MARTES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO C

«Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Espíritu Consolador» Jn 16,7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que por haberles dicho esto, la tristeza les ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que les digo es la verdad: les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Espíritu Consolador. En cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, a la justicia y a la condena. En lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre y no me verán; en lo referente al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido condenado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El inefable abrazo del Padre no se produce sin disfrute, sin caridad, sin gozo. Este gusto, placer, felicidad, bienaventuranza que san Hilario ha dado en llamar “disfrute”, en la Trinidad es el Espíritu Santo, que no es engendrado, sino que es la ternura del Padre y del Hijo e inunda con su generosidad e inmensa abundancia a todas las criaturas según su capacidad, a fin de que conserven su orden y descansen cada una en su lugar» (San Agustín).

Al igual que en las lecturas de los días previos, cercanos a la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo y rumbo a Pentecostés, en el pasaje evangélico de hoy Jesús sigue mostrando la importancia de la tercera persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo.

Hoy meditamos un momento muy especial de Jesús con sus discípulos cuando presenta su partida como algo beneficioso para ellos, al señalar que retornará al Padre, y que desde allá enviará al Espíritu Santo. Ellos, en lugar de alegrarse, se entristecieron, no encontraban consuelo ante un adiós cercano; no sabían que pronto se iba a inaugurar una nueva forma de presencia de Jesús, una presencia de fe, en la que el Espíritu Santo iba a ser el gran protagonista, desde ese momento y hasta el fin del mundo.

Así mismo, la partida de Jesús tiene el propósito de prepararles un lugar (Jn 14,2). También, de prepararlos para realizar obras mayores (Jn 14,12) y de impartirles grandes conocimientos. En suma, atraerlos más a su Sacratísimo Corazón, en el Espíritu (Jn 14,28). Con aquel Espíritu que nos dirige al centro de nuestro corazón, a lo mejor de nosotros mismos, a nuestra identidad más profunda: la voz de la vida, la voz de la Santísima Trinidad que se expresa a través de nosotros y nos conduce siempre a la verdad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La misión principal del Espíritu Santo es aplicar los méritos salvadores de Cristo al corazón y a la vida de los creyentes y también de los no creyentes. La acción del Espíritu Santo invita al mundo al arrepentimiento a través de tres aspectos puntuales: pecado, justicia y condena.

Respecto al pecado: el Espíritu Santo despierta la identificación de la culpa invitando al arrepentimiento. En cuanto a la justicia: Jesús, a quien el mundo había tratado como a un malhechor, con su ida victoriosa hacia el Padre, es justo y misericordioso. En relación con el juicio: el mundo, al no creer y condenar a Cristo, se condena a sí mismo.

Hermanos, el Espíritu Santo nos ayuda a conocer el misterio escondido en la persona de Cristo y todo lo que Él ha realizado, así como el maravilloso misterio de la Santísima Trinidad. Pero ¿Cuántas veces hemos experimentado despedidas tristes, incluso definitivas? ¿Acudimos al Espíritu Santo en esos momentos? ¿Nos dejamos inspirar y guiar por el Espíritu Santo? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan reconocer los momentos difíciles de nuestra vida en los que Dios derramó gracia en ellos. Así mismo, que, en este mes de mayo, nos ayuden a acercarnos más a nuestra Santísima Madre para alcanzar los dones que el Espíritu Santo quiere darnos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y lleno de misericordia, concédenos lograr verdaderamente nuestra participación en la resurrección de Cristo, tu Hijo.

Espíritu Santo, amor divino, fortalece nuestra fe y otórganos tus santos dones para encontrar a Jesús a través de la lectura diaria de la Palabra, en nuestros hermanos y en las situaciones que experimentamos cotidianamente.

Gracias Padre eterno por habernos dado la dicha de enviar y darnos a tu hijo Jesucristo para salvar nuestras almas y por enviarnos al Espíritu Santo que tanto necesitamos para santificar nuestras vidas.

Amado Jesús, que los moribundos y los que ya han muerto, obtengan tu misericordia eterna, te lo suplicamos Señor.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos con fe, la luz maravillosa que nos muestra la belleza del amor de Dios Padre a través de Jesús, al Espíritu Santo; hagámoslo con un texto de Guillermo de Saint-Thierry:

«Tú, alma fiel, cuando surjan en tu fe los misterios más profundos, atrévete a decir, no con la intención de objetar, sino con el deseo de consentir: “¿Cómo es posible esto?” (Lc 1,34). Que tu pregunta sea oración profunda, amor, piedad y humilde deseo. Que no sea escrutar la majestad de Dios en las alturas, sino la búsqueda de la salvación en sus obras. Y el ángel del gran consejo te responderá: “Cuando venga el Paráclito que yo os mandaré desde el Padre… él dará testimonio de mí” (Jn 15,26), os lo sugerirá todo y “os enseñará la verdad completa” (Jn 16,13).

Apresúrate, por tanto, a ser partícipe del Espíritu Santo. Él está presente cuando se le invoca y, una vez invocado, viene: viene con la abundancia de la bendición de Dios. Y cuando llegue, si te encuentra humilde y en calma, si te encuentra escuchando con santo temor la Palabra de Dios, reposará en ti y te revelará lo que Dios Padre esconde a los sabios y a los prudentes de este mundo. Entonces empezará a parecerte claro lo que la Sabiduría ha podido decir a los discípulos en la tierra, aunque ellos no consiguieron comprenderlo hasta que vino el Espíritu de la verdad a enseñarles toda la verdad.

En efecto, como dice la misma Verdad, “Dios es espíritu” (Jn 4,24) y conviene que quienes quieran comprenderle y conocerle busquen sólo en el Espíritu Santo la inteligencia de la fe. Él es, para los pobres de espíritu, en medio de las tinieblas y de la ignorancia de esta vida, la luz que ilumina, la caridad que arrastra, la suavidad que conmueve, el acceso del hombre a Dios, el amor del que ama, la devoción, la piedad. Él es quien revela a los fieles la justicia de Dios cuando concede gracia tras gracia y recompensa con la fe iluminada la fe que escucha».

Hermanos, invoquemos diariamente al Espíritu Santo y pidámosle los dones para encontrar y seguir a Jesús a través de nuestros quehaceres diarios. Hoy, como una muestra singular de nuestro amor a Nuestra Santísima Madre María, hagamos el propósito de rezar el Santo Rosario por el papa Francisco, por la Iglesia, por los sacerdotes, por los consagrados y consagrados, para que cese la pandemia y las guerras, y por las intenciones particulares que tenemos en nuestros corazones.

Glorifiquemos a la Santísima Trinidad con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.