SÁBADO DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA VII DE PASCUA – CICLO A

«Tú, sígueme». Jn 21,22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 21,20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo a quien Jesús tanto quería, el mismo que durante la cena se había reclinado sobre el pecho de Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?». Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿y a ti qué? Tú, sígueme». Entonces, se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que en todo el mundo no cabrían los libros que pudieran escribirse.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Nosotros, junto con el evangelista Juan, esperamos el día en que todo lo comprendamos plenamente y nos conozcamos unos a otros a las puertas de la ciudad celeste (Cirilo). Pero, mientras esperamos, sigamos estudiando y practicando cuidadosamente lo que hemos aprendido de este evangelio, de modo que podamos alcanzar todas las cosas buenas que Cristo tiene reservadas para nosotros. Así se concluye este comentario sobre el arpa del Espíritu, el teólogo y apóstol celestial Juan» (San Juan Crisóstomo).

Los textos de ayer y hoy narran el último encuentro de Jesús con sus discípulos. La lectura de hoy, denominada “Misión eclesial o apostólica del discípulo amado”, es el epílogo del evangelio de San Juan; en ella aparecen como protagonistas Pedro y Juan.

A un día de Pentecostés, Jesús invita nuevamente a sus discípulos a seguirle y, por ello, les dice que tendrán que sufrir y morir por Él. Sin embargo, esto no ocurrió con Juan, ya que Jesús lo había destinado a otra misión: la de anunciar su palabra por el resto de su vida. Recordemos que cuando todos los apóstoles abandonaron a Jesús, el único que lo acompañó hasta en final, en la cruz, fue Juan.

Pedro se preocupa por el destino de Juan; pero Jesús, como pastor y Maestro, lo reconviene y le señala claramente que cada uno debe seguir su propio camino, teniéndolo a Él como guía.

La parte final del evangelio señala que todas las revelaciones y obras de Jesús, Nuestro Redentor, son tan grandes que superan todas nuestras capacidades humanas y que nosotros somos los herederos de la fe apostólica.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El llamado de Jesús a Pedro se extiende a toda la humanidad; a cada uno de nosotros nos dice con plena confianza: «Tú, sígueme». Tengamos en cuenta que, muchas veces, igual que Pedro, podemos olvidar nuestro propio «Sígueme».

Jesús señala que seguirle significa también estar dispuesto a morir por Él. Además, Jesús también revela que la proclamación de su Palabra forma parte de la vida de todo discípulo.

Toda persona es única e irrepetible y sus dones son un regalo del cielo para amar a Dios y al prójimo, identificando y cumpliendo sus encargos divinos en este tiempo de peregrinación, de los que podemos mencionar los siguientes: cumplir y reflejar las bienaventuranzas, manifestar el amor como el impulsor de la vida humana y ofrecer nuestros dones para contribuir a la solución de los problemas del entorno.

Hermanos, meditando, intentemos responder: ¿Me comparo con otras personas en mis quehaceres cotidianos y también en mi camino de seguimiento a Jesús? ¿Superamos la tentación de criticar a los demás? ¿Cumplo con mis responsabilidades siendo plenamente consciente de que cada persona tiene su propia misión en los caminos de Señor? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a discernir sobre nuestros deberes y a seguir el camino que Dios ha marcado a cada uno de nosotros con un sentido vocacional y de permanencia en Nuestro Señor Jesucristo, sea cual sea el estado de nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Dios todopoderoso, concédenos a los que hemos celebrado las fiestas de Pascua, conservarlas siempre, por tu gracia, en las costumbres y en la vida.

Amado Jesús, concédenos las gracias para poder seguirte sea cual sea el camino que has destinado para cada uno de nosotros.

Amado Jesús, nos consagramos a ti para que con la fuerza de tu Santo Espíritu podamos dar testimonio de tu amor en cualquier circunstancia de nuestras vidas.

Amado Jesús, tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos, sé tú mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Madre Santísima, así como tu hiciste realidad tu maravillosa expresión de entrega a Dios: “Hágase en mi según tu palabra”; intercede ante tu amado Hijo para que nosotros hagamos también lo que Él nos inspira a través del Espíritu Santo. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Agustín:

«La Iglesia conoce dos vías preconizadas y recomendadas por Dios. Una es en la fe, la otra es la misión; una en la peregrinación del tiempo, la otra en la permanencia de la eternidad; una en el trabajo, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la acción, la otra en el esfuerzo de la contemplación… La primera está figurada en el Apóstol Pedro, la segunda en Juan. La primera se desarrolla enteramente aquí abajo hasta el fin de los siglos, y entonces tendrá fin. La segunda no encontrará su plenitud más que al fin de los siglos, y en el mundo venidero, no tendrá fin.

Por eso Jesús dice a Pedro: “Sígueme”, y a propósito de Juan: “Si quiero que él se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?, Tú sígueme” … Que tu actuar me siga de manera perfecta y modelada en el ejemplo de mi pasión; que la contemplación comenzada permanezca hasta mi regreso: será perfecta cuando yo regrese. Porque sigue a Cristo, este fervor hay que mantenerlo hasta la muerte, ha de permanecer hasta su retorno, y entonces este conocimiento será manifestado en plenitud. Aquí en el país de los mortales, hay que aguantar los sufrimientos de este mundo; allí, contemplaremos los bienes del Señor en el país de los que viven.

Que nadie separe a estos dos apóstoles, pues todos estamos representados en los dos: lo que Pedro simboliza y Juan representa».

Hermanos: a un día de la solemnidad de Pentecostés, invoquemos al Espíritu Santo para que nos ayude a discernir y a asumir nuestras propias responsabilidades en nuestro seguimiento a Jesús y, sobre todo, que nuestro seguimiento se convierta en una vocación, permaneciendo en Jesús.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.