LUNES XVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES XVI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de la ballena; así también estará tres días y tres noches el Hijo del Hombre en el seno de la tierra» Mt 12,40.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,38-42

En aquel tiempo, un grupo de letrados y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo». Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de la ballena; así también estará tres días y tres noches el Hijo del Hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás; y aquí hay alguien que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El gran signo que Dios ha hecho a la humanidad, de una vez por todas, se llama Cristo Jesús. Lo que ahora sucede es que cada día, en el ámbito de la Iglesia de Cristo, estamos recibiendo la gracia de su Palabra y de sus Sacramentos, y, sobre todo, estamos siendo invitados a la mesa eucarística, donde el mismo Señor Resucitado se nos da como alimento de vida verdadera y alegría para seguir su camino» (José Aldazabal).

El evangelio de hoy, denominado “La señal de Jonás”, se ubica también en Lucas 11,29-32. En este texto, frente a la búsqueda de signos y prodigios sensacionalistas por parte de los letrados y fariseos, para que así acredite su misión, Jesús remite a todos al gran signo de la Pascua.

El signo de Jonás es una prefiguración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, porque Jonás fue tragado por una ballena y estuvo en su vientre tres días, hasta que fue devuelto en tierra firme por el pez. Después el Señor le dijo a Jonás que se dirija a Nínive para avisar que la ciudad sería destruida en cuarenta días si no se convertían. En este tiempo, los ninivitas se arrepintieron de su mala vida y el Señor dio marcha atrás con la destrucción de la ciudad, tal como se puede leer en el libro del profeta Jonás, en los capítulos 1, 2 y 3. Así mismo, Jesús se compara con Salomón y Jonás.

Como se aprecia, el signo de Jonás lleva el maravilloso simbolismo de los “tres días” que, desde los profetas, significaba el nacimiento de algo radicalmente nuevo como resultado de una manifestación divina. Por eso, la resurrección de Jesús ocurre «al tercer día».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Si un día te atacan, pregunta sin tardar: “¿Jonás no resucitó de tierra después de tres días? Por haber tocado los huesos de Eliseo, un muerto ha resucitado (cf. 2 Re 13,21), ¿el creador de los hombres, por el poder del Padre, no resucitaría más fácilmente aún? Ha resucitado realmente y una vez resucitado ha visto de nuevo a sus discípulos. Los doce discípulos, testigos de su resurrección (cf. 2,32-33), testimoniaron con floridos discursos y sostuvieron combates que fueron hasta la muerte, por afirmar la realidad de la resurrección. Según la Escritura “Toda cuestión será reglamentada sobre la afirmación de dos o tres testigos” (cf. Dt 19,15). No puedes ser todavía incrédulo: ¡he aquí la afirmación de doce testigos!» (San Cirilo de Jerusalén).

Jesús nos exhorta a buscarlo y a encontrarlo a través de la fe. Nuestro Señor Jesucristo sabe que siempre estamos en busca de señales o manifestaciones de su presencia divina y omnipotente; pero nos señala que es necesaria la fe para comprender los signos y milagros que Él realiza también en la actualidad, en nuestras vidas y a cada instante.

La fe será siempre nuestro fundamento para creer sin ver, para tener la certeza de que no estamos solos, sino que, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo nos acompañan siempre, en las alegrías y tribulaciones, y para comprender también que el gozo y el sufrimiento son fuentes de gracia.

Hermanos: meditando el pasaje de hoy, respondamos: ¿Entendemos y comprendemos la acción divina en nuestras vidas? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a comprender los signos de la presencia de la Santísima Trinidad en medio de nosotros.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Santísima Trinidad: te alabamos y bendecimos por tanta bondad, por tu infinito amor y misericordia; otórganos la gracia de la plena conversión, la obediencia y el seguimiento fiel a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Repitamos como en Marcos 29,24: «Señor, creo, pero aumenta mi fe». Aumenta mi fe para seguirte con confianza plena en tu santa voluntad y cumpliendo tus mandamientos. Santo Espíritu de Dios envía tus dones y mora en nuestro corazón. Que nuestra oración llegue hasta ti Señor, hasta tu santo templo.

Amado Jesús, que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren en tu reino.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía del papa Francisco:

«Hay una grave enfermedad que amenaza hoy a los cristianos: el “síndrome de Jonás”, aquello que hace sentirse perfectos y limpios como recién salidos de la tintorería, al contrario de aquellos a quienes juzgamos pecadores y por lo tanto condenados a arreglárselas solos, sin nuestra ayuda. Jesús en cambio recuerda que para salvarnos es necesario seguir el “signo de Jonás”, o sea, la misericordia del Señor.

Jesús usa una “palabra fuerte” para dirigirse a un grupo de personas llamándolas “generación perversa”. Es una palabra que casi parece un insulto: … Jesús, tan bueno, tan humilde, tan manso, pero dice esta palabra. Sin embargo, Él no se refería ciertamente a la gente que le seguía; se refería más bien a los doctores de la ley, a los que buscaban ponerle a prueba y hacerle caer en una trampa. Era toda gente que le pedía signos, pruebas. Y Jesús responde que el único signo que se les dará será “el signo de Jonás”.

¿Pero cuál es el signo de Jonás? Antes de explicar este signo, os invitó a reflexionar sobre otro detalle que se deduce de la narración evangélica: “el síndrome de Jonás”, lo que el profeta tenía en su corazón. Él “no quería ir a Nínive y huyó a España”. Pensaba que tenía las ideas claras: “la doctrina es ésta, se debe creer esto. Si ellos son pecadores, que se las arreglen; ¡yo no tengo que ver! Este es el síndrome de Jonás”…

He aquí el síndrome de Jonás, que golpea a quienes no tienen el celo por la conversión de la gente, buscan una santidad —me permito la palabra— una santidad de tintorería, o sea, toda bella, bien hecha, pero sin el celo que nos lleva a predicar al Señor. El Señor ante esta generación, enferma del síndrome de Jonás, promete el signo de Jonás. El Evangelio de san Mateo lo dice: Jonás estuvo en la ballena tres noches y tres días… La referencia es a Jesús en el sepulcro, a su muerte y a su resurrección. Y éste es el signo que Jesús promete: contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos.

Para aclarar más el concepto, nos podemos referir a otra parábola del Evangelio que representa bien lo que Jesús quiere decir. Es la parábola del fariseo y del publicano que oran en el templo (Lucas 14,10-14). El fariseo está tan seguro ante el altar que dice: te doy gracias, Dios, porque no soy como todos estos de Nínive ni siquiera como ese que está allí. Y ese que estaba allí era el publicano, que decía sólo: Señor ten piedad de mí que soy pecador.

El signo que Jesús promete es su perdón a través de su muerte y de su resurrección. El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios. Así que el verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva. Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes…

Cuando Jesús dice esta generación perversa, se refiere a todos aquellos que tienen en sí el síndrome de Jonás. Pero hay más: El síndrome de Jonás nos lleva a la hipocresía, a esa suficiencia que creemos alcanzar porque somos cristianos limpios, perfectos, porque realizamos estas obras, observamos los mandamientos, todo. Una grave enfermedad, el síndrome de Jonás. Mientras que el signo de Jonás es la misericordia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación.

El signo de Jonás nos llama. Que la liturgia del día nos ayude a comprender y a hacer una elección: “¿Queremos seguir el síndrome de Jonás o el signo de Jonás?”».

Hermanos, digámosle al Señor: Hoy me comprometo a reconocer tu presencia y divinidad en todas las situaciones que se me presenten, en el prójimo, en las alegrías y tristezas, en todas las cosas, porque todo lleva tu divino sello. Señor, hoy hago el propósito de hablar de ti, por lo menos, a una persona y testimoniar tu presencia en mi vida.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.