Riqueza. Tú eres Belleza, tú eres Mansedumbre. Tú eres Protector, tú eres nuestro Custodio y Defensor. Tú eres Fortaleza, tú eres Refugio. Tú eres nuestra Esperanza, tú eres nuestra Fe. Tú eres Caridad, tú eres nuestra Dulzura. Tú eres nuestra Vida eterna, grande y admirable Señor, Dios Omnipotente, misericordioso Salvador» (San Francisco de Asís).

Hoy celebramos a San Francisco de Asís, el “Poverello” de Asís, el Hermano universal, testimonio de conversión y de amor a Dios, a todas las criaturas y a toda la creación. San Francisco de Asís vivió bajo el signo de la primera bienaventuranza que es una consigna de inagotable fecundidad, porque la gracia, la misericordia y el perdón están en las manos de sus destinatarios, los pobres.

Las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que escandalizaron y encantaron a los oyentes de las montañas galileas, fueron recogidas por Francisco, contempladas y vividas de nuevo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Francisco, cual lucero del alba en medio de la niebla matinal, irradiando claros fulgores con el brillo rutilante de su vida y doctrina, orientó hacia la luz a los que estaban sentados en tinieblas y en sombras de muerte; y como arco iris que reluce entre nubes de gloria, mostrando en sí la señal de la alianza del Señor, anunció a los hombres la buena noticia de la paz y de la salvación, siendo él mismo, ángel de verdadera paz, destinado por Dios -a imitación y semejanza del Precursor- a predicar la penitencia con el ejemplo y la palabra, preparando en el desierto el camino de la altísima pobreza». San Buenaventura.

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal. San Francisco de Asís interpretó una versión existencial y armoniosa de esta enseñanza: la humildad, la piedad y la fraternidad universal inundaban su corazón.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y misericordia de Dios. Nuevamente, la lógica divina no sigue los razonamientos humanos: las cosas del cielo solo son transparentes para los que tienen un corazón dispuesto y humilde.

Jesús, imagen extrema de la humildad, hace una invitación a construir un mundo de paz, con la sencillez del corazón, con la sencillez de Francisco. Es un llamado a la humildad.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes, que sufren necesidades materiales y espirituales? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en nuestras vidas.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que concediste a San Francisco de Asís ser configurado a Cristo en la pobreza y humildad, concédenos, caminando por sus sendas, poder seguir a tu Hijo y unirnos a ti con amor jubiloso.

Como San Francisco de Asís, cada uno de nosotros queremos pedirte con todo el corazón: «Te ruego, Señor mío Jesucristo, Padre de toda misericordia, que no te acuerdes de nuestras ingratitudes, sino ten presente la inagotable clemencia que has manifestado en la tierra, para que sea siempre lugar y morada de los que de veras te conocen y glorifican tu nombre, bendito y gloriosísimo, por los siglos de los siglos. Amén».

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, comunidades, amistades, centros de trabajo y estudios, y por donde vayamos.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del amor bendito, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con el «Cántico de las criaturas» de Francisco de Asís:

«Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te corresponde y ningún hombre es digno de nombrarte. Loado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente por el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste preciosas y bellas. Loado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello, alegre y vigoroso y fuerte. Loado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal. Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad».

Hermanos: hagamos el compromiso de purificar siempre nuestras almas y fortalecer nuestra fe. Contribuyamos a que nuestros hermanos hagan lo mismo y puedan sentir el amor misericordioso de nuestro Dios. Demos siempre el primer paso. Recordemos siempre, Romanos 5,20: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia».

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.