DOMINGO DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Vengan, síganme, y los haré pescadores de hombres» Mt 4,19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4,12-23

Al enterarse Jesús que habían encarcelado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Entonces comenzó Jesús a predicar: «Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos».

Caminando a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llamaban Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Vengan y síganme, y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca reparando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El señorío de Dios se manifiesta en la curación integral del hombre. De este modo Jesús quiere revelar el rostro del verdadero Dios, el Dios cercano, lleno de misericordia hacia todo ser humano; el Dios que nos da la vida en abundancia, su misma vida. En consecuencia, el reino de Dios es la vida que triunfa sobre la muerte, la luz de la verdad que disipa las tinieblas de la ignorancia y de la mentira» (Papa emérito Benedicto XVI).

El pasaje evangélico de hoy tiene dos partes: la primera narra el comienzo de la proclamación del Reino (Mt 4,12-17), que también se ubica en Mc 1,14-15 y Lc 4,14-15. La segunda es el llamado de los primeros cuatro discípulos (Mt 4,18-23) que también se encuentra en Mc 1,16-20 y Jn 1,35-51; Jesús los llama a atravesar mares desconocidos, a recorrer países extranjeros, y finalmente a arriesgar y entregar su propia vida para anunciar su Palabra.

Es importante señalar que el llamado actual de Jesús no es solo para una vida consagrada, aun cuando es la forma de llamada más conocida, sino que se trata fundamentalmente del llamado a ser sus testigos en el mundo, a ser verdaderos cristianos. A convertirnos en personas que puedan decir: ¡En verdad Dios existe! ¡Yo lo he encontrado y Él ha cambiado mi vida!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Hoy, Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado a la conversión, que consiste en pasar de la incredulidad a la fe, de una vida solitaria y egoísta a una vida de relación con Dios y con el prójimo a través de relaciones fundamentadas en la paz y el amor. Esta es la condición para acceder al Reino de los cielos.

Luego, Nuestro Señor Jesucristo nos llama, muy a pesar de la vida que llevamos, de nuestros antecedentes o nuestras motivaciones. Nos ofrece una nueva barca, nuevas redes, nuevos horizontes y lejanos mares.

Cuando el Maestro nos dice: «¡Sígueme!» y aceptamos el don inmerecido del llamado y, con alegría vamos tras de Él, encontramos el verdadero sentido a nuestra vida y se ilumina nuestro presente y futuro. Es un imperativo de liberación, de esperanza luminosa. Si no, veamos a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan, que llenos de alegría siguieron a Jesús.

Aceptemos con humildad la riqueza del llamado de Nuestro Señor Jesucristo y acerquemos a Él a nuestros familiares, amigos y a cualquier persona. Hagámoslo con gozo, porque quien encuentra a Nuestro Señor Jesucristo lo encuentra para todos. Es una vocación irresistible, es el discipulado permanente, es para toda la vida.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, orienta nuestros actos según tu voluntad, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.

Espíritu Santo, fortalece la perseverancia de las comunidades cristianas para anunciar el Reino de los cielos y seguir con la misión de acercar a la humanidad a Nuestro Señor Jesucristo. Inflama los corazones de todas las personas con el fuego de tu amor para que todos sintamos la vocación irresistible de seguir a Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus pecados.

Santa Madre de Dios, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito del obispo Enrico Masseroni:

«Jesús tiene ideas claras: Dios vuelve a partir desde los pobres de la tierra. La novedad irrumpe a través de tres opciones, a las que corresponden tres respuestas por parte del hombre. En primer lugar, Jesús “empezó a predicar”. El Reino es anuncio, la Palabra, es noticia. Al anuncio de Jesus le hace eco la urgencia indiferible de la conversión. Jesús habla al corazón del hombre. La nueva historia del mundo se decide en el fondo del corazón humano: allí donde cada uno es árbitro de su propia libertad.

El segundo movimiento inédito del ministerio de Jesús es el hecho de llamar. También aquí nos sorprende el rabí de Nazaret: es él quien elige y quien llama. Y la llamada provoca la libertad, la vida, todo: “Ellos dejaron al instante las redes y lo siguieron”. Se produce una especie de ruptura entre el pasado y el futuro: el pasado es rutina, echar las redes desde la mañana a la noche y desde la noche a la mañana, en un mundo cerrado, hecho a nuestra medida; el futuro es echar otras redes como “pescadores de hombres”, en un mundo sin medida o a medida de Dios.

Y, por último, la tercera novedad del Reino: Jesús “curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo”. El evangelio cura. Así pues, la noticia del Reino irrumpe sobre la ola de tres verbos: “predicar”, “llamar”, “curar”. Son los tres verbos que cambian la historia del mundo.

“¿Quién soy yo?”: se trata de una pregunta que atraviesa la existencia de cada uno de nosotros. Las respuestas son infinitas. Cada uno tiene su filosofía: los maestros del pensamiento…, pero también el chico o la chica de dieciocho años ebrios de su libertad, el obrero que suda por un puñado de dinero, el ama de casa que se ocupa de sus asuntos, la diva prendada de su belleza. Cada uno tiene su visión de esta partida irrepetible de la vida. ¿Qué dice Dios de ella? La Palabra habla claro. La vida es una llamada marcada por cuatro llamadas fundamentales. Está la llamada a la existencia, al banquete común de una familia; está la llamada a la vida de los hijos de Dios que se produce en el bautismo; está la llamada dirigida a Pedro y a sus amigos para que dejen las redes y se ocupen de una misión particular: engendrar vida en los otros; y está la llamada a la existencia en el tiempo “a la vida sin tiempo”. Darnos cuenta de que hemos sido llamados es el juego de la fe; es el compromiso de comprender, de orar, de dar, de discernir. La aventura del Evangelio es un juego serio y fascinante. ¿Sabes que tú también eres uno de los llamados?».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.