LUNES DE LA SEMANA VIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA VIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Es imposible para los hombres, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible» Mc 10,27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Jesús, fijando en él su mirada, lo amó, y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos se quedaron sorprendidos de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Y los discípulos se asombraron aún más y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: «Es imposible para los hombres, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La mirada de Jesús es la mirada inquietante del verdadero amor, que es capaz de ser al mismo tiempo tierna y fuerte, humilde y exigente, capaz de desarmar y de animar, libre y liberadora. Tal vez esté aquí el motivo que ha convertido a este texto en uno de los que, a lo largo de los siglos, han sido el punto de partida de innumerables caminos de santidad» (Monjes de Serra San Bruno).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “El joven rico”, también se encuentra en Mateo 19,16-30 y en Lucas 18,18-30. En el texto se observa que, aunque el joven rico se esfuerza en ser buena persona, su apego a la riqueza es un obstáculo para que él participe en la construcción del Reino.

Reconociendo la tendencia natural del ser humano a acumular, los discípulos preguntan con preocupación, «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús responde con dos claves: la salvación es un don de Dios y compartir la vida con Jesús y con los pobres tiene su recompensa en este mundo y luego en la vida eterna. De esta manera, la opción por los pobres no excluye a los ricos.

Dicho de otra manera, ante la dificultad real y considerable para alcanzar la salvación, Nuestro Señor Jesucristo también da la solución: «Para Dios todo es posible».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El joven rico buscaba la felicidad, pero se marchó triste perdiendo su entusiasmo inicial. Aparentemente, tenía una vida ejemplar, pero le faltaba la libertad y la plena disponibilidad para seguir a Nuestro Señor Jesucristo, pese a recibir su expreso llamado.

Para seguir al Señor hay que desprenderse de todo lastre y de todo impedimento. El seguimiento requiere de una libertad interior que emerge cuando se acaba el apego a los bienes pasajeros. No dejemos que los ruidos materialistas del mundo callen la voz del Señor. Estemos atentos para escuchar y seguir el llamado de Nuestro Señor Jesucristo, que no nos llama a las cimas de la pobreza total, sino, hacia las cimas del amor.

Hermanos, reflexionando la lectura de hoy, intentemos responder: ¿Cómo me relaciono con los bienes materiales? ¿Cómo ejercito la solidaridad con los hermanos más necesitados? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a concentrar nuestra vida cotidiana en la verdadera riqueza y en la comunión plena y definitiva con la Santísima Trinidad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, cuya bondad es infinita y nadie supera, libéranos de los bienes que nos esclavizan al mundo y permítenos confiar siempre en tu Providencia.

Espíritu Santo, descanso de nuestro esfuerzo, otórganos tus siete dones para ser portadores de amor, paz, solidaridad y fraternidad en un mundo alejado del amor de Dios.

Espíritu Santo ilumina los corazones y las mentes de los gobernantes de los países para que siempre opten por el diálogo para resolver los problemas y nunca por la guerra. Te lo pedimos con todo el corazón.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

Santísima Madre María, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una reflexión de Máximo el Confesor:

«El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos e injustos, sino que reparte a todos por igual, en proporción a las necesidades de cada uno, aunque su buena voluntad le inclina a preferir a los que se esfuerzan en practicar la virtud más que a los malos.

La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino, sobre todo, con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales. El que, renunciando sinceramente y de corazón a las cosas de este mundo, se entrega sin fingimiento a la práctica de la caridad con el prójimo, pronto se ve liberado de toda pasión y vicio, y se hace participe del amor y del conocimiento divinos.

El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.

No digáis -advierte el profeta Jeremías-: “Somos templo del Señor”. Tú no digas tampoco: “La sola y escueta fe en nuestro Señor, Jesucristo, puede darme la salvación”. Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad con Cristo por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.

El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia, y también en el recto uso de las cosas».

Hermanos; hagamos el compromiso de preferir siempre la inmensa riqueza de Jesús, es decir, los bienes espirituales que Él pone en cada uno de nosotros para contribuir a la construcción del Reino de los cielos. Que el desprendimiento y la solidaridad brote de nuestros corazones en favor de nuestros hermanos más necesitados, y oremos por la paz en el mundo para que cesen todas las guerras.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.