LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA II DE PASCUA – CICLO A
«Soy yo. No tengan miedo». Jn 6,20.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,16-21
Al atardecer de ese mismo día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en a otra orilla. Era ya de noche, y Jesús no se había reunido con ellos. Soplaba un fuerte viento y las aguas del mar comenzaron a encresparse. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el agua, y se asustaron. Pero él les dijo: «Soy yo. No tengan miedo». Ellos quisieron subirlo a la barca, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
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«Busquemos al Señor y su gracia. Acerquémonos a él, que caminó sobre el mar y mandó a los vientos y multiplicó los panes. Veámosle con fe, aunque nuestros ojos estén cerrados y no podamos reconocerle. Que nuestro dulce Señor esté siempre con nosotros, estimulando nuestros corazones desde dentro, hasta que despunte el día y desaparezcan las sombras» (San John Henry Newman).
El pasaje evangélico de hoy también se ubica en Mc 6, 46-52. El texto denominado “Jesús camina sobre el agua” relata los acontecimientos ocurridos después de la multiplicación de los panes y de los peces que produjo un gran impacto y entusiasmo en la gente, no solo espiritual, sino también político, ya que creían que Jesús podía liberarlos de la opresión romana.
La multitud no comprendía cabalmente que la esclavitud de la que Jesús quería liberarlos era la esclavitud del pecado. Para Jesús era necesario extinguir el pecado y dotar al hombre de un nuevo corazón, porque mientras Dios no cambia el corazón del hombre, el hombre sigue siendo un ser ingobernable.
Luego de despedir a la gente, Jesús, en medio de la oración, percibe que sus discípulos tenían problemas en la pequeña travesía y se acerca a ellos caminando sobre el agua; ellos sienten un fuerte miedo porque su amor es débil todavía. Jesús los calma con una expresión que siempre agradable: «Soy yo. No tengan miedo». Pero los discípulos siguen sin entender, y aunque desaparece el miedo, todavía subsiste en ellos una oscuridad interior que tiende a disiparse.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Que de noche y de día, – hasta el día final-, alabemos y demos gracias al único Padre e Hijo, Hijo y Padre, al Hijo Pedagogo y Maestro, junto con el Espíritu Santo. Todo está en el Uno, puesto que en Él son todas las cosas, por quien todo es uno, por quien la eternidad es, de quien todos somos miembros; de Él es la gloria y los siglos; todo sea para el Bueno; todo, para el Bello; todo, para el Sabio; todo, para el Justo. A Él la gloria, ahora y por los siglos de los siglos. Amén» (San Clemente de Alejandría).
El texto de hoy nos presenta las dos dimensiones de la vida cristiana: la primera es la plena conciencia del amor infinito que Dios Padre tiene a cada persona y que se revela a través de Nuestro Señor Jesucristo, y que pide una respuesta de la misma naturaleza. La segunda dimensión es el amor fraterno, el amor al prójimo, que es el reflejo del amor a Dios y es el rayo de luz que nos ilumina y orienta en la travesía diaria.
Estas dos grandes dimensiones de nuestra vida cristiana tienen el poder de alejar los miedos y convertirnos en valientes y fieles seguidores de Nuestro Señor Jesucristo, ya que el amor y el miedo son incompatibles. Nuestro Señor Jesucristo, en su infinita bondad, no solo se compadece de nuestras necesidades primordiales, sino que nos invita a confiar más en Él, porque el ser humano es un ser creado para amar y ser amado.
Busquemos, pues, la cercanía de Nuestro Señor Jesucristo; busquemos en esa cercanía la experiencia que todos necesitamos y que tanto deseamos: liberarnos del miedo y del pecado. Empecemos por perder el miedo a defender nuestra fe y alcemos nuestras voces en defensa de la vida, de la familia, de la educación cristiana de niños y adolescentes, y de todos los fundamentos de nuestra fe.
Hermanos, meditando el pasaje evangélico, conviene preguntarnos: ¿Somos conscientes de todo lo que Dios hace en nuestras vidas? ¿Cuáles son los vientos en contra que nos impiden avanzar? ¿Cuáles son los miedos que inmovilizan nuestro ímpetu cristiano? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que Nuestro Señor Jesucristo nos acompaña siempre en nuestras travesías cotidianas, y también a entregarnos a la alegre libertad del amor, a la sorprendente gratuidad de la amistad que Dios Padre nos brinda a través de Jesús y de nuestros hermanos más necesitados.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna.
Amado Jesús, haznos capaces de entablar relaciones verdaderamente fraternas, que expresen el amor a nuestro Padre Celestial y que, a pesar de las tempestades que nos acechan, sepamos guardar la calma confiados en tu infinita misericordia.
Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.
- Contemplación y acción
Hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Adrienne von Speyr:
«Los discípulos ven al Señor caminando sobre las aguas y acercándose a la barca. Y como no viene como le esperaban, son presa del miedo. Sienten que la presencia del Señor puede ser mucho más insoportable que su ausencia. Tal vez no se liberen ya nunca por completo de este miedo que ahora aprenden a conocer por vez primera: el miedo a lo inmenso, a la desaparición de todas las medidas, a verse rebasados, arrollados, superados por todas partes. Estar solos era algo desagradable, pero todavía es mucho más incómodo estar con alguien cuya medida hace naufragar constantemente la nuestra. Su deseo fue satisfecho de una manera completamente distinta a todo lo que ellos creían; de una manera que pertenece completa y únicamente al Señor y no a ellos; de una manera que no cierra la apertura de su deseo, sino más bien la abre de par en par y la dilata.
Tienen miedo, y él les dice: “No tengan miedo” (Jn 6,20). No deben tener miedo ante él, ni por el hecho de haberlos dejado solos, ni de la soledad todavía más profunda de su compañía, ni de sus milagros, ni de su ser extraordinario. El conoce este desgarro de la vida habitual y este estar sumergido en una vida desconocida que se dilata cada vez más. Conoce todo esto porque las peticiones que le ha adelantado el Padre crecen de una manera desmesurada. Por eso les dice: “No tengan miedo”, porque también él conoce el miedo. No deben temer, porque él les ayudará a llevar la angustia humana. Ni deben tener miedo, aunque él les invite a compartir su propia angustia divina. En este intercambio les ofrece lo mejor: aquí ellos pueden perder su egoísmo y hacerse accesibles a su amor. Él les aliviará su pequeño peso humano para hacerles cargar a cambio, con amor, algo de su cruz infinita».
Hermanos: busquemos siempre la compañía de Nuestro Señor Jesucristo, haciendo que sus enseñanzas se conviertan en una realidad concreta a través de nuestra acción fraterna en favor de las personas más necesitadas.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.