JUEVES DE LA SEMANA XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXXII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN MARTÍN DE TOURS, OBISPO

«Como el fulgor del relámpago que brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación» Lc 17,24-25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas, 17,20-25

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: «El Reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque el reino de Dios está entre ustedes». Dijo a sus discípulos: «Llegará un día en el que desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre, pero no lo verán. Si les dicen que está aquí o está allí, no vayan ni lo sigan. Como el fulgor del relámpago que brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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Hoy celebramos a San Martín de Tours, obispo. Nació en Panonia, Hungría, en el año 315. En su juventud tuvo una orientación hacia la carrera militar, participando en la guardia imperial romana desde los 15 años. A los 21 tuvo un encuentro en sueños con Jesús, quien le dijo “Hoy me cubriste con tu manto”, después de que cortara su capa para abrigar a un mendigo que tenía mucho frío.

Luego se hizo bautizar y dejó la guardia romana, y se convirtió en discípulo del obispo San Hilario. Después algunos años dedicados a la oración y al estudio de las Escrituras, en el año 370, fue nombrado obispo de Tours, ayudando a evangelizar muchos territorios rurales de Francia. Murió en el año 397, en Candes.

El texto de hoy, denominado “La llegada del reino de Dios”, se ubica luego de la curación de los diez leprosos que meditamos ayer.

Los fariseos no están convencidos de que el reino de Dios haya llegado con la venida de Jesús, continúan con la expectativa de una manifestación poderosa del salvador, de tener un mesías que los libere de la opresión política, social y económica que vivían. No tienen la menor idea de que Jesús es quien libera de la esclavitud del pecado, a los cautivos de las tinieblas.

Ante esta realidad, Jesús les responde que el Reino de Dios está presente y activo; que no hay que buscarlo en el futuro, sino, hoy y dentro de nosotros. Que no equivale a un espectáculo multitudinario como el que convocan los artistas, deportistas y otras personas en la actualidad.

Esta respuesta, situada en el capítulo 17, es un adelanto del discurso escatológico de Jesús que se ubica en el capítulo 21 de Lucas. Así mismo, tengamos en cuenta que la historia de la salvación, según Lucas, se divide en cuatro etapas: la primera es la preparación que culmina con Juan Bautista. La segunda etapa es la vida de Jesús que proclama e inaugura el Reino. La tercera es el reinado del Espíritu Santo, etapa en la que nos encontramos y que es el tiempo de la Iglesia. Y la cuarta, es la futura manifestación del Reino en el día del Señor: «Como el fulgor del relámpago que brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Muchas veces la desproporcionada preocupación por el futuro hace que perdamos la perspectiva del momento presente. No nos dejemos llevar por visiones apocalípticas; más bien, vayamos acumulando tesoros en el cielo, diariamente, escuchando y haciendo realidad las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Él ha instaurado el reino de Dios entre nosotros.

Más allá de nuestros méritos y esfuerzos, Él nos brinda una perspectiva totalmente diferente: se acerca a quienes se han alejado de Él mostrándoles su misericordia; así mismo, prefiere la gratitud del samaritano agradecido, a la autosuficiencia de los otros nueve que fueron curados, como leímos ayer.

Nuestro Señor Jesucristo ha señalado con claridad que el camino a la gloria pasa, indefectiblemente, por la cruz. Actualmente, cuesta comprender que la cruz es una divina expresión de la sabiduría, del amor y del poder de Dios. Por ello, Nuestro Señor Jesucristo se manifiesta en todo momento y en todo lugar; Él venció definitivamente a la muerte y al mal, con su crucifixión, muerte y resurrección.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Cuáles son las señales que percibimos para creer firmemente que el reino de Dios está entre nosotros?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a identificar la presencia del reino de Dios entre nosotros, plenitud del amor, «fulgor – eterno – del relámpago que brilla de un horizonte a otro». Así mismo, a prepararnos para un encuentro glorioso con Nuestro Señor Jesucristo, el más santo y excelso modelo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, que fuiste glorificado con la vida y la muerte de tu obispo san Martín de Tours, renueva en nuestros corazones las maravillas de tu gracia, para que ni la vida ni la muerte puedan apartarnos de tu amor.

Amado Jesús, tú quieres que vivamos de acuerdo con tus enseñanzas y criterios divinos, concédenos la gracia de realizar, cotidianamente y en tu Santo Nombre, las obras de misericordia espirituales y corporales que testimonien la presencia del reino de los cielos entre nosotros.

Amado Jesús, concede tu Santo Espíritu a quienes gobiernan las naciones para que cuiden con interés de los pobres y marginados.

Amado Jesús, otorga a los difuntos la felicidad de formar parte del Reino de los cielos, en compañía de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, de San José y de todos los santos.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos el amor de Dios a través un texto de Sulpicio Severo sobre San Martín de Tours:

«Los méritos de Martín de Tours son demasiado grandes para que podamos formularlos con palabras. Nunca pasó un solo instante en el que no se entregara a la oración o no se aplicara a la lectura de las Sagradas Escrituras, y ni en la lectura ni en cualquier otra cosa que hiciera disminuía la intensidad de la oración en su alma. 

Nada hay de extraordinario en ello: del mismo modo que acostumbran los herreros, que, en el intervalo de su trabajo, para aliviarse un poco de la fatiga, golpean el yunque, así Martín, incluso cuando parecía hacer cualquier otra cosa, oraba sin pausa. Oh varón verdaderamente santo, en el que no hubo fraude; a nadie juzgaba, a nadie condenaba, a nadie devolvía mal por mal. Mostró tanta paciencia en la defensa de las criaturas que hasta podía ser maltratado impunemente hasta por los últimos clérigos, siendo él el sumo sacerdote, sin que por ello les retirara su afecto».

Queridos hermanos: busquemos el don sobrenatural de la fe y de la sabiduría a través de la oración. Que las obras de misericordia, la Santa Eucaristía, así como a la adoración del Santísimo Sacramento, sean signos de la presencia de Dios entre nosotros.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.