VIERNES X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES X DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» Mt 11,25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo, 11, 25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Invito a todos los fieles a proseguir con piedad su devoción al culto del Sagrado Corazón de Jesús, adaptándola a nuestro tiempo, para que no dejen de acoger sus insondables riquezas, a las que responden con alegría amando a Dios y a sus hermanos, encontrando así la paz, siguiendo un camino de reconciliación y fortaleciendo su esperanza de vivir un día en la plenitud junto a Dios, en compañía de todos los santos. También conviene transmitir a las generaciones futuras el deseo de encontrarse con el Señor, de fijar su mirada en él, para responder a la llamada a la santidad y descubrir su misión específica en la Iglesia y en el mundo, realizando así su vocación bautismal. En efecto, “la caridad divina, don preciosísimo del Corazón de Cristo y de su Espíritu” (Haurietis aquas, III), se comunica a los hombres para que sean, a su vez, testigos del amor de Dios» (San Juan Pablo II).

Hoy celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y lo hacemos sintiendo una intensa alegría espiritual por el amor que Dios Padre tiene a la humanidad, que se manifestó a través del Sacratísimo Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, con sus enseñanzas, con su pasión, muerte y resurrección.

Hoy recibimos aire fresco espiritual con el pasaje evangélico en el que Jesús, jubiloso, pronuncia una hermosa plegaria de agradecimiento y alabanza a Dios Padre después del regreso de los setenta y dos discípulos, quienes expresaban su alegría por los resultados que obtuvieron en la misión que Jesús les encomendó.

Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él. Así mismo, Jesús manifiesta a sus discípulos lo bienaventurados que son por lo que ven y oyen.

Esta pequeña plegaria que Jesús dirige a Dios Padre, ubicada en el evangelio de San Mateo, se encuentra también en Lucas 21,21-22.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, es una invitación a aceptar y a acoger con gozo el amor que la Santísima Trinidad nos tiene a cada uno de nosotros y a toda la humanidad.

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y misericordia de Dios.

Basta recordar el evangelio de Lucas 21,3-4, donde Jesús dice: «Les aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. Porque todos ellos han depositado lo que les sobraba; pero ella en su pobreza, ha puesto cuanto tenía para vivir». De la misma manera, la imagen extrema de la humildad queda reflejada en Lucas 23,42-43, en el diálogo entre el “buen ladrón”, Dimas, y Jesús: «Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí». Jesús le contestó: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes, que sufren necesidades materiales y espirituales? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que, en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, te has dignado regalarnos misericordiosamente infinitos tesoros de amor, te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestra piedad, manifestemos también una conveniente reparación.

Amado Jesús, tú que quisiste ser traspasado por una lanza para que, de tu corazón abierto, brotara sangre y agua, ten compasión y misericordia de todos nosotros y lava nuestras culpas para que podamos seguirte con un corazón purificado.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, comunidades, amistades, centros de trabajo y estudios, y por donde vayamos.

Amado Jesús, Rey de reyes, Señor de señores, tú que eres el camino, la verdad y la vida, atrae hacia ti a los pecadores y glorifícate llamando a los fieles difuntos a la resurrección.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Buenaventura:

«Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es este que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!

Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán al que atravesaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que salta hasta la vida eterna.

Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que anida en la pared de una cueva; sé el gorrión que ha encontrado una casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra. Corre, con vivo deseo, a esta fuente de vida y de luz, quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:

“¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!

¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable! De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz”».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de purificar siempre nuestras almas y fortalecer nuestra fe. También, contribuyamos a que nuestros hermanos hagan lo mismo y puedan sentir el amor misericordioso de nuestro Dios. Demos siempre el primer paso. Recordemos siempre, en Romanos 5,20: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.