JUEVES DESPUÉS DE CENIZA – TIEMPO DE CUARESMA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DESPUÉS DE CENIZA – TIEMPO DE CUARESMA – CICLO C

«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga» Lc 9,23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

Hoy, jueves después de Ceniza, se nos revela el secreto de la Cuaresma: perder la vida para ganarla, como Jesús y en plena solidaridad con él.

El pasaje evangélico de hoy está integrado por dos textos: el inicial es el “Primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo” y el segundo, es una parte del texto denominado “Condiciones para ser discípulo”. Estas dos lecturas se encuentran también en Mateo 16,21-28 y en Marcos 8,31-9,1.

El texto señala que el discípulo pertenece a Nuestro Señor Jesucristo y debe cargar su cruz, con todo lo que ello pueda significar: una enfermedad, problemas familiares, laborales u otros sufrimientos. Aun en medio de todas las dificultades, el discípulo debe anunciar y testimoniar con valentía el Evangelio, sin ninguna alianza que no sea con Nuestro Señor. Es la radicalidad del seguimiento; el fundamento para amarle y seguirle.

De esta manera, Jesús se sitúa en el lugar más trascendente de la vida de todas las personas. Llevar la cruz no solo es soportar el peso, sino tener un destino de eternidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Ayer comenzamos el camino hacia la pascua que es el horizonte de la Cuaresma y, a la vez, la meta y el momento permanente de referencia para toda nuestra vida cristiana. Hoy Jesús nos dice que para alcanzar esa meta con él debemos cargar nuestra cruz y renunciar a nosotros mismos.

«Cargar la propia cruz no quiere decir cargar cualquiera sino la nuestra, aquella que Dios nos da. Quiere decir que debemos obedecer a Dios todas las horas, todos los instantes de nuestra vida, aceptando en cada momento, amorosa, paciente y valientemente su voluntad. Esto quiere decir obedecerlo de un modo perfecto» (Carlos de Foucauld).

El seguimiento radical y la renuncia a las ataduras mundanas deben ser entendidas como el rechazo a todo tipo de situaciones que entran en conflicto con los preceptos cristianos, como, por ejemplo, las ideologías que promueven el aborto, la eutanasia, la destrucción de la familia, entre otros flagelos.

Jesús, a pesar de nuestra fragilidad humana, nos invita a la radicalidad del seguimiento: el que quiera seguirlo, debe cargar con su cruz. Así mismo, negarse a sí mismo, significa renunciar a ser el centro de uno mismo, colocando en ese lugar a Nuestro Señor Jesucristo, recordando que Él cargó con el madero y murió crucificado en la cruz.

Hermanos, en este sentido, tratemos de responder: ¿Adónde nos llevan las cruces que llevamos? ¿Cómo es mi seguimiento a Jesús? ¿Pido al Espíritu Santo los dones que me ayuden a tomar las decisiones adecuadas para seguir a Jesús de acuerdo con el evangelio? ¿Realizo obras de misericordia como parte de mi seguimiento? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a seguir al Señor con determinación en todo tiempo y lugar.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, concede a todos los consagrados y consagradas, y a todas las comunidades cristianas la fortaleza de espíritu para que no tengan miedo a las exigencias del seguimiento a Jesús, y que, dóciles al Espíritu Santo, tomen su cruz y lo sigan con alegría y valor.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo la fortaleza para seguirte en medio de las dificultades que se nos presentan cotidianamente y de las oposiciones del mundo a tu amor. Llena nuestras almas de paz y de alegría en medio de las tribulaciones.

Amado Jesús, tú que generaste las más hermosas respuestas de seguimiento de tus discípulos, despierta las vocaciones de seguimiento radical que están en los jóvenes y en todas las personas.

Amado Jesús, te pedimos por el Santo Padre, los obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados, para que te sigan siempre, a pesar de las fatigas y contrariedades que se presentan en sus ministerios.

Amado Jesús, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu divina misericordia.

Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Paulino de Nola:

«Al cumplirse el misterioso designio de su bondad, el Señor tomó la condición de esclavo y se dignó rebajarse hasta la muerte de cruz, para realizar en nuestro corazón, por medio de una humillación visible, aquella celestial sublimación, para nosotros invisible.

Considera, pues, de qué altura nos precipitamos desde el principio, y comprenderás que por voluntad de la divina sabiduría y por su bondad somos restituidos a la vida. Con Adán caímos en la soberbia. Por eso somos humillados en Cristo: para poder cancelar la antigua culpa con el remedio de la virtud contraria, de modo que los que con la soberbia ofendimos a Dios, lo aplaquemos poniéndonos a su servicio.

Alegrémonos y gocemos en aquel que nos ha hecho objeto de su lucha y de su victoria diciendo: “Tened valor, yo he vencido al mundo”. El invencible peleará por nosotros y vencerá en nosotros. Entonces el príncipe de las tinieblas será echado fuera, aunque no ciertamente fuera del mundo, sino fuera del hombre cuando, al penetrar en nosotros la fe, es obligado a salir y dejar libre el puesto a Cristo, cuya presencia pone en fuga al pecado y significa el destierro y la derrota de la serpiente.

Que los oradores guarden su elocuencia, los filósofos su sabiduría, los reyes sus reinos. Para nosotros, la gloria, las riquezas y el reino es Cristo; nuestra sabiduría es la locura del Evangelio; la fuerza es la debilidad de la carne, y la gloria es el escándalo de la cruz».

Queridos hermanos: oremos hoy para que la Santísima Trinidad purifique nuestro seguimiento cristiano y ofrezcamos todas las actividades de este día por la sanación espiritual y corporal de los hermanos que sufren.

Comprometámonos a seguir a Nuestro Señor Jesucristo cargando nuestra cruz y realizando obras de misericordia en medio de las dificultades que se nos presentan y enfrentando con valentía las ideologías de muerte que el mundo propone. Hagámoslo sin quejas, sin rebeldías, sin iras, comprendiendo con el amor de Dios a las demás personas; recordando que cualquier sufrimiento que se nos presente es una fuente de gracia divina. Mantengámonos vigilantes para no caer en las tentaciones que nos propone el mundo.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.