VIERNES XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN BUENAVENTURA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los que no tienen culpa» Mt 12,7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,1-8

En aquel tiempo, Jesús atravesaba un sembrado, en sábado, y los discípulos que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al ver esto, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo aquello que no es lícito en sábado». Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? ¿Cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Y no han leído en la Ley que los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el precepto del sábado sin incurrir en falta? Pues Yo les digo que aquí hay alguien que es más que el Templo. Si comprendieran lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenarían a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«San Buenaventura establece ciertas correspondencias. Cada don combate un pecado capital y atrae una bienaventuranza. Así, el don de temor combate la soberbia y atrae la pobreza voluntaria o de espíritu; el don de piedad combate la envidia y atrae la mansedumbre; el don de ciencia combate la ira y atrae el llanto; el don de fortaleza combate la pereza y atrae el hambre y la sed de justicia; el don de consejo combate la avaricia y atrae la misericordia; el don de entendimiento combate la gula y atrae la pureza de corazón; y el don de sabiduría combate la lujuria y atrae la paz» (Mauricio Beuchot).

Hoy celebramos a San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Bañoreal, cerca de Vitervo, en Italia, en 1221. Se llamaba Juan, pero dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó a San Francisco, el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo: “¡BUENA VENTURA!” que significa: “¡Buena suerte!”. Y el niño quedó curado, por eso cambio su nombre Juan, por el de Buenaventura. Tomó los hábitos de la orden seráfica llegando a ser superior general de los frailes menores; se le conoce como el segundo fundador de la orden franciscana.

Al término del Concilio de Lyon, dirigido por San Buenaventura, por orden del Sumo Pontífice, el santo sintió que le faltaban las fuerzas, y el 15 de julio de 1274 murió santamente asistido por el Papa. San Buenaventura se caracterizaba por su humildad y caridad. Recibió el título de “Doctor Seráfico” por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

El pasaje evangélico de hoy se ubica también en Marcos 2,23-28 y en Lucas 6,1-5. En el texto se aprecia la creciente hostilidad de los fariseos contra Jesús, que se manifiesta con el tema del sábado, con el que Jesús también entra en conflicto con las autoridades religiosas de la época. El sábado los judíos celebraban la presencia de Dios en la humanidad y era un día de descanso absoluto, ya que después de la creación, Dios descansó el séptimo día.

En aquella época, la religiosidad era dominada por un legalismo que se anteponía a las urgencias y emergencias humanas. Así ocurría con el sábado, que pasó de ser un día de descanso a una opresión con un mandato religioso de carácter inflexible. Por ejemplo, los discípulos tuvieron hambre y arrancaron espigas para comerlas. Ante las críticas de los fariseos, Jesús responde con dos ejemplos y una cita profética: los ejemplos de David y del proceder de los sacerdotes en sábado, y la cita de la profecía de Oseas 6,6-7.

Jesús señala que ningún precepto es más importante que el mandamiento del amor, que considera al bienestar, a la dignidad y a la vida humana por encima de las normas; es decir, basándose en el amor, Jesús proclamó la primacía del ser humano sobre la norma.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Como en el tiempo de Jesús, muchas veces se cree que conocer y guardar un precepto es cumplir el mandamiento de amar a Dios; sin embargo, Jesús nos enseña, nuevamente, la doble dimensión del mandamiento del amor: amar a Dios y amar al prójimo. Ambas dimensiones son complementarias, no son excluyentes.

Por ello, las necesidades que sufren las personas sean materiales o espirituales, deben ser atendidas con prioridad, precisamente para cumplir con el mandamiento del amor. Nuestro Señor Jesucristo así lo hizo, cumpliendo el espíritu de la Ley y buscando siempre el bienestar material y espiritual de las personas.

Hermanos: respondamos de corazón: ¿Cuál es nuestra actitud frente a las urgencias y emergencias que viven las personas necesitadas del auxilio material y espiritual que están en nuestro entorno? ¿Priorizamos normas o a las personas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a vivir cabalmente el amor y la misericordia de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Dios todopoderoso, concede a cuantos hoy celebramos la fiesta de tu obispo san Buenaventura la gracia de aprovechar su admirable doctrina e imitar los ejemplos de su ardiente caridad.

Espíritu Santo, te pedimos tus dones para cumplir a cabalidad el mandamiento del amor que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo y otórganos la sensibilidad de corazón para atender a las personas que más necesitan del auxilio material y espiritual, y que, muchas veces, están muy cerca de nosotros.

Amado Jesús, que siempre seamos portadores de tu amor y misericordia.

Amado Jesús, que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren en tu reino.

Madre del Monte Carmelo, Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con una homilía de San Macario de Egipto:

«En la ley, dada por Moisés… que no era más que una sombra, Dios ordenaba a todos el reposo y no efectuar ningún trabajo en sábado. Pero este sábado no era más que una imagen y una sombra (He 8,5) del auténtico sábado que concede el Señor al alma. En efecto, el alma que ha sido hallada digna del auténtico sábado deja de entregarse a sus preocupaciones vergonzosas y feas y descansa. Celebra el verdadero sábado y goza del auténtico reposo, liberada de todas las obras de las tinieblas… Saborea el reposo eterno y el gozo del Señor.

Antiguamente estaba prescrito que incluso los animales, privados de razón tenían que reposar el día del sábado. El buey no tenía que llevar el yugo ni el asno cargarse con peso, porque incluso los animales debían de reposar de sus trabajos pesados. Viviendo entre nosotros, el Señor nos trajo el reposo del alma que estaba oprimida bajo el peso del pecado y que realizaba obras de injusticia por causa del pecado, sometida a amos crueles. El Señor la descargó del peso insoportable de las ideas vanas y viles, la libera del yugo amargo de las obras de injusticia y le concede el reposo.

En efecto, el Señor llama al hombre al descanso diciéndole: “venid todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré” (Mt 11,28). Y todas las almas que confían en él y se le acercan… celebran un sábado verdadero, delicioso y santo, una fiesta del Espíritu, con un gozo y una alegría indecibles. Le devuelven a Dios un culto puro que le gusta, procediendo de un corazón puro. Este es el verdadero y santo».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.