MIÉRCOLES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA VI DE PASCUA – CICLO A

«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena» Jn 16,13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«…Otra característica del Espíritu de Dios consiste en que, al iluminarnos e impulsarnos a actuar, imprime en el alma una profunda humildad. Nos hace obrar el bien de tal modo que nos sintamos felices al hacerlo, pero sin presunción, sin vanagloria ni autosatisfacción. Percibimos claramente que el bien que realizamos no viene de nosotros mismos, sino que viene de Dios» (Jacques Philippe).

Como en las lecturas previas, cerca de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo y de Pentecostés, hoy, Jesús sigue consolando a sus discípulos y va aumentando el tono divino de la importancia de la acción futura del Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, a quien Jesús llama el Espíritu de la Verdad.

Los discípulos están desolados y Jesús los conforta con la promesa del Espíritu. Así mismo, en el texto de hoy, que es la continuación de la lectura de ayer, Jesús va revelando la acción conjunta y salvífica de la Santísima Trinidad, reafirmando el inicio de su futura presencia en la humanidad y en la Iglesia, la cual se manifestará a través del Espíritu Santo hasta su segunda venida, en el fin de los tiempos.

La verdad plena que nos otorga el Espíritu Santo, no se reduce a creencias o conceptos. Lo que hace el Espíritu es ayudarnos a profundizar en los secretos de lo esencial en la vida. «La verdad os hará libres» (Jn 8,32) nos dice Jesús. Es una verdad que marca el comienzo de una nueva creación.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«De mi vocación particular (como persona casada, consagrada, padre, sacerdote etc.) y de las circunstancias de mi vida (obligaciones profesionales, etc.) se deriva todo un conjunto de exigencias que constituyen la voluntad de Dios para mí. Una inspiración no puede pedirme algo que esté en contradicción manifiesta con lo que antes se llamaba “los deberes de estado”… Las inspiraciones van dirigidas hacia el cumplimiento de los deberes de estado, no le desvían de él, sino que, al contrario, facilitan su realización» (Jacques Philippe).

En un mundo cada vez alejado de los principios cristianos, el Espíritu Santo es la fuerza que todos debemos invocar para que el mensaje divino de Jesús pueda ser convertido en acciones concretas en nuestras vidas, y contribuya a que todas las personas puedan acercarse y vivir la experiencia de ser amigos de Jesús e hijos de Dios Padre.

Sin la acción del Espíritu Santo no podemos creer en Jesús y no podemos amarlo con el amor con el que Él nos amó y nos ama. El Espíritu Santo glorifica a Nuestro Señor Jesucristo y a Dios Padre, reconciliándonos con ellos. Pidamos al Espíritu Santo su santo aliento para proteger a la familia, a los niños por nacer, a los ancianos y a todas las personas vulnerables ante las ideas y acciones del mundo que son contrarias al amor de Jesús y de Dios Padre.

Hermanos: con el firme deseo de que el Espíritu Santo viva plenamente en nuestros corazones, respondamos: ¿Dejamos que el Espíritu Santo inspire y anime nuestros pensamientos y acciones en nuestras familias, trabajos, comunidades, país y también como ciudadanos globales? Que las respuestas a esta pregunta nos permitan acrecentar nuestro deseo de que el Espíritu Santo guíe nuestras vidas y podamos recibir los dones que Él quiere darnos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos las fiestas de la gloriosa resurrección de tu Hijo, merezcamos también, cuando vuelva, alegrarnos con todos sus santos.

Padre nuestro, que estás en el cielo y ves en lo profundo de nuestra alma, ayúdanos a buscar en cada evento tu voluntad y tu gloria. Concédenos permanecer bajo tu mirada con un corazón humilde, como hijos tiernamente amados, para realizar todas nuestras acciones a la luz de la fe; haznos capaces de entablar relaciones verdaderamente fraternas, que expresen el amor hacia ti y que, a pesar de las tempestades que nos acechan, sepamos guardar la calma confiados en tu infinita misericordia.

Padre eterno, concédenos la ayuda de tu Santo Espíritu para emprender nuestra misión en la vida, que es glorificarte en el amor y ayuda a nuestro prójimo y, en especial, en aquel que está más golpeado y vulnerable.

Espíritu Santo, amor divino del Padre y del Hijo, fortalece la misión apostólica del Santo Padre, de los obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, y de los laicos, para que sigan encontrando caminos con el fin de que los creyentes y no creyentes nos acerquemos más a Jesús.

Amado Jesús, que los moribundos y los que ya han muerto, obtengan tu misericordia eterna, te lo suplicamos Señor.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, Esposa del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos con fe al Espíritu Santo, hagámoslo con un texto de Salvatore Cultrera:

«Israel era el pueblo que “recordaba” la historia de los beneficios recibidos de Dios. María fue un modelo de esto: conservaba en su corazón lo que había visto y oído a la llegada de los pastores a la cueva de Belén, cuando encontraron a Jesús en el templo, en la vida laboriosa de Nazaret cuando el pequeño crecía lleno de sabiduría y de gracia. Pues bien, el Espíritu es en la Iglesia nuestra “memoria” religiosa, no en el sentido material de repetidor, sino en el de guía que introduce y revela a lo largo de los siglos el sentido y la riqueza de la enseñanza de Jesús; ayuda al creyente a penetrar en el misterio de Cristo y de la Iglesia, de modo que la revelación de Jesús alcance el objetivo de ser, efectivamente, luz, vida, sal, levadura, para cada hombre.

El Espíritu Santo es, a continuación, también Revelador: “Cuando venga el Espíritu de la verdad os iluminará para que podáis entender la verdad completa. El no hablará por su cuenta, sino que dirá únicamente lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras”. Con estas palabras no se promete de una manera simplista el conocimiento anticipado de acontecimientos futuros; se promete, más bien, el carisma profético, en su significado profundo: conocer la belleza de la obra realizada por el Padre en el mundo por medio de Cristo. Ese conocimiento es un privilegio reservado a los pequeños y a los sencillos, y negado a los grandes y a los sabios del mundo. Sólo el cristiano, por un don del Espíritu Santo, estará en condiciones de leer la historia con unos ojos nuevos.

El Espíritu les hará descubrir dimensiones insospechadas en un horizonte dilatado misteriosamente, desde una perspectiva ensanchada hasta la vida eterna. Incluso en medio de la “trivialidad” de la existencia cotidiana, el cristiano atento al Revelador estará en condiciones de percibir la obra de Dios, su designio de amor salvífico. Con la revelación del Espíritu, todo tiene sentido en la historia: la cruz, la sangre de los mártires, las catacumbas, los perseguidores; sin esta revelación, todo carece de sentido».

Hermanos, invoquemos diariamente al Espíritu Santo y aceptemos los dones que Él nos ofrece y entrega para acercarnos más al amor de Jesús y de Dios Padre. Hagamos el propósito de rezar el Santo Rosario por todas las intenciones que tenemos en nuestros corazones, por el bien de la Iglesia, de la humanidad, de las comunidades y de las familias.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.