SÁBADO DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXXIV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA

«Estén siempre vigilantes y oren en todo tiempo, para escapar de todo lo que ha de ocurrir y puedan mantenerse en pie ante el Hijo del hombre». Lc 21,36.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,34-36

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado: que sus corazones no se entorpezcan por el exceso de comida, por las borracheras y las preocupaciones de la vida, porque entonces ese día caerá de improviso sobre ustedes; ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes la tierra. Estén siempre vigilantes y oren en todo tiempo, para escapar de todo lo que ha de ocurrir y puedan mantenerse en pie ante el Hijo del hombre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Un gran amor te espera en el Cielo: sin traiciones, sin engaños, ¡todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia…! Te saciará sin saciar» (San Josemaría Escrivá de Balaguer).

Hoy, en la culminación del año litúrgico, celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa. El 27 de noviembre de 1830, Nuestra Santísima Madre se apareció a Santa Catalina Labouré: la Virgen estaba vestida de blanco, junto a ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Santísima Madre abrió sus manos y de sus dedos salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra.

Entonces, alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y una voz dijo a Catalina: «Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven sentirán la protección de la Virgen», y apareció una M; sobre la M, una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María, que es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.

La culminación del año litúrgico da paso al Adviento. Así mismo, hoy termina el discurso escatológico de Jesús en Lucas que hemos meditado los últimos cinco días y que concluye con una exhortación a la vigilancia y a la oración, que son virtudes hermanas e inseparables y que deben convertirse en las actitudes básicas de todo cristiano.

Mañana empieza el Adviento, el tiempo de la espera y de la esperanza; esperemos al Niño Jesús muy cerca de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La vigilancia y oración son virtudes cardinales, esenciales en nuestras vivencias diarias ya que son el eje para tener una vida animada por el amor, la fe y la esperanza. El apóstol San Pablo nos lo dice en Col 4,2: «Aplicaos a la oración y velad en ella con acción de gracias».

La oración nos permite alcanzar, por pura gracia, el amor divino y, aunque muy imperfectamente, que amemos como Nuestro Señor Jesucristo amó. La oración vigilante también sostiene nuestra fe y esperanza, proveyéndonos la fortaleza para enfrentar las tentaciones que el mundo propone. No posterguemos más nuestro diálogo con Nuestro Señor Jesucristo, con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo y con Nuestra Santísima Madre. Sigamos a Nuestro Señor Jesucristo, modelo supremo de vigilia y oración.

En cuanto a la cercanía perenne de Nuestro Señor Jesucristo, caminemos a su encuentro: «¡Ven Señor Jesús!» (Ap 22,20).

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Agradecemos a Dios por su bondad y misericordia? ¿Oramos pidiendo los dones para enfrentar las tentaciones que el mundo ofrece? ¿Nos mantenemos vigilantes? ¿Cuáles son las cosas que nos paralizan y nos impiden seguir a Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos recuerden siempre que la vida del discípulo ha de ser una vigilia de oración, y que esta oración vigilante se exprese en nuestros quehaceres cotidianos como evangelio viviente, por el amor de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Virgen, Madre de Dios, Inmaculada María, nos ofrecemos y consagramos a ti, bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que esta Medalla sea para cada uno de nosotros, prenda del amor que nos tienes, y nos recuerde nuestros deberes para contigo. Que siempre que la llevemos nos bendiga tu amorosa protección, y nos conserve en la gracia de tu Hijo. Oh, Virgen poderosa, consérvanos siempre a tu lado en todos los instantes de nuestra vida. Concede a estos hijos, la gracia de una buena muerte, para que en unión contigo podamos gozar para siempre de la eterna felicidad. Amén.

Espíritu Santo, fortalece la vigilancia y la oración de las comunidades cristianas para que ayuden a las personas a perseverar en el cumplimiento de la Palabra eterna de Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre la Virgen María, detengámonos en su confianza, disposición y docilidad para acoger a Dios y aceptar su voluntad y repitamos en nuestro corazón:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava, pues mira, desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho cosas grandes por mí. Él es santo y su misericordia llega a sus fieles, generación tras generación, su brazo interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Amén».

Hermanos: que la celebración de Nuestra Santísima Madre, en la advocación de la Virgen de la Medalla Milagrosa, nos llene de alegría y aliente a seguir en el camino para llegar al cielo. Por ello, acudamos a la misericordia divina, asistamos a la Santa Eucaristía y a la Adoración del Santísimo Sacramento, pidiendo siempre la intercesión de Nuestra Santísima Madre.

Amado Señor: nos comprometemos, en tu santo nombre, a ser protagonistas activos de la historia de nuestras familias, comunidades, país, y como ciudadanos globales, llevando una vida sobria, sostenida por la oración y abiertos a la luz del Espíritu Santo, quien nos capacita para analizar los signos de los tiempos a luz de tu Palabra eterna.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.