SEXTO DOMINGO DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SEXTO DOMINGO DE PASCUA – CICLO A

«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él». Jn 14,21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, lo conocen, porque vive con ustedes y está con ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán y vivirán, porque yo sigo viviendo. Entonces sabrán que yo estoy con mi Padre, y ustedes conmigo y yo con ustedes. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Cuando nos sentimos amados, nos resulta más fácil amar. Cuando experimentamos el amor de Dios, estamos más dispuestos a seguir a Aquel que amó a sus discípulos “hasta el extremo” (Jn 13,1), es decir, hasta la entrega total de sí mismo. La humanidad necesita hoy, tal vez más que nunca, este amor, porque sólo el amor es creíble. La fe inquebrantable en este amor inspira en los discípulos de Jesús de todas las épocas pensamientos de paz, abriendo horizontes de perdón y concordia. Ciertamente, esto es imposible según la lógica del mundo, pero todo resulta posible para quien se deja transformar por la gracia del Espíritu de Cristo, derramada con el bautismo en nuestro corazón» (San Juan Pablo II).

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Jesús, camino hacia el Padre” que comprende todo el capítulo 14, y es la continuación de la lectura que meditamos el domingo pasado.

Aunque faltan dos semanas, la lectura de hoy nos prepara para Pentecostés. Jesús se despide de sus discípulos prometiendo que intercederá ante Dios Padre para que les envíe “otro defensor” que siempre estará con ellos. De esta manera, la presencia del Espíritu está a continuación de la manifestación salvadora de Jesús, que también es llamado “Paráclito” en la Primera carta de Juan 2,1.

El Espíritu Santo será el que les haga recordar las enseñanzas de Jesús, les ayudará a interpretarlas y a actualizar su sentido mediante la acción cotidiana de evangelización.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Cada día se debe aprender el arte de amar. Escuchad esto: cada día se debe aprender el arte de amar, cada día se debe seguir con paciencia la escuela de Cristo, cada día se debe perdonar y mirar a Jesús, y esto, con la ayuda de este “Defensor”, de este Consolador que Jesús nos ha enviado que es el Espíritu Santo. La Virgen María, perfecta discípula de su Hijo y Señor, nos ayude a ser cada vez más dóciles al Paráclito, al Espíritu de verdad, para aprender cada día a amarnos como Jesús nos ha amado» (Papa Francisco).

Las expresiones de Jesús no solo marcaron la vida de los testigos de su pasión, muerte y resurrección, sino también la vida de los creyentes de todos los tiempos. Por eso, nosotros también somos beneficiarios de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo; como los primeros discípulos, tenemos acceso a las mismas gracias. Es decir, la Santísima Trinidad vive en lo más íntimo de nosotros. En cambio, el mundo está ciego, se inspira en las tinieblas, por eso no conoce a Nuestro Señor Jesucristo y permanece lejano de su amor, promoviendo conductas contrarias a sus mandamientos.

Hermanos, Nuestro Señor Jesucristo nos dice: «Si me aman, guardarán mis mandamientos», ¿Guardamos los mandamientos de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida cotidiana? ¿Confiamos en sus promesas? ¿Invocamos al Espíritu Santo y dejamos que nos guíe? ¿Reconocemos las conductas del mundo que son contrarias al amor de Dios? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a fortalecer nuestra unión con el Espíritu Santo y que nunca sustituyamos su presencia con presencias mundanas. Así mismo, nos ayuden a comprender que, quien ama, vive verdaderamente.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo.

Amado Jesús, te pedimos por los que sufren hambre, enfermedad, por los que están tristes, por los oprimidos y desterrados, dales, Señor, ayuda y consuelo. Señor, tú eres la piedra rechazada por los arquitectos, pero convertido en piedra angular, conviértenos en piedras vivas de tu Iglesia.

Espíritu Santo, Espíritu de la verdad más plena y luminosa, líbranos de caer en los abismos del miedo y del pesimismo, y otórganos la alegría inquebrantable de tu amor. Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, aumenta nuestra fe y otórganos los dones para seguir, servir y convertirnos en amigos de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el servicio a los demás.

Padre eterno, tú que diste el cuerpo y la sangre de tu amadísimo Hijo a nuestros hermanos difuntos, mientras vivían en este mundo, concédeles la gloria de la resurrección en el último día.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios Espíritu Santo con un escrito de San John Henry Newman:

«Dios mío, eterno Paráclito, yo te adoro, Luz y Vida. Tú te habrás contentado con enviarme buenos pensamientos, la gracia que los inspira y los lleva a cabo. Tú habrás podido conducirme así por la vida, purificándome tan solo a través de tu acción totalmente interior en el momento de mi paso hacia el otro mundo.

Pero en tu compasión infinita, has entrado en mi alma; desde el principio has tomado posesión de ella y la has hecho tu templo. Por tu gracia habitas en mí de una manera inefable, me unes a ti y a toda la asamblea de los ángeles y de los santos. Más aún, estás personalmente presente en mí, no solo por tu gracia, sino por tu mismo ser, como si, guardando mi personalidad, en cierta manera estuviera yo absorbido en ti ya desde esta vida. Y, puesto que has tomado posesión de mí mismo cuerpo en su debilidad, también él es tu templo. ¡Verdad admirable y temible! ¡Oh, Dios mío, lo creo, lo sé!

¿Puedo yo pecar sabiendo que tú estás tan íntimamente unido a mí? ¿Puedo olvidar que estás conmigo, que estás en mí? ¿Puedo echar fuera al huésped divino por la cosa que más aborrece, el pecado en el mundo entero que lo ofende, la sola realidad que no es suya?

Dios mío, tengo una doble seguridad contra el pecado: primero, el temor de una tal profanación en tu presencia, de todo eso que tú eres en mí; y, después, la confianza de que esta misma presencia me guardará del mal. En las pruebas y la tentación, te llamaré. Gracias a ti mismo, jamás te abandonaré».

Hermanos: hagamos el esfuerzo de discernir, con el auxilio del Espíritu Santo, sobre las propuestas que el mundo actual promueve, con el fin de fortalecer nuestro corazón, mente y acción a la luz de la Palabra de Dios. Pidamos, todos los días, que el Espíritu Santo inspire, fortalezca y guíe nuestras acciones diarias. No olvidemos jamás que el Espíritu Santo no cesa de maravillar y asombrar a cada instante, dando sentido a todas nuestras acciones cristianas.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.