VIERNES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO A

SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN

«La sabiduría de Dios se conoce por sus obras» Mt 11,19.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,16-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, pero ustedes no han bailado; hemos cantado lamentaciones, pero ustedes no han llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría de Dios se conoce por sus obras».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

 

———–

«La Sabiduría, en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y de los profetas» (Sab. 7,27).

Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en Cuauhtitlán, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en el Tepeyac, se le apareció María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.

El 12 de diciembre, mientras Juan Diego se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante, la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

Fue beatificado en 1990 y canonizado el 31 de julio de 2002 por San Juan Pablo II, quien llamó a Juan Diego «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac».

El texto de hoy, como el de ayer, forma parte del pasaje denominado “Jesús habla sobre Juan”, que también se ubica en Lucas 7,18-35. Hoy meditamos la parte final, en la que Jesús hace un reproche a quienes no quieren comprometerse con él y lo ilustra a través de los detalles de una metáfora infantil en la que se reconoce a quienes se comportan caprichosamente.

Jesús relata el rol de dos grupos de niños en la plaza de un pueblo. Un grupo tocaba la flauta, imitando una boda, que es fiesta de la vida; el otro cantaba lamentaciones, imitando un entierro que es la memoria de la muerte. Pero en el centro de la plaza había otros niños que no querían entrar en el juego, ni en el de la boda ni en el del entierro, los cuales representan a aquellos que desaprovechan el momento de la gracia que traen Juan y Jesús.

Esta última es la misma actitud de aquellos que actualmente se sienten autosuficientes y no entran en la dinámica espiritual del Reino de los Cielos. Son aquellos que cayeron en un conformismo espiritual y no aceptaron a Juan, el penitente austero, a quien desprestigiaban, y tampoco aceptaron a Jesús, el Salvador del mundo. Por eso, hoy, llamemos a Nuestro Señor Jesucristo, pero, acerquémonos a Él con firme decisión.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La actitud de las personas del pasaje evangélico evidencia el comportamiento que exhibimos muchas veces cuando descalificamos lo que no nos interesa o lo que no queremos conocer o reconocer, a través de una creativa variedad de justificaciones. Sin embargo, los criterios que debemos considerar debemos buscarlos en nuestra propia vida, reconociendo que allí se hace patente la sabiduría de Dios.

Por ejemplo, a las personas soberbias no les gusta la crítica, ya que el ego se altera fácilmente cada vez que se siente frustrado en sus expectativas; esto ocurría en tiempos de Jesús y sucede también ahora en todo el mundo. Hay personas que tienen un gran apego a las enseñanzas tradicionales y no aceptan otros modos de explicar y vivir la espiritualidad cristiana basada en la fe. Por ello, es vital que pidamos al cielo la lucidez espiritual en la que actúa la sabiduría salvadora de Nuestro Señor Jesucristo, la misma que queda acreditada a través de sus enseñanzas y obras de amor, porque Él mismo es la sabiduría.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Cuáles son las excusas más frecuentes que el mundo promueve para evadir el Reino de los Cielos? ¿Es nuestra vida coherente con la fe? ¿Promovemos el respeto y colaboración en nuestra familia, comunidades, centros de estudios y de trabajo? ¿Pedimos al Espíritu Santo la sabiduría en nuestro diario vivir? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a descubrir en nuestras acciones cotidianas el inmenso amor que Nuestro Señor Jesucristo siente por nosotros y la cercanía del Reino de los Cielos.

¡Jesús, María y José nos aman!

 

  1. Oración

Padre eterno, que manifestaste el amor de la Santísima Virgen María hacia tu pueblo por medio de san Juan Diego, concédenos por su intercesión que, dóciles a las recomendaciones de nuestra Madre de Guadalupe, podamos cumplir siempre tu voluntad.

Padre eterno, Dios todopoderoso, concede a tu pueblo esperar vigilante la vista de tu Unigénito, para que nos apresuremos a salir a su encuentro con las lámparas encendidas, como nos enseñó Nuestro Salvador.

Amado Jesús, tú eres la Palabra eterna de Dios Padre, tú eres la infinita sabiduría con que fue creado todo el universo. Concédenos saber escuchar tu voz a través de tu Palabra, de nuestros hermanos y de nuestra vida.

Amado Jesús, fortalece al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes y diáconos, a los consagrados y consagradas, para que, en unión íntima contigo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, lleven tu Paz a toda la humanidad.

Amado Jesús, a todos los hermanos que partieron a tu encuentro, dales también parte en tu felicidad, con Nuestra Santísima Madre, la siempre Inmaculada Virgen María, San José y con todos tus santos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del Adviento, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: dirijámonos a Dios con la oración para alcanzar la Sabiduría (Sab 9,1-18):

«Dios de mis antepasados, Señor de misericordia, que hiciste todas las cosas con tu Palabra y con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominara todas tus criaturas, gobernase el mundo con justicia y santidad y juzgase con rectitud de espíritu; dame la Sabiduría que reina junto a ti, y no me excluyas de entre tus hijos.

Porque soy siervo tuyo, hijo de tu esclava, un hombre débil y de vida efímera, incapaz de comprender el derecho y la ley. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hombres, si le falta tu Sabiduría, será tenido en nada.

Tú me elegiste como rey de tu pueblo y jefe de tus hijos e hijas, tú me encargaste construir un templo en tu monte santo y un altar en la ciudad donde habitas, a imitación de la tienda santa que preparaste desde el principio.

Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba a tu lado cuando hacías el mundo, que conoce lo que te agrada y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde el cielo sagrado, mándala desde tu trono glorioso, para que me acompañe en mis tareas, y pueda yo conocer lo que te agrada. Ella, que todo lo sabe y comprende, me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerá con su gloria. Así mis obras serán aceptadas, juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. Pues, ¿qué hombre puede conocer la voluntad de Dios? ¿Quién puede considerar lo que el Señor quiere?

Los pensamientos humanos son mezquinos y nuestros proyectos caducos; pues, el cuerpo mortal oprime el alma y la tienda terrestre abruma la mente reflexiva. Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la tierra y con dificultad encontramos lo que está a nuestro alcance: ¿quién puede rastrear lo que está en los cielos? ¿Quién puede conocer tu voluntad, si tú no le das la Sabiduría y le envías tu Espíritu Santo desde el cielo?

Así se enderezaron los caminos de los habitantes de la tierra, así los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron gracias a la Sabiduría».

Hermanos: busquemos el don sobrenatural de la fe y de la sabiduría a través de la oración. Hagamos el compromiso de que nuestra vida cotidiana sea coherente con la fe cristiana y seamos promotores del respeto y la colaboración por donde vayamos. Que nuestra oración a la Santísima Trinidad sea constante y que busque siempre la compañía de Nuestra Santísima Madre y San José.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.