SÁBADO XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO XV DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO

«Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» Mt 12,50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Alguien le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo». Pero él contestó al que avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Estaba Ella vestida de hábito carmelita, llevaba al Niño Jesús en sus brazos y en su mano el Escapulario, que le entrega diciendo: “Recibe hijo mío este Escapulario de tu orden, que será de hoy en adelante señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los que lo vistan. Quien muriese con él, no padecerá el fuego eterno. Es una señal de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno”» (Mensaje de Nuestra Señora del Carmen a San Simón Stock).

Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen del Carmen, cuya fiesta tiene su origen en el monte Carmelo, ubicado en una cadena montañosa de Galilea. Es un monte santo, un lugar de la oración donde vivió Elías. Allí, algunos de los cruzados venidos de Occidente dedicaron, a comienzos del siglo XIII, una iglesia a la Virgen María, poniendo bajo su protección la Regla de vida que les había dado Alberto, patriarca de Jerusalén, y tomando el título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

El Carmelo ha contemplado en María a la Virgen purísima y Madre espiritual, y ha recibido como don, para extenderlo a todos los devotos, el escapulario, signo de protección y de alianza, prenda de salvación eterna. Se celebra el 16 de julio porque el 17 de julio del año 1274, el segundo Concilio de Lyon decidió la permanencia de la orden. Benedicto XIII en 1726 extendió la fiesta a toda la Iglesia.

El evangelio de hoy, denominado “La Madre y los hermanos de Jesús”, también se ubica en Marcos 3,31-35 y en Lucas 8,19-21. El texto presenta a Jesús enseñando a la gente en una casa que estaba completamente llena de personas. En esta situación, su Madre y otros parientes deseaban hablar con Él, pero, al no poder hacerlo, le enviaron un mensaje. Jesús reacciona con firmeza, diciendo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. Así, alrededor de Jesús, nace una nueva familia, unida por los lazos de la fe. Una relación motivadora para todos desde la perspectiva del Reino de Dios y desde una luz distinta: la de luz de la fe.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Por este sí de María el mundo obtuvo la salvación, la humanidad fue rescatada. Así pues, procuremos también nosotros hacer la voluntad de Dios y decir siempre sí al Señor… Que María haga florecer en tu alma las virtudes siempre nuevas y vele por ti» (San Pío de Pietrelcina).

Acerquémonos confiadamente a Nuestra Santísima Madre porque ella nos llevará hacia Jesús. Llevemos con nosotros el escapulario de la Virgen del Carmen como signo de devoción al amor maternal de Nuestra Santísima Madre que no deja de interceder por la humanidad y los difuntos. Ella nos invita a acercarnos a la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Nuestro Señor Jesucristo desea que cada uno de nosotros sea su hermano, su hermana, su madre. Jesús pone por encima de los vínculos de sangre a la familia divina que procede de Dios Padre, abriendo un horizonte ilimitado para quienes siguen los preceptos cristianos.

Por ello, si cumplimos la voluntad de Dios estamos cercanos a Nuestro Señor Jesucristo y somos parte de su familia espiritual. Entremos, pues, en la cálida intimidad de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo, permitiendo que la Santísima Trinidad more en nuestros corazones.

Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra: ¿Somos conscientes de que podemos formar parte de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos y, así, sentirnos parte de la familia de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, te suplicamos, Señor, que nos asista con su intercesión poderosa la Santísima Virgen María, Madre y Reina del Carmelo, para que, guiados por su ejemplo y protección, lleguemos hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo.

Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.

Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de formar parte de la familia celestial; en especial, te pedimos por aquellos que partieron de este mundo sin conocerte o en un momento extremo de tribulación y abandono humano.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos, con un texto de Isabel de la Trinidad, la humildad y entrega total de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, la Virgen del Monte Carmelo:

«Tras Jesucristo, y sin duda a la distancia que media entre lo infinito y lo finito, hubo también una criatura que fue una magna alabanza de gloria a la Santísima Trinidad, que respondió plenamente a la elección divina de la que habla el apóstol. Ésta fue siempre “pura, inmaculada, irreprensible” a los ojos del Padre tres veces santo. Su alma es tan sencilla y los movimientos de su espíritu tan profundos que no podían ser advertidos. Parece reproducir en la tierra la vida propia del ser divino, del Ser simple. Al mismo tiempo, es tan transparente y luminosa que podría ser comparada con la luz. Con todo, no es más que el “Espejo” del Sol de justicia, Speculum iustitiae.

“La Virgen conservaba estas cosas en su corazón”. Toda su vida puede resumirse en estas pocas palabras. Vivía en su corazón. A tal profundidad, que la mirada humana no puede seguirla. Cuando leo en el evangelio que María “recorrió a toda prisa las montañas de Judea” para ir a cumplir su ministerio de caridad junto a su prima Isabel, la veo pasar enormemente bella, con gran calma y majestuosa, recogida por completo en sí misma con el Verbo de Dios.

Su oración, como la de él, también fue siempre ésta: “Ecce – Aquí estoy”. ¿Quién? “La esclava del Señor, la última de las criaturas”, ella misma, su Madre. Se mostró tan verdadera en su humildad porque se olvidó siempre de sí misma y fue siempre libre de sí misma, y por eso podía cantar: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. En adelante, las naciones me proclamarán bienaventurada”».

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue gracia de comprender y llevar a la práctica el mandamiento del amor. Formemos parte de la familia celestial dando testimonio de Nuestro Señor Jesucristo con nuestras vidas. Que las obras de misericordia que hagamos, en el Santísimo Nombre de Jesús, estén orientadas siempre a ampliar la familia divina.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.