LUNES XXIX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXIX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, OBISPO Y MÁRTIR

«Miren: guárdense de toda codicia. Que por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes» Lc 12,15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Lucas 12,13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?». Y dijo a la gente: «Miren: guárdense de toda codicia. Que por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes». Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y comenzó a hacer cálculos: “¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vas a morir. Lo que has acumulado, ¿para quién será?”. Así le sucede para el que amontona riquezas para sí mismo y no es rico a los ojos de Dios».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El camino de la salvación es el de las Bienaventuranzas, y la primera es la pobreza de espíritu, es decir, no estar apegados a las riquezas que –si se poseen– son para el servicio de los demás, para compartir, para ayudar a sacar la gente adelante. Y la señal de que no estamos en ese pecado de idolatría es hacer limosna, es dar a los que lo necesitan, y dar no de lo superfluo sino de lo que me cuesta alguna privación porque quizá es necesario para mí. Esa es una buena señal. Eso significa que es más grande el amor a Dios que el apegamiento a las riquezas» (Papa Francisco).

Hoy celebramos a San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Llamado también Teóforo, que significa manifestación de Dios; nació en Siria alrededor del año 50. Fue discípulo de San Pablo y San Juan. Escribió siete epístolas: cinco dirigidas a las comunidades orientales y las otras dos a Policarpo, obispo de Esmirna, y a la comunidad cristiana de Roma. Murió en el año 107, destrozado por los leones en un anfiteatro.

San Ignacio de Antioquía expresó su gran deseo de unirse con Jesús; suplicó a los cristianos de Roma que no impidan su martirio porque estaba impaciente por unirse a Nuestro Señor Jesucristo. A San Ignacio se le considera el doctor de la unidad, ya que proclamaba la unidad de todo cristiano con la Santísima Trinidad, así como la unidad de la naturaleza humana y divina de Jesús.

El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de la enseñanza de Jesús en la que señala a sus discípulos que, cuando los conduzcan ante jefes y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender, ya que será el Espíritu Santo quien hablará a través de ellos.

En la lectura de hoy, un hombre le pide a Jesús que actúe como árbitro de una herencia, evidenciando que no ha entendido cuál es la misión de Jesús en la tierra. Tras negarse a entrar en el litigio de quienes disputaban una herencia, Jesús advierte a la gente sobre los peligros espirituales de la codicia y de la acumulación de riquezas dejando de lado la misericordia. Frente a estos riesgos, Jesús plantea la confianza en la providencia divina que se manifiesta y despliega en infinitas formas; así mismo, propone el ejercicio de la misericordia y la caridad en la vida diaria.

En un sentido más profundo, cuando Jesús dice «guárdense de toda codicia», se refiere también a los deseos desenfrenados de la sensualidad, de la idolatría mundana, del deseo de poder y otras tentaciones que el mundo nos presenta.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El mensaje central de hoy es muy actual. Por un lado, vemos a personas que viven en situaciones deplorables, pasando necesidades extremas en alimentación, salud, educación y en otros aspectos fundamentales; y, por otro lado, hay personas que realizan gastos superfluos en medio de una sociedad consumista, como si no hubiera nada más que hacer con las riquezas.

Las cosas materiales son necesarias para la vida, pero no deben ser la prioridad de un cristiano. Leamos a Lucas 12,30-31: «En cuanto a ustedes el Padre sabe que las necesitan. Basta que busquen su reino y lo demás lo recibirán por añadidura».

Frente a la tentación de la codicia y de la acumulación inútil de la riqueza, Nuestro Señor Jesucristo propone la plena confianza en Dios, en la Providencia divina, buscando siempre alcanzar las riquezas que son gratas a los ojos de Dios, priorizando la atención de las personas con mayores necesidades materiales y espirituales.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Somos conscientes de que Dios nos ha confiado los bienes que poseemos? ¿Cuántas veces usamos inútilmente las cosas que Dios nos ha confiado? ¿De qué manera afecta a nuestra vida cristiana la conducta consumista de nuestra sociedad? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a hacer un alto para mirar nuestra morada interior y buscar aumentar nuestra riqueza a los ojos de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, tú que has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, concédenos que, así como el martirio fue para San Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante.

Santísima Trinidad: otórganos la gracia de estar muy atentos para que hagamos un uso adecuado de los bienes que nos has confiado y tengamos siempre presente que todo lo que poseemos, te pertenece. Líbranos de todo tipo de codicia.

Amado Jesús: concédenos que, dóciles a la acción del Espíritu Santo, podamos siempre reflexionar sobre las difíciles condiciones de vida de muchos hermanos nuestros e, inspirándonos en tu Palabra, realicemos obras de misericordia y contribuyamos creativamente a que todos tomemos conciencia de que todo ser humano debe ser tratado con la dignidad de hijo de Dios.

Espíritu Santo: te pedimos por la salud espiritual y corporal de todos nuestros hermanos enfermos que están abandonados, sin ningún apoyo material y espiritual. Te suplicamos: no los abandones nunca, tú que eres el amor de Dios Padre y de Dios Hijo.

Amado Jesús, Salvador nuestro, te suplicamos que las almas de los difuntos de todo tiempo y lugar transiten por la puerta de tu misericordia, amado Señor.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un escrito de San Agustín:

«Hermanos, examinad con atención vuestras moradas interiores, abrid los ojos y considerad cuál es vuestro mayor amor, y después aumentad la cantidad que habréis descubierto en vosotros mismos. Poned atención en este tesoro vuestro a fin de ser ricos interiormente.

Decimos que son caros los bienes que tienen gran precio, y con razón… Pero ¿Qué hay más preciado que el amor, hermanos míos? A vuestro juicio ¿cuál es su precio? Y ¿cómo pagarlo?

El precio de una tierra, el del trigo, es tu dinero; el precio de una perla es tu oro; pero el precio de tu amor eres tú mismo. Si quieres comprar un campo, una joya o un animal, buscas los fondos necesarios, miras alrededor de ti. Pero si deseas poseer el amor, no busques más que a ti mismo, es preciso que te encuentres a ti mismo…

Escucha lo que te dice el amor por boca de la Sabiduría: “Hijo, dame tu corazón”. Tu corazón estaba mal cuando era tuyo; eras presa de las nimiedades, es decir, de las malas pasiones…

“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”… El que te creó te quiere todo entero».

Hermanos: aceptemos la propuesta de Nuestro Señor Jesucristo y hagamos el compromiso de ser caritativos y misericordiosos, en especial, con nuestros hermanos más necesitados; que las obras de misericordia, en el Santísimo Nombre de Jesús, sean parte de nuestra existencia.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.