MARTES XXIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL MARTES XXIII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SANTO NOMBRE DE MARÍA

«Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus impuros quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos» Lc 6,18-19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,12-19

En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tito y Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus impuros quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Mis queridos hermanos y hermanas: Junto a vosotros está siempre Santa María, como estuvo al pie de la Cruz de Jesús. Acudid a Ella exponiéndole vuestros dolores. La mano y la mirada maternales de la Virgen os aliviará y consolará, como sólo Ella sabe hacerlo. Cuando recéis el Santo Rosario, poned especial acento en aquella invocación de la letanía: «Salud de los enfermos, ruega por nosotros»» (San Juan Pablo II).

Hoy celebramos el Santo Nombre de María, cuya fiesta se origina el 12 de septiembre de 1683 cuando el polaco Sobietski llegó con sus tropas a Viena y con su victoria, salvó a Europa de un plan de conquista islámico por parte del sultán Mehmet IV.

Aunque el ejército turco superaba en cuatro veces el tamaño del ejército defensor, Sobietski sabía que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de septiembre, muy temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y puso su ejército en manos de Dios.

Sobietski dio todo el crédito de la victoria a Dios. En agradecimiento a Nuestra Santísima Madre por la victoria lograda, el Papa Inocencio XI extendió la fiesta del Dulce Nombre de María a la Iglesia Universal, el 12 de septiembre.

En el libro “El secreto admirable del Santísimo Rosario”, San Luis María Grignion de Montfort cuenta que la Virgen, llevando sobre el pecho la salutación angélica escrita en letras de oro, se le apareció a Santa Matilde y le dijo: “El nombre de María, que significa Señora de la luz, indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astros brillantes, para iluminar los cielos y la tierra”.

El pasaje evangélico de hoy trata sobre dos hechos: el primero, la elección de los doce y, el segundo, la multitud que se le acerca y busca sanación y liberación. La elección de los doce apóstoles estuvo precedida por una noche de oración y soledad, por la importancia de la elección. Jesús los elige para que vivan con él, para que conozcan sus secretos, sus pensamientos y sentimientos; su modo de querer y amar. El número doce evoca las doce tribus de Israel y los doce patriarcas. Los llamó apóstoles, que significa en griego “enviado”.

Los apóstoles eran hombres simples; no eran ricos, ni famosos, ni ilustrados; la mayoría de ellos carecía de educación. Eran pescadores, pastores, recaudadores de impuestos, había un adolescente (Juan), algunos eran mayores; unos solteros, otros casados. Hubo entre ellos un traidor, Judas Iscariote.

Cuando Jesús tomó contacto con la muchedumbre, salía de él una fuerza sanadora. Muchos ni le pedían milagros, simplemente se acercaban a él para tocarle y quedar curados o liberados.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra de que las decisiones trascendentes deben estar precedidas por la oración, en un espacio íntimo de encuentro con la Santísima Trinidad.

Nuestro Señor Jesucristo siempre elige de acuerdo con la voluntad divina y no en función de las capacidades y conocimientos humanos. Él capacita a los elegidos a través de su Santo Espíritu; en este sentido, sigámoslo sin miedo ya que él nos proveerá de todo lo que necesitemos para cumplir nuestra misión en nuestras familias, comunidades, trabajos y como ciudadanos globales. Él nos llama, nos sana, nos libera, nos instruye y fortalece con los dones de su Santo Espíritu, no importa la edad ni los conocimientos académicos, solo basta la fuerza interior del llamado.

Hermanos: meditando la lectura, recordemos algunas veces que hemos experimentado el amor de Dios y respondamos: ¿Seguimos a Jesús en nuestras actividades diarias? ¿Agradecemos a Dios por tanta bondad? ¿Acudimos a la oración cuando empieza el día, cuando iniciamos nuestras labores y al término del día? ¿Somos conscientes que nuestras capacidades humanas son un don de Dios? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser mejores discípulos de Nuestro Señor Jesucristo durante toda nuestra vida.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, te pedimos que a todos los que celebran el Santísimo Nombre de Santa María Virgen, ella les conceda los beneficios de tu misericordia en el Santísimo Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Dulce Madre, María! haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida. No tardes, Madre Santa, en auxiliarme cada vez que te llame. Pues, en cada tentación que enfrente, y en cualquier necesidad que experimente, quiero llamarte sin cesar; ¡María, madre mía!

Amado Jesús, Redentor mío, y Madre Santísima María, cuando llegue la hora de dejar esta vida, concédanme la gracia de decirles: “Los amo, Jesús y María; Jesús y María, les entrego el corazón y el alma mía”.

Amado Jesús, ten piedad de nuestras debilidades, perdona nuestras ofensas; te suplicamos nos fortalezcas con tu Santo Espíritu para seguirte sin mirar atrás y cumplir la misión que nos has encomendado en nuestras familias, comunidades, trabajos, estudios y en nuestra casa común.

Espíritu Santo: libéranos de todas las ataduras del pecado y danos la fortaleza para ser apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege, del enemigo, a las almas de las personas agonizantes.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo la lectura de una parte del salmo 144:

«Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza; una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas; encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa bondad y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus proezas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad».

Queridos hermanos: Nuestro Señor Jesucristo desea reinar en nuestros corazones, nos llama a servirlo desprendiéndonos de todo para poner todas nuestras capacidades humanas a su servicio, por medio de la Iglesia, para la mayor gloria de Dios. Busquemos su voz en el silencio y la oración, sabiendo que su Santo Espíritu nos guiará y fortalecerá siempre. Ayudemos a las personas que aún no conocen a Dios, a acercarse a Él y que experimenten su acción sanadora y liberadora.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.