DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO XXI DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Mt 16,16.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16,13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo». Y les mandó a los discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone» (Benedicto XVI).

Este texto, denominado “Confesión o Profesión de fe de Pedro”, aunque resumido, se encuentra también en Marcos 7,27-30 y en Lucas 9,18-21.

El pasaje evangélico tiene dos partes bien definidas: en la primera, Pedro confiesa la identidad divina de Jesús; y, en la segunda, Jesús revela la identidad de Pedro y le encarga una nueva misión.

En Cesarea de Filipo, fuera de Judea y lejos de los judíos, a fin de que sus discípulos puedan sentirse con entera libertad, Jesús les pregunta qué piensa la gente respecto a él. Pedro, portavoz del grupo, inspirado por Dios Padre, reconoce a Jesús como el Mesías, como el Hijo de Dios vivo; y Jesús lo designa como la piedra fundacional de la Iglesia. De esta manera, Pedro, tan frágil como nosotros, se convirtió en el primer papa por la gracia de Dios.

La bienaventuranza pronunciada por Jesús, «¡Dichoso tú, hijo de Jonás!», destaca que reconocer a Cristo es fruto de la revelación de Dios Padre, acogida con un espíritu de fe. A la vez, esta bienaventuranza le concede a todo cristiano la alegría y la fuerza celestial para todo emprendimiento espiritual.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

La pregunta de Jesús a sus discípulos es una interrogante que sigue abierta en nuestros tiempos. Las respuestas de la humanidad son múltiples: algunas son reduccionistas, sustentadas en una apreciación estrictamente humana, o desde una perspectiva histórica. Pero hay otra respuesta que es absoluta, divina, idéntica para todos los cristianos: es la revelación de Dios Padre en el corazón de las personas, es la locura de la fe. Amado Señor Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». El seguimiento a Jesús, a pesar de la fragilidad humana, hace que Pedro confiese la verdadera identidad de Nuestro Señor Jesucristo. El Espíritu Santo hace que esta expresión quede grabada también en nosotros y en todas las personas que la escuchan de corazón.

Muchas veces nos preguntamos: ¿por qué algunos tienen fe y otros no? La fe se recibe, es un don gratuito de Dios; pero, la búsqueda de Dios pertenece al ser humano. Por eso tal vez, Pedro, que no era el más inteligente de los apóstoles, ni el más joven, fue elegido la piedra fundamental de la Iglesia al armonizar su corazón con la voluntad de Dios.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Es Jesús para nosotros el Mesías, el Hijo de Dios vivo? ¿Seguimos a Jesús de manera decidida? ¿Pedimos al cielo el don de la fe? Que las respuestas a estas preguntas nos recuerden siempre que debemos pedir la fe a Dios, y con la mejor disponibilidad, podamos ser auténticos seguidores de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo una fe inquebrantable y decidida como la de San Pedro, para que demos testimonio valiente de tu amor en un mundo cada vez más alejado de ti.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, ten compasión de los difuntos, especialmente de aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, tú, que eres el modelo para todos los evangelizadores, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Benedicto XVI:

«Entonces el Señor interpeló directamente a los Doce: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. En nombre de todos, con impulso y decisión fue Pedro quien tomó la palabra: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.

También nosotros queremos proclamar esto hoy con íntima convicción ¡Sí, Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Lo hacemos con la conciencia de que Cristo es el verdadero “tesoro” por el que vale la pena sacrificarlo todo; Él es el amigo que nunca nos abandona porque conoce las esperanzas más íntimas de nuestro corazón. A esta inspirada profesión de fe por parte de Pedro, Jesús replica: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra. edificaré mi iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Es la primera vez que Jesús habla de la Iglesia, cuya misión es la actualización del diseño grandioso de Dios de reunir en Cristo a la humanidad entera en una única familia.

La misión de Pedro y de sus sucesores es precisamente servir a esta unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos. Su ministerio indispensable es hacer que esta no se identifique nunca con una sola nación, con una sola cultura, sino que sea la Iglesia de todos los pueblos, para hacer presente entre los hombres, marcados por numerosas divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza renovadora de su amor. Servir, por tanto, a la unidad interior que proviene de la paz de Dios, la unidad de cuantos en Jesucristo se han convertido en hermanos y hermanas: esta es la misión peculiar del papa, obispo de Roma y sucesor de Pedro».

Queridos hermanos: confesar que Nuestro Señor Jesucristo es el Mesías de Dios, equivale a confesar toda nuestra fe; pues, es confesar que Jesús es Dios, la encarnación de Dios, el crucificado y el resucitado.

Que las obras de misericordia y nuestro diario accionar sean siempre el mejor testimonio que podamos dar de Nuestro Señor Jesucristo. Oremos todos los días por el papa Francisco, por todos los obispos, sacerdotes, consagrados y por toda la Iglesia, para que todos participemos activamente en llevar la Palabra a todos los confines de la tierra, empezando por nuestras familias.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.