LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES XXVII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
SANTA FAUSTINA KOWALSKA
«Cuando oren digan: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación”» Lc 11,2-5.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-4
Una vez, Jesús estaba orando en cierto lugar. Cuando uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oren digan: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación”».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Oh, Jesús, amante de la salvación humana, atrae a todas las almas a la vida divina; que la grandeza de Tu misericordia sea glorificada aquí en la tierra y en la eternidad. Oh gran amante de las almas que en Tu inagotable compasión has abierto los beneficiosos manantiales de la misericordia para que se fortifiquen las almas débiles durante esta peregrinación por la vida. Tu misericordia, como un hilo de oro nos acompaña durante toda la vida y mantiene el contacto entre nuestro ser y Dios en cada aspecto; Dios no necesita nada para ser feliz, pues todo es únicamente la obra de su misericordia. Mis sentidos se paralizan por la alegría cuando Dios me da a conocer más a fondo este gran atributo suyo, es decir su insondable misericordia» (Santa Faustina Kowalska).
Hoy celebramos a Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia. Nació en Glogoviec, en Polonia, el 25 de agosto de 1905 y murió en 1938. Desde muy temprana edad fue llamada a hablar con el cielo. Fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000 por el papa San Juan Pablo II.
Nuestro Señor Jesucristo le confió la gran misión de llevar el mensaje de la misericordia a todo el mundo. «Te envío – le dijo – a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón Misericordioso. Tú eres la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo, en ésta y en la vida futura… para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas, y que las invites a confiar en el abismo de Mi misericordia» (en Diario, 1588,1605,1567).
Hoy meditamos la oración del Padrenuestro, que también se ubica en Mateo 6,9-15, en el que se identifican siete peticiones. En Lucas, la oración forma parte los hechos que ocurrieron cuando Jesús iba camino a Jerusalén; su texto, es más breve que en el evangelio de San Mateo.
En Lucas, las cuatro peticiones de Jesús sintetizan el proyecto de vida del cristiano: la primera es la invocación y la santificación del Santo Nombre de Dios Padre. La segunda pide la providencia divina para la subsistencia diaria. La tercera expresa el ferviente deseo que su Reino se instaure en nuestros corazones, pidiendo su misericordia y siendo misericordiosos con el prójimo, con quien pueden surgir enfrentamientos y contrariedades, pero a quien debemos estar plenamente dispuestos a perdonar en el nombre de Dios. Y la cuarta se refiere a estar alertas y pedir la ayuda divina de Dios Padre para alcanzar la victoria sobre las tentaciones; en el evangelio de Mateo, también le suplicamos que nos libere del mal y le pedimos la libertad de todas las ataduras del maligno.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Oh, dulce Jesús, aquí has establecido el trono de Tu misericordia para dar alegría y ayudar al pecador. De Tu Corazón abierto, como de un manantial puro, fluye el consuelo para el alma y el corazón contrito. Que el honor y la gloria para esta imagen no dejen de fluir de las almas de los hombres, que cada corazón glorifique la Divina Misericordia ahora y por los siglos de los siglos y en cada hora» (Faustina Kowalska).
A través de la oración maravillosa del Padrenuestro, tan sencilla y profunda a la vez, todos nosotros y todas las personas del mundo tenemos la oportunidad de experimentar el encuentro personal con Dios Padre. El Padrenuestro nos brinda el privilegio santificar el Nombre de Dios Padre, de llamarlo confiadamente Padre, “Abba”, fortaleciendo nuestra fe en la filiación con Él, y acercándonos a su amor y misericordia.
Hermanos, meditando el pasaje evangélico de hoy, respondamos: ¿Cómo rezamos? ¿Cómo nos dirigimos a la Santísima Trinidad? ¿Aceptamos la propuesta de Nuestro Señor Jesucristo de dirigirnos a Dios Padre para adorarle, agradecerle y pedirle por nosotros y por nuestros hermanos? ¿Perdonamos a las personas que nos ofenden? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a que nuestra vida sea coherente con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; compromiso que asumimos cada vez que rezamos el Padrenuestro.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, tú, que hiciste de santa Faustina una gran devota de tu infinita misericordia, concede por su intercesión, el perdón, la paz y la devoción a tu misericordia a todo aquel que se acerque a tu Sacratísimo Corazón.
Santo Dios, Santo Padre del cielo, envía tu Espíritu Santo para fortalecer nuestra fe y poder ser discípulos de Jesús en todas las circunstancias de nuestras vidas.
Padre eterno, dígnate agregar a los difuntos al numero de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de Misericordia, intercede ante Dios Padre por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Queridos hermanos: contemplemos a Jesús resucitado con una homilía de San Juan Pablo II:
«Queremos dar gracias al Señor por su amor, que es más fuerte que la muerte y que el pecado. Ese amor se revela y se realiza como misericordia en nuestra existencia diaria, e impulsa a todo hombre a tener, a su vez, “misericordia” hacia el Crucificado. ¿No es precisamente amar a Dios y amar al próximo, e incluso a los “enemigos”, siguiendo el ejemplo de Jesús, el programa de vida de todo bautizado y de la Iglesia entera? …
Un día Jesús le dijo a sor Faustina: “La humanidad no encontrará paz hasta que se dirija con confianza a la misericordia divina”. ¡La misericordia divina! Este es el don pascual que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y que ofrece a la humanidad, en el alba del tercer milenio…
También a nosotros el Señor nos muestra hoy sus llagas gloriosas y su corazón, manantial inagotable de luz y verdad, de amor y perdón. ¡El Corazón de Cristo! Su “Sagrado Corazón” ha dado todo a los hombres: la redención, la salvación y la santificación. De ese Corazón rebosante de ternura, santa Faustina Kowalska vio salir dos haces de luz que iluminaban el mundo. “Los dos rayos representan la sangre y el agua”. La sangre evoca el sacrificio del Gólgota y el misterio de la Eucaristía; el agua, según la rica simbología del evangelista san Juan, alude al bautismo y al don del Espíritu Santo.
A través del misterio de este Corazón herido, no cesa de difundirse también entre los hombres y las mujeres de nuestra época el flujo restaurador del amor misericordioso de Dios. Quien aspira a la felicidad auténtica y duradera, sólo en él puede encontrar su secreto.
“Jesús, en ti confío”. Esta jaculatoria, que rezan numerosos devotos, expresa muy bien la actitud con la que también nosotros queremos abandonarnos con confianza en tus manos, oh, Señor, nuestro único Salvador. Tú ardes del deseo de ser amado, y el que sintoniza con los sentimientos de tu corazón aprende a ser constructor de la nueva civilización del amor. Un simple acto de abandono basta para romper las barreras de la oscuridad y la tristeza, de la duda y la desesperación. Los rayos de tu misericordia divina devuelven la esperanza, de modo especial, al que se siente oprimido por el peso del pecado.
María, Madre de misericordia, haz que mantengamos siempre viva esta confianza en tu Hijo, nuestro Redentor. Ayúdanos también tú, santa Faustina, y fijando nuestra débil mirada en el rostro del Salvador divino, queremos repetir contigo: “Jesús, en ti confío”. Hoy y siempre. Amén».
Hermanos: recemos hoy la Coronilla de la Divina Misericordia para que, con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente de la misericordia, que es Nuestro Señor Jesucristo.
Alabemos a Dios Padre, creador nuestro, por su amor e infinita misericordia; y seamos siempre agradecidos a la Santísima Trinidad por todos los dones recibidos. Reconozcamos que somos frágiles y caemos muchas veces en las tentaciones y el pecado. Pidamos diariamente el perdón a Dios y la gracia de perdonar a quienes nos ofenden.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.