LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA VI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
«No crean que he venido abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley» Mt 5,17-18.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Les aseguro: Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con tu adversario, llega a un acuerdo, mientras van de camino, no sea que te entregue al juez, el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Han oído ustedes el mandamiento «No cometerás adulterio». Pues yo les digo: El que mira a una mujer y la desea, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te hace caer en pecado, córtatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: «El que se separe de su mujer, que le dé acta de divorcio». Pues yo les digo: El que se divorcie de su mujer, salvo en caso de unión ilegítima, la expone al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Han oído que se dijo a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás lo que hayas prometido al Señor bajo juramento». Pues yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro ni un solo cabello. A ustedes les basta decir «sí» o «no». Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Queridos amigos, quizás no es casualidad que la primera gran predicación de Jesús se llame “Sermón de la montaña”. Moisés subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios y llevarla al pueblo elegido. Jesús es el Hijo de Dios que descendió del cielo para llevarnos al cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, él mismo es este camino: lo único que debemos hacer es seguirle, para poner en práctica la voluntad de Dios y entrar en su reino, en la vida eterna. Una sola criatura ha llegado ya a la cima de la montaña: la Virgen María. Gracias a la unión con Jesús, su justicia fue perfecta: por esto la invocamos como “espejo de justicia”. Encomendémonos a ella, para que guíe también nuestros pasos en la fidelidad a la Ley de Cristo» (Benedicto XVI).
El pasaje evangélico de hoy forma parte del Sermón de la Montaña. Está integrado por cuatro textos: “Jesús y la Ley”, entre los versículos 17 y 20; “Jesús enseña sobre la ofensa”, versículos 21 al 26; “Jesús habla sobre el adulterio”, versículos 27 al 30; y “Jesús enseña sobre los juramentos”, entre los versículos 33 y 37.
En el primer segmento se aprecia que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento Jesús están íntimamente unidos y ese maravilloso vínculo es Jesús, quien se da a conocer como la plenitud de la Revelación; Él es el Verbo encarnado, Él es la Palabra viva, que viene a toda la humanidad para hacernos conocer quién es Dios y cómo y cuánto nos ama.
En el segundo, Jesús cita el mandamiento del Decálogo que condena el homicidio, señalando que el insulto y el juicio al hermano están también sujetos a castigo. Indica también que las ofrendas a Dios tienen que estar limpias de toda impureza, por ello, llama a la reconciliación con el prójimo antes de aproximarse al Altar de Dios.
En el tercero, Jesús se refiere a la fidelidad que debe existir en el matrimonio y lo hace con claridad y exigencia.
En el cuarto, Jesús insiste en la honestidad y transparencia en el trato de las personas; señala que no debemos jurar en el nombre de Dios, ni de nadie, ni de nada. Jesús nos dice que nuestra honestidad, seriedad y transparencia se sustenten también en el cumplimiento de nuestra palabra.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Hoy, Nuestro Señor Jesucristo nos dirige a la esencia de los mandamientos, a los fundamentos de la Ley, y lo hace de manera radical, señalando que es el camino seguro para llegar a Dios. Lo cual significa guardar los mandamientos del amor con obras y de verdad. Porque el amor precisa de obras de amor que nos lleven a servir a nuestros hermanos y darles a conocer a Dios.
En esta misión, que debemos realizar en cualquier circunstancia de nuestras vidas, la acción del Espíritu Santo nos ayudará siempre a entender la Palabra y a explicarla a nuestros hermanos con valentía y fe. Ante a este desafío, conviene preguntarnos: ¿Cómo experimentamos diariamente la Ley de Dios? ¿Cuáles son los conflictos más frecuentes que ocurren en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestros equipos de trabajo y por dónde vamos, y cómo actuamos frente a ellos? ¿Podemos vivir con honestidad nuestra relación matrimonial? ¿Somos conscientes de los ataques que sufre la familia cristiana y qué hacemos para defenderla? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a cumplir los mandamientos del amor y fortalezcan nuestras intenciones y acciones para dar testimonio de la misericordia, bondad y providencia de Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que prometiste permanecer en los rectos y sencillos de corazón, concédenos, por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes habitar en nosotros.
Santísima Trinidad: Tú que defiendes la grandeza y dignidad divina de la familia, fortalece con tu amor, dones y misericordia a todas las familias cristianas que son objeto de ataques en del mundo.
Padre Nuestro, que en tu hijo Jesús nos otorgaste la plenitud y el cumplimiento de todos tus mandamientos de amor, haz que, con la ayuda del Santo Espíritu, podamos ver en cada persona, incluso en nuestros enemigos, el rostro misericordioso de Jesús.
Padre eterno, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar siempre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.
Santa Madre de Dios, Reina de la paz, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una Homilía griega del siglo IV:
«La Ley de Moisés era el itinerario de la piedad, la regla de las costumbres honestas, el freno al primer pecado, el esbozo de la verdad futura. La Ley de Moisés era, para la piedad, un maestro, y para la justicia una guía; para los ciegos una luz y para los insensatos una prueba; para los niños un pedagogo y para los imprudentes una amarra; para los duros de cerviz una brida y para los impacientes un yugo que constriñe.
La Ley de Moisés era el mensajero de Cristo, el precursor, el heraldo y el profeta del gran Rey, una escuela de sabiduría, una preparación necesaria y una enseñanza universal, una doctrina llegada a su hora y un misterio temporal. La Ley de Moisés era un resumen simbólico y enigmático de la gracia futura, anunciando en imágenes la perfección de la verdad futura. A través de los sacrificios anunciaba a la Víctima; por la sangre, a la Sangre; por el cordero, al Cordero; por la paloma, al Espíritu; por el altar, al Gran Sacerdote; por el Templo, la estancia de la divinidad; por el fuego del altar, la plena Luz del mundo que desciende de lo alto».
Dios mío, con el gozo que produce tu amor misericordioso, nos comprometemos a identificar los resentimientos que nos separan de nuestras familias, de nuestros hermanos de comunidad, de nuestros compañeros de trabajo y de otras personas con la que nos hemos enemistado, con el fin de tender los puentes de la reconciliación.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.