LUNES XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SAN AGUSTÍN, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el Templo, jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él» Mt 23,20-22.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,13-22

En aquel tiempo, Jesús habló diciendo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quieren. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para ganar un prosélito, y, cuando lo consiguen, lo hacen merecedor del infierno; el doble que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: “¡Jurar por el Templo, no obliga, jurar por el oro del Templo sí obliga!” ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el Templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar si obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar jura también por todo lo que está sobre él; quien jura por el Templo, jura también por el que habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«San Agustín, todo lo llevó consigo y lo fundió en ardor y en la luz única de su santidad dolorosa y extática. Amó y de su experiencia de amor surgió un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano… Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría, nacía en los cielos amados y deseados sin paz y sin tregua; nacía para nosotros en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos» (Giuseppe De Luca).

Hoy celebramos a San Agustín. Nació en Tagaste en el año 354. Tuvo una vida desordenada durante su juventud, hasta que a los 33 años se convirtió. Fue ordenado sacerdote a los 47 años y cinco años después se convirtió en obispo de Hipona.

San Agustín es testimonio de inquietud espiritual, que lo llevó al encuentro personal con Cristo después de una vida azarosa, dedicando el resto de su existencia terrenal a predicar el Evangelio y a defender la fe católica. Falleció en el año 430 a los 76 años y fue proclamado doctor de la Iglesia por el papa Bonifacio VII, en 1298. Entre sus escritos están “Las Confesiones” y “La ciudad de Dios”.

En Mateo 23,1-36 se ubican las durísimas críticas o invectivas de Jesús contra los letrados y fariseos, que empezamos a meditar el sábado y continuamos hoy, con los versículos 13 al 22. Hoy comienzan las siete imprecaciones o “malaventuranzas” de Jesús hacia los escribas y fariseos, quienes impedían que, en muchas personas, nazca una relación sincera e íntima con Dios. Los fariseos y letrados se consideraban maestros de la Ley; sin embargo, vivían como si no la conocieran. Agravaban la pobreza de debían haber aliviado, complicaban a sus seguidores con exigencias legalistas e interpretaban la Ley a su antojo con el fin de sacar provecho material.

En la última imprecación, Jesús resalta que el templo y el altar simbolizan la presencia de Dios en ellos; presencia que no se debe falsificar al ocultar el rostro bello y genuino de Dios. Por ello, con la fuerza y la dinámica de la fe, debemos practicar el amor a Dios y al prójimo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Obra, Señor, en nosotros. Muévenos y atráenos a ti; enciéndenos y arrebátanos; haz que te sintamos como dulce y fragante perfume para que te amemos y corramos hacia ti» (San Agustín).

En el capítulo 5 del evangelio de san Mateo se ubican las bienaventuranzas, que representan la más hermosa imagen del rostro amoroso de Nuestro Señor Jesucristo, y que expresan el ideal del seguimiento cristiano. En cambio, los “ayes” del texto de hoy constituyen las “malaventuranzas” que sintetizan la deshonra de quienes no cumplen los preceptos cristianos, pero aparentan obedecerlos. Realmente son expresiones de dolor, lamentación, indignación y condena.

Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado universal a la coherencia, sustentada en el mandamiento del amor y en todas sus enseñanzas. En la actualidad, muchas personas que dirigen los destinos de los países se comportan como aquellos fariseos y letrados del tiempo de Jesús. Aparentan cumplir los preceptos cristianos, juran frente a un Crucifijo y ante la Biblia cumplir sus deberes ante Dios y la Patria; sin embargo, sus acciones no son coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. De la misma manera, todos los campos de acción de la vida humana, también identificamos conductas similares.

Incrementemos, pues, nuestra fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo y contribuyamos a promover conductas coherentes con los principios cristianos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste a tu obispo San Agustín, para que, llenos de ese mismo espíritu, tengamos sed solamente de ti, fuente de la verdadera sabiduría, y te busquemos como creador del amor supremo.

San Agustín: que, desde el día dichoso de tu conversión supiste correr y saltar alegremente por los caminos del temor del Señor, sin desfallecer jamás, ni volver los ojos a las antiguas sendas de tu juventud, alcánzanos de Dios toda providencia y sabiduría, la sagacidad que hace sabios a los niños, y el entendimiento que da prudencia a los adultos, para que sepamos seguir tus altísimos ejemplos, hasta conseguir, como tú, el premio de los que vencen y la corona de los que triunfan, en Jesucristo Nuestro Señor.

Padre eterno: por el ejemplo vivo de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, haz que los consagrados de la Iglesia sean coherentes con la Palabra y jamás permitas que se alejen de tu amor.

Amado Jesús, estamos dispuestos a adherir nuestro corazón a ti, fortalece con tu Santo Espíritu nuestra fe y esfuerzos para que nuestra conducta diaria sea coherente con tus enseñanzas.

Amado Jesús, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles participar del banquete celestial.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, Madre del buen consejo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios a través un texto de San Agustín:

«Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no es esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí.»

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti».

Queridos hermanos: esforcémonos por ser coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos al Espíritu Santo la fe y los dones para que todos nos ayudemos a obrar en concordancia con los mandamientos del amor.

Que el Pan de los ángeles de la Santa Eucaristía sea el alimento que fortalezca nuestra comunión con Dios y con el prójimo. Cuando vayamos a adorar al Santísimo Sacramento, que una de las intenciones fundamentales sea pedir perdón por todas las incoherencias humanas que van contra el mandamiento del amor. Así mismo, hagamos que nuestras obras de misericordia sean el firme testimonio de nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.