VIERNES DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA IV DE PASCUA – CICLO A

«No se angustien; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos». Jn 14,1-2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se angustien; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos, si no fuera así, ¿les habría dicho que voy a prepararles sitios? Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde esté yo, también estén ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, ni manchar la alegría de la danza cósmica que siempre está ahí» (Thomas Merton, monje trapense).

Entre los capítulos 13 y 17 de Juan, antes de ser arrestado, Jesús desarrolla un conjunto de enseñanzas de seguimiento y de vida eterna dirigidas a las primeras comunidades cristianas, y protagonizando una variedad de diálogos con sus discípulos.

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto “Jesús, camino hacia el padre” que se extiende hasta el versículo 30. Entre los versículos 1 al 6, Jesús trata de calmar a sus discípulos ante la persecución que se ha desatado contra él, y también los va preparando para el momento de su ascensión al cielo. Por ello, los exhorta a creer y confiar en Dios Padre y en Él.

Los discípulos temerosos no comprenden las palabras de Jesús, por ello responde a Tomás con una expresión maravillosa, que es una fuente rica de confianza en Dios para toda la humanidad y toda la eternidad: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Convirtamos, pues, todas nuestras preocupaciones en oración y en seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo a través del servicio a los demás para que se abra paso la danza cósmica celeste.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Evangelizar significa en definitiva anunciar a Cristo Jesús. Si estamos convencidos nosotros mismos de que en él se encuentra la plenitud de todo, no deberíamos tener miedo de proclamarlo, con nuestras palabras y nuestras obras, a todos aquellos en los que influimos en nuestra vida. En el evangelio de hoy Jesús se nos presenta como el único camino que lleva a la vida. Ante un mundo desconcertado y perdido, en busca de ideologías y de mesías y de felicidad, Jesús es la respuesta de Dios» (José Aldazabal).

El miedo es el obstáculo más grande para el crecimiento espiritual de una persona y de una comunidad; en realidad, el miedo es el enemigo más cruel del amor porque refuerza el egoísmo y muchos otros sentimientos negativos, bloqueando las posibilidades del servicio cristiano y debilitando la fuerza espiritual.

¿Cuántas veces nosotros también sentimos miedo, angustia y pesimismo ante la corrupción, el hambre y la miseria en la que viven tantos hermanos, ante la violencia e injusticia, ante el odio, el aborto, las ideologías que promueven la muerte y la ruina espiritual, y tantas otras situaciones inquietantes? Frente a estos escenarios, Jesús nos responde: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

El mundo quiere llevarnos por caminos de libertinaje, pero Jesús es el Camino. El mundo nos plantea ideas “modernas”, pero Jesús es la Verdad. El mundo propone ideas de muerte disfrazadas de vida, pero Jesús es la Vida, ¡la vida eterna! Por ello, el Evangelio es el lugar celeste donde podemos aprender la ciencia suprema de Nuestro Señor Jesucristo, la forma de imitarlo y hacer realidad sus enseñanzas por amor a Él, a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo.

Hermanos, meditando la lectura de hoy, respondamos de corazón: ¿Cuáles son las angustian que nos inmovilizan espiritualmente? ¿Es Jesús el camino, la verdad y la vida para cada uno de nosotros? ¿Valoramos el tesoro que representa el Evangelio para nuestras vidas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden, con el auxilio del Espíritu Santo, a superar los miedos, fortalecer nuestra fe y vivir con alegría y paz celestial.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, autor de nuestra libertad y salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos y, pues nos has salvado por la Sangre derramada de tu Hijo, haz que vivamos siempre por ti y en ti gocemos al encontrar la felicidad eterna.

Amado Jesús, camino, verdad y vida para la humanidad, líbranos con tu Santo Espíritu de caer en los abismos del miedo y del pesimismo.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, aumenta nuestra fe y otórganos los dones para seguir, servir y convertirnos en amigos de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el servicio a los demás.

Amado Jesús, justo juez, sol de justicia, muéstrate compasivo y misericordioso con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de un texto de Luigi Pozzoli:

«Jesús dice adiós: sabe que ha llegado la hora de su paso al Padre. La palabra “adiós” -todo el mundo lo sabe- en su significado primigenio significa “a Dios”. Este es el sentido con el que Jesús saluda a sus discípulos. Revela a dónde va y dónde podrán encontrarle: en la casa del Padre.

Y no sólo eso: revela también que, en la casa del Padre, que él demuestra conocer, hay muchos sitios. En consecuencia, no hay ninguna razón para que los discípulos estén tristes. Y tampoco lo hay para que lo estemos nosotros.

Nuestro malestar interior (hablo de ese malestar profundo, existencial) nace, sobre todo, de la falta de sentido, orientación, dirección. ¿A dónde vamos? ¿Hacia la nada o hacia otra vida? ¿Hacia un juicio temible o hacia un abrazo de ternura?

A esto se añade, a continuación, que, mientras no sepamos si existe para nosotros un sitio después de la muerte, a veces se nos niega también un sitio más acá de la muerte, en la vida de todos los días. No ser aceptados, no ser amados, no encontrar sitio en la estima y en el afecto de quien tenemos al lado, ¿no es acaso uno de los mayores sufrimientos? Sucede incluso que no encontramos sitio en la estima de alguien que se considera cristiano y que, en nombre de su fe, se siente autorizado a excluir y a condenar.

Jesús desliza hoy sobre toda esta tristeza, como una mano que acaricia, su Palabra tranquilizadora. ¿A dónde vamos? Vamos hacia el amor del Padre, que no excluye a nadie. Ni siquiera a los publicanos y a las prostitutas, ni siquiera al ladrón crucificado. “En la casa de mi Padre hay muchas estancias”: incluso para aquellos a los que nos gustaría relegar a otro sitio. Incluso para nosotros, si es que hubiera alguien incapaz de hospedarnos en su corazón».

Hermanos: hagamos el esfuerzo de discernir, con el auxilio del Espíritu Santo, sobre las propuestas que el mundo actual promueve, con el fin de fortalecer nuestro corazón, mente y acción cristiana a la luz de la Palabra de Dios.

Definamos claramente y sin dudas nuestra posición cristiana frente a la corrupción, el hambre, la miseria, la violencia, el aborto, la eutanasia, el ataque a los principios cristianos de la familia, las ideologías que disfrazan la perdición con falso amor y tantas otras situaciones que azotan a nuestras sociedades. También estemos atentos a las personas que sufren en estos momentos, apoyémoslas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.